Cuando el resultado de las
elecciones legislativas de 2013 dejó en claro que cualquier pretensión
oficialista de avanzar hacia una reforma constitucional que permitiera la
reelección quedaba desestimada, apareció el interrogante natural de quién sería
“el elegido” para suceder a CFK o, por lo menos, para competir en las
presidenciales 2015 en la lista del Frente para la Victoria.
Así, mientras desde aquella
elección hasta hoy, los que auguraban fin de ciclo en 2009, sin ponerse
colorados, desempolvaron sus archivos y volvieron a pavonearse frente a
audiencias desmemoriadas con la certeza de que, en 2015, ningún Kirchner iba a
ocupar el sillón de Rivadavia, de parte del oficialismo, naturalmente, comenzaron
los debates acerca de quién podría representar cabalmente el espíritu de estos
12 años. Tal debate se mostraba y se muestra incómodo puesto que Daniel Scioli,
quien ha ocupado los cargos más importantes detrás de Néstor y Cristina, y
aparecería, por esa misma razón, como el candidato “natural”, nunca convenció
del todo ni a la dirigencia kirchnerista de paladar negro ni a aquellos
sectores que, desde el progresismo o el peronismo de izquierda, apoyan este
proyecto.
Sin embargo, pasaron los meses y,
a semanas del cierre de listas, el único que ha podido mantener la pretensión
de disputarle la candidatura a Scioli es el ministro Florencio Randazzo, quien ha
retomado la retórica más confrontativa del kirchnerismo pero que, sin embargo,
tampoco es parte del “riñón” de la presidenta.
En esta línea, no es descabellado
afirmar que aun cuando la presidenta reúne cada vez mayor aprobación del
electorado, las circunstancias han hecho que, con sus diferencias, los
candidatos del FPV que pretenden sucederla, no sean los que ella hubiera
preferido. Y como ya no parece haber tiempo para ungir a un “tapado”, no hay
otra alternativa que Scioli o Randazzo.
Quizás por esto mismo es que no
parece casual que desde hace ya un tiempo se haya instalado la idea de que “el
candidato es el proyecto”, esto es, independientemente del nombre propio, lo
que los kirchneristas van a votar es el conjunto de políticas que se vienen
desarrollando en los últimos 12 años y el candidato del FPV elegido debería
profundizarlas como un mandato imperativo del pueblo.
Conceptualmente, que el candidato
sea el proyecto resume exitosamente el principio de primacía de lo colectivo
sobre lo individual, de los valores y los principios sobre los nombres y, en
tanto tal, desafía la noción de
representación de las democracias liberales tanto como el apotegma posmoderno
que, a caballo de la disolución de la política, enarbola, en el marco de un
relato decadentista, la idea de que, finalmente, hoy ya no se votan ideas sino
hombres cuya principal plataforma es la TV.
Sin embargo, para una
construcción política como el kirchnerismo, no es irrelevante la figura en la
que “encarne” el proyecto. Dicho de otra manera, un proyecto sin una
personalidad que lo sintetice y lo lleve adelante podría verse como una abstracción
ilusoria y hasta peligrosa en tanto se transformaría en un significante que
podría rellenarse con cualquier cosa. Algo parecido a lo que le ocurrió y le
ocurre al peronismo pues en nombre del General se llevaron adelante políticas y
prácticas insólitamente antagónicas.
El recientemente fallecido
filósofo argentino Ernesto Laclau, en su La
Razón populista, diría que las reivindicaciones heterogéneas de una
sociedad forman una cadena (equivalencial) frente al poder (real) para
unificarse detrás de un liderazgo. En sus propias palabras: “La lógica de la
equivalencia conduce a la singularidad, y ésta a la identificación de la unidad
del grupo con el nombre del líder. (…) El rol de Nelson Mandela como símbolo de
la nación fue compatible con un amplio pluralismo dentro de su movimiento. Sin
embargo, la unificación simbólica del grupo en torno a una individualidad –y
aquí estamos de acuerdo con Freud- es inherente a la formación de un pueblo”.
La literatura antipopulista,
aunque mejor cabría decir, antipopular, expresa la relación entre el pueblo y
el líder siempre en términos de sugestión o manipulación y sin embargo, por
ejemplo, son los primeros que se oponen
a hablar de manipulación y sugestión cuando de medios de comunicación se trata.
Con todo, y dado que ese debate bien merecería, como mínimo, otro artículo,
centrémonos simplemente en el hecho de que resulta difícil pensar un
kirchnerismo sin un Kirchner tanto como fue difícil un peronismo sin Perón,
sabiendo también que la comparación con la situación del líder justicialista
tiene límites. El primero de estos límites, y el más evidente, es que Cristina
Kirchner está viva y no hay ninguna dictadura en ciernes que pretenda obligarla
a exiliarse. De aquí que el kirchnerismo mantendría el liderazgo que le dará
unidad, solo que ese liderazgo no se ejercerá desde el poder formal sino que su
rol de conducción se hará “desde afuera” del gobierno o, en todo caso, desde un
cargo que no sería el de presidente. A su vez, tampoco se puede dejar de
soslayo que el rol de CFK con un presidente como Macri no sería el mismo que
con un presidente del FPV. En el primer caso su función y liderazgo (opositor)
parecería claro. En el segundo estaríamos ante una situación inédita en la que
es probable que entre el presidente (sea Scioli o Randazzo) y la conductora del
movimiento se generen roces, de los naturales, y de los azuzados por aquellos
que abogarán por una fractura al interior del kirchnerismo.
Para finalizar, entonces, cabe
retomar en términos de pregunta hasta qué punto el candidato es el proyecto e
incluso hacer el ejercicio mental de trasladar este interrogante hasta los
tiempos en que CFK ya no esté entre nosotros. La propia presidenta y hasta su
hijo Máximo han declarado públicamente que un proyecto no puede depender de una
persona o de un apellido dejando expuesta la contradicción de quienes afirman
que el candidato es el proyecto pero piden que el hijo de la presidenta sea
candidato a presidente en 2015 esperando el regreso de su madre en 2019. Sin
embargo, tal como se pudo observar, el rol del líder resulta esencial para la
construcción colectiva. Asimismo, aun cuando se afirme que un eventual
presidente del FPV se subsumirá a la conducción de CFK, resulta ingenuo suponer
que su subsunción será total. De aquí que estemos obligados a no tratar con
indiferencia lo concerniente a la elección del candidato representativo del
espacio. Entiendo que CFK es la que mejor lo sabe y probablemente tenga un rol
decisivo en la conformación de las listas. Sin embargo, y parafraseando un
fragmento del discurso que la presidenta brindara el 25 de mayo, lo que termine
ocurriendo, finalmente, dependerá de lo que el conjunto de los argentinos
decida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario