La elección
del compañero de la fórmula presidencial siempre ha tenido en la Argentina un
contenido simbólico relevante. Dicho en otras palabras, puesto que la función
“vicepresidente”, más allá de presidir el senado, es, políticamente, algo
difusa, los candidatos suelen utilizar tal designación para dar un mensaje.
Generalmente se busca equilibrar: si el candidato a presidente representa el
ala izquierda del partido se busca un vice conservador y viceversa; o si el
binomio lo compone alguien de la provincia de Buenos Aires, el compañero
debería ser del interior. Este intento de equilibrio es más claro aún cuando la
fórmula es producto de una alianza o cuando hace falta garantizarse los votos
de un determinado distrito que el candidato a presidente no representa. Estas
son solo algunas razones que dan un marco desde el cual podríamos preguntarnos
por qué Zannini será el candidato a vicepresidente de la única fórmula del FPV.
Y lo cierto es
que, desde mi perspectiva, tal designación fue pensada como un mensaje “hacia
adentro” del kirchnerismo. Porque, claro está, Zannini no trae votos, no
interpela a antikirchneristas indecisos ni tampoco seduce a moderados. Sin
embargo disipa una enorme cantidad de dudas pues, por lo pronto, muestra que
CFK ha decidido comprometerse de lleno con el próximo gobierno. En este
sentido, algunos dirán que Zannini está allí para cercar y otros dirán que está
para acompañar pero lo cierto es que la presidenta no se ha desentendido de la
suerte de Scioli. Se sigue de esto, claro está, que la idea de una CFK que
“jugaría” a perder refugiándose en los “puros” no era más que una zoncera.
Pero, lo más importante, con Zannini acompañando a Scioli, el kirchnerismo
logra plasmar una fórmula que sintetiza un tiempo histórico porque el actual
Gobernador de la provincia tenía el apoyo del PJ y los gobernadores pero
generaba desconfianza en una porción importante de la dirigencia y el
electorado kirchnerista progresista que, por oposición, se identificaba con
Randazzo. Lo único que podría seducir a esos sectores era un gesto claro de
CFK, una señal de garantía de continuidad encarnada en un nombre de peso
identificado con el proyecto, y Zannini cumple claramente con esos requisitos.
De hecho, apenas algunas horas después del anuncio, aquellos sectores más
refractarios a la figura de Scioli fueron encolumnándose de modo tal que la
decisión acabó teniendo un apoyo unánime. Los periodistas opositores no
tardaron ni 24 horas en denominar “monje negro” a Zannini o preguntarse si ingresamos
en la era del “maoísmo sciolista” (SIC) pero sus diatribas buscan agitar
aquella fracción de la sociedad que hasta ahora no ha logrado erigir una oferta
electoral capaz de constituirse en mayoría. Se trata, justamente y vaya
paradoja, de aquella porción de la sociedad a la que no está dirigido el
mensaje “Zannini vicepresidente”.
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