Si pensamos que el fenómeno Milei
dejará de marcar agenda una vez olvidadas su nueva visita y la última controversia
diplomática, estaremos equivocados. De hecho, basta repasar los portales de los
principales medios españoles desde hace meses para notar que, día tras día,
aparece alguna referencia al presidente argentino y que políticos, periodistas,
analistas, e incluso gente común, parecen sentirse obligados a tomar posición sin
medias tintas. Porque así es Milei: se lo odia o se lo ama; se le teme o se le
venera.
Sin embargo, claro está, hay un
“Milei for export”, aquel que da el
debate de las ideas, la batalla cultural; pero hay otro Milei local, el que
tiene la responsabilidad de administrar un gobierno que acaba de cumplir seis meses
y del que se sabe bastante menos. De aquí, entonces, las siguientes líneas.
Lo primero que se debe tomar en
cuenta y que es, a esta altura de los acontecimientos, la gran sorpresa, es que
Milei mantiene el apoyo de la mitad de los argentinos. Es sorprendente porque
el propio presidente se ha jactado de hacer el recorte del Estado más grande de
la historia de la humanidad, lo cual hacía prever el rechazo inmediato de
grandes mayorías. Sin embargo, nada de esto ha sucedido.
Por supuesto, Milei ya ha sufrido
dos paros generales y una movilización estudiantil de alrededor de un millón de
personas en contra de los recortes a las universidades públicas; además, ha perdido
a su Jefe de Gabinete y más de 30 funcionarios han dejado sus cargos (a razón
de 1 cada 5 días aproximadamente). A su vez, en las últimas semanas estalló un
escándalo por el hecho de que se comprobó que el ministerio de capital humano no
había repartido cerca de 6000 toneladas de comida que debían llegar a los
sectores vulnerables. En el mejor de los casos, se trataría de una mala
administración y, en el peor, se sospecha de una trama de corrupción. Ya está
actuando la justicia, por cierto. Y, sin embargo… la imagen positiva de Milei
permanece invariable.
En lo económico, la oposición
señala la caída histórica del nivel de actividad y el Banco Mundial augura una
retracción de la economía de 3,5% para el 2024; a su vez, a la licuación de los
salarios y la jubilación hay que agregarle lo que sería, según se deduce de un
informe del Banco Central, la pérdida de unos 275.000 empleos formales los
cuales, claro está, no obedecen solo a los despidos realizados en la
administración pública.
A favor, el gobierno puede
mostrar superávit fiscal, recomposición de las reservas y sobre todo que, tras
la devaluación de 118% que disparó la ya alta inflación heredada, los números
en ese sentido mejoran mes a mes. Por ello, el 4,2% registrado en mayo es una
victoria, especialmente para un país que culminó el año pasado con una
inflación de 211,4%.
En el futuro más o menos mediato,
el Ministro Caputo tiene como desafío reducir más los subsidios en energía y
transporte sin que ello espiralice la inflación ni genere una crisis social de
magnitud. Será difícil, sin dudas. Asimismo, se supone que el ministro pretende
que la inflación confluya con la devaluación administrada del 2% del tipo de
cambio para luego liberar el cepo cambiario que limita el acceso a divisas. Lo
haría gracias a una inyección de dólares provenientes de organismos
internacionales e inversiones privadas atraídas por leyes excesivamente
generosas con los grandes capitales. Más difícil aún.
Por cierto, el intento de seducir
grandes inversiones con el fin de impulsar las exportaciones, es parte de un régimen
especial incluido en el monumental paquete de leyes denominado “Ley Bases” que
acaba de ser aprobado en la cámara de Senadores. Si bien todavía resta conocer
la forma final que le dará la cámara de Diputados, se puede decir que, a nivel
político/legislativo, es el primer gran triunfo del gobierno. Lo es a pesar de
que al proyecto original se la han recortado unas dos terceras partes. Por
mencionar algunas, el gobierno no pudo derogar la moratoria previsional que
favorece a ocho de cada diez argentinos que llegan a la edad de jubilarse sin
los años de aporte; tampoco pudo reponer el progresivo impuesto a las ganancias
que grava los salarios más altos y que había sido eliminado por razones electoralistas
por el gobierno anterior (con apoyo del diputado Milei en esa ocasión). Asimismo,
el pedido de facultades delegadas al presidente se acotó a determinadas áreas y
se redujo a solo un año; las empresas sujetas a privatización pasaron de más de
cuarenta a menos de diez, la reforma laboral sufrió enormes cambios tras la
negociación con los sindicatos y se eliminaron aspectos enormemente
controvertidos en cuestiones de, por ejemplo, seguridad y derecho a la
protesta.
¿Puede esto considerarse un
triunfo? Sin dudas, porque hay que tener en cuenta que el paquete de leyes
tenía pretensiones fundacionales equivalentes, prácticamente, a una reforma
constitucional y, sobre todo, porque se debe tener presente que el bloque del
gobierno en diputados cuenta con 37 representantes sobre un total de 257, y el
bloque de senadores se compone de 7 representantes sobre 72.
¿Cómo pudo darse ese triunfo
político del gobierno? Por supuesto que hay una inestimable ayuda del
importante bloque de legisladores que responde al expresidente Macri. Si lo apoyaron
por sus coincidencias ideológicas o porque pretenden que Milei pague el costo
político de una transformación estructural de la cual se podrían beneficiar los
gobiernos por venir, no lo sabemos aún.
Pero más allá de esta ayuda, la
gran y única carta que tiene Milei, más importante que el sostén de aquellos
grandes poderes económicos que se beneficiarían con sus políticas, es un apoyo
popular basado en el hastío contra los gobiernos precedentes y en el hecho de
que todavía la expectativa es superior al padecimiento.
Eso es todo lo que tiene porque
carece de gestión y de cuadros políticos que lo acompañen. Además, no posee equipos
ni tampoco desarrollo político territorial, aspectos esenciales para gobernar
mejor. Y esto es un problema porque, más allá del rockstar, el “embajador de
las ideas de la libertad”, y las discusiones algo delirantes en torno a Von
Mises, Rothbard o Nozick, los argentinos lo han elegido para volver a tener un
país previsible, algo parecido a la “normalidad”.
Para finalizar, entonces, el
futuro dirá si Milei comprende qué es lo que la gran mayoría de sus votantes
espera de él y si es consciente de que su gobierno se sostiene por su figura y por
la expectativa de medio país. Ni más ni menos.
Es materia de especulación si con
estas debilidades el plan puede salir bien. Sin embargo, hay una única certeza:
para un proyecto como el de Milei, no habrá otra oportunidad como esta.
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