Sergio Massa es el candidato que
nunca fue presidente pero que va por su reelección. Es que gobierna de hecho
hace más de un año ante la ausencia del presidente formal y la vice.
Por cierto, esta última todavía
no ha hablado públicamente acerca del resultado de las elecciones. Los
trascendidos periodísticos dicen que ha tenido reuniones con Massa, pero los
argentinos no saben qué piensa de lo recién ocurrido ni qué tipo de apoyo dará
al candidato si es que piensa dar alguno, claro está.
En cuanto al presidente, de
manera poco feliz aclaró que no hablaba porque no es candidato, aunque a partir
de ahí comenzó a hablar y allí recordamos que era mejor que no lo hiciera. Con
todo, tuvo actividades protocolares, alguna inauguración menor, y el anuncio
sorpresivo del importantísimo ingreso a los BRICS. Sí, ni siquiera a una
noticia de semejante trascendencia puede sacarle jugo el gobierno. Pese a ello,
al menos sirve para demostrar que los dos principales candidatos opositores
creen que todavía existe el muro de Berlín y que China y Rusia son comunistas.
Efectivamente, en una muestra de sobreideologización, pero sobre todo de una
enorme ignorancia, tanto Bullrich como Milei han indicado que no negociarán con
los “comunistas” que son nuestros principales aliados comerciales. Liberales en
contra del libre comercio. Un nuevo capítulo de los liberales más locos (y más
ignorantes) del mundo.
Mientras tanto, por capacidad o
por casualidad, lo cierto es que desde el 13 de agosto Milei ha logrado manejar
a piacere la agenda mediática con
todo un arco de acciones que van desde convidar una suerte de superembajada a
Macri hasta ponerse de novio con una humorista famosa. Todo el día están
hablando de él y eso lo favorece, aun cuando se hable mal, algo que no entendió
La Nación+, principal creador del monstruo que ahora se le escapa de las manos.
Con todo, para el 22 de octubre
falta una eternidad y llegarán los ataques contra Milei a quien, hasta ahora,
como se diría en la jerga, “no le entra ninguna bala”, especialmente si los
ataques provienen de estupideces tales como la relación con su hermana o con
sus perros.
Por su parte, Bullrich tiene que
fidelizar los votos de Larreta, algo que a priori no resultaría tan fácil tras una
interna feroz que ha dejado muchos heridos y sobre todo porque la candidata ha
quedado, para decirlo en la terminología cambiemita, “desperfilada”
políticamente. No tiene cómo cazar votos por derecha y no sabe cómo ir hacia el
centro porque, como el escorpión, la radicalidad es su naturaleza y la sutileza
no es su mayor virtud. En todo caso, si aparece en el centro es solo porque el
escenario político, esto es, Milei, la hizo “caer ahí” como quien cae en la escuela
pública.
En cuanto al gobierno, hay como 6
millones de personas que en 2019 votaron al Frente de todos y hoy se volcaron
hacia otras opciones o directamente no han ido a votar. Entonces hay que ir a
buscarlos pero el problema es que no tiene cómo hacerlo pues no hay mucho para
mostrar. De todo ese universo de votos, entonces, parecen recuperables solo los
“aparateables” y algún porcentaje de atemorizados con Milei. Con todo, lo que
se sabe es que en algunas provincias no se hizo todo lo que se podía hacer para
ganar votos. Por ejemplo, Salta. Por ejemplo, Tucumán. Incluso en varios
municipios del conurbano hubo demasiado corte de boleta contra Massa y es de
esperar que se pueda levantar algo para llegar al número mágico de 33% que
garantice el balotaje. Todo esto, claro está, bajo el supuesto de que los votos
de Grabois van todos a Massa. Pero, ¿están todos seguros de eso? Interpreto que
el triunfo de Milei habrá asustado a unos cuantos paladares negros, pero no
subestimemos la naturaleza del troskokirchnerismo que prefiere resistir con
aguante y levantar el dedito para decir “yo no lo voté”.
Por cierto, tiene razón Massa en
estar enojado con gobernadores y con intendentes tras ver que dos tercios de
los distritos se tiñeron de violeta y que en algunos municipios Milei le robó
demasiados votos a la boleta del candidato a presidente. Pero no olvidemos que
esta es la consecuencia del desdoblamiento de las elecciones. En este sentido,
si bien es un contrafáctico, no hay ninguna duda: la performance de Massa
hubiera mejorado sustancialmente si las elecciones presidenciales se hacían
simultáneamente con las de gobernador. ¿Por qué no sucedió eso? Porque los
gobernadores vieron en el gobierno nacional lo mismo que ve la gente:
desgobierno, peleas intestinas, parálisis, actitudes adolescentes.
En este sentido, ¿cómo Milei no
va a ir contra algunos ministerios si todos sabemos que la gran mayoría de
ellos han estado paralizados y malgastando dinero por falta de eficiencia o por
llevar adelante políticas públicas que dan vergüenza a toda la sociedad salvo a
los tecnócratas sociales que las idean? ¿Cómo no va a decir que quiere cerrar
el CONICET si este gobierno, que ha demostrado enorme incapacidad en
prácticamente todas las áreas, osó autodefinirse como un “gobierno de
científicos”?
Como en el caso de su
posicionamiento internacional, las declaraciones de Milei demuestran,
repitámoslo, sobre todo ignorancia, pero este gobierno le ha abierto todas las
puertas para que el libertario crea poder confirmar sus prejuicios
antiestatistas de manual.
Para finalizar, digamos que la
campaña para las generales todavía no ha empezado y los candidatos recién van
perfilando sus nuevas estrategias. A priori parece conveniente, tanto para
Milei como para Massa, dejar afuera a Bullrich de la conversación y
“levantarse” mutuamente ya que Milei solo podría ganar un balotaje frente a
Massa y viceversa. Sin embargo, una buena fiscalización y una migración del
voto útil antiperonista de Bullrich a Milei podría ponerlo en un número cercano
al 40%, mínimo para intentar ganar en primera vuelta.
La receta para detener este
envión de Milei no la tenemos aquí, pero podríamos expresar ciertos reparos
respecto a una campaña basada en el miedo y en la idea de que “se viene el
fascismo”, más allá de que en España fue eficaz para lograr que el PP y Vox no
obtuvieran la mayoría suficiente para formar gobierno. Es que slogans tales
como “democracia o fascismo” serán respondidos con slogans igualmente eficaces
como “libertad o casta política”, y me temo que, al momento de elegir, en un
clima de asfixia económica y cultural, la gran mayoría va a elegir la libertad.
Mientras tanto, quedará para otra columna preguntarse a qué le teme el
progresismo para haber entregado la bandera del mérito y la libertad a la
derecha.
Volviendo a la cuestión,
llamemos, táctica, en todo caso sabemos lo que no hay que hacer. No hay que
menospreciar al votante ni tratarlo como un idiota pues, como comentábamos aquí
la semana pasada, los otros candidatos bien pueden ser vistos como verdugos
también, una porque ya ha demostrado lo que ha sido su gobierno y su área, y el
otro porque es el actual ministro de economía de un gobierno que no ha hecho
una buena gestión económica.
Asimismo, parte de este
menosprecio es la necesidad de salir a explicarle al ciudadano lo equivocado
que está su voto. También lo decíamos una semana atrás: explicar menos y
escuchar más. Comprender que Milei tiene alcance popular porque conecta con una
fibra íntima de un montón de gente que está harta de los explicadores y de
quienes manejan un Estado que no les resuelve los problemas básicos cotidianos.
Si en vez de hablar del abstracto fascismo o promover falsas divisorias en la
sociedad, se hiciera hincapié en cómo las propuestas de Milei podrían afectar
el día a día de la persona de a pie, los resultados quizás sean distintos. ¿Qué
va a pasar con los precios? ¿Qué va a pasar con tu salario? ¿Qué va a pasar con
tu alquiler? ¿Qué va a pasar con la vacante de tu pibe? ¿Qué va a pasar con el
hospital o con la prepaga? Datos simples. No “el fascismo”. El alquiler. La guita
a fin de mes. El problema es que si sos parte del gobierno, tenés un déficit en
cada una de las áreas mencionadas y sobre todo, no tenés una puta propuesta
para el día de mañana que no sea “el año que viene va a haber dólares porque no
podemos tener la mala suerte de que nos caiga otra guerra, otra sequía u otra
pandemia”.
Quizás sea por eso que no queda
otra más que el miedo. En todo caso, quizás una mezcla de todo con algún
retoque mínimo de ficción y mentira de proyecto para el día de mañana puede ayudar.
Salir del “podés estar peor” para avanzar en el eventual engaño piadoso del
“vas a estar mejor”. Aunque sea mentira. Y después a cruzar los dedos. Aceptar
que es lo que hay y que las cartas están echadas; aceptar que no hay nada más
que hacer y que esto es todo, amigos.
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