Como si hiciera faltara una
demostración más, las interpretaciones de las elecciones del último domingo son
capaces de arrojar un escenario en el que todos hayan ganado algo (y perdido
otro tanto, claro).
A juzgar por las tapas de los
diarios del lunes, el gran ganador fue el PRO pues Rodríguez Larreta obtuvo el
45% de los votos, apenas por debajo de lo que la suma de sus votos y los de
Michetti habían obtenido en las PASO. Se cayó así la perspectiva de los que
especulaban con que el voto de Michetti fuera más volátil en tanto
presuntamente independiente. El resultado consolida al partido que se exponía a
enfrentar, por primera vez en la Ciudad, una elección ejecutiva sin su líder,
Mauricio Macri. Sin embargo, más allá de que superar el umbral del 50% en la
Ciudad es una tarea casi imposible, el PRO se había ilusionado con evitar el
balotaje a partir de los datos de mesas propias. Con todo, el optimismo
macrista por la elección realizada en la ciudad colisiona de frente con los
resultados obtenidos en las otras provincias. Porque lo cierto es que, tras su
participación original allá por 2003 (con el partido Compromiso para el cambio),
el macrismo no ha podido hacer pie más allá de la General Paz ni siquiera en la
Provincia de Buenos Aires, a tal punto que su candidata a gobernadora es la
actual vicejefa de la Ciudad. Así que, caída la posibilidad de Santa Fe por un
puñado de votos, el macrismo va a disputar la elección nacional sabiendo que,
probablemente, en 23 de los 24 distritos van a triunfar referentes que no son
propios y que, en el mejor de los casos y solo en algunas provincias, su
representación, más que una construcción propia, es el producto de un contrato
de alquiler temporario.
Otro que ayer festejó fue el
espacio ECO que con el insólitamente vacuo slogan “Con el balotaje ganamos
todos”, logró sumar más votos que el FPV y acceder así a una definición mano a
mano con el PRO. Ha sido una buena elección más allá de que, si hilamos fino,
Lousteau representa a un espacio que con Carrió y Pino Solanas supo obtener
buenos resultados en la Ciudad. Por otro lado, entre las PASO y la elección del
último domingo, su fuerza apenas pudo sumar 4 puntos más y quedó muy lejos de
la performance de Rodríguez Larreta. De este modo, es de esperar que en la
elección del 19 de julio los números se achiquen algo pero la derrota es tan
previsible e inevitable como una tragedia griega por la sencilla razón de que
no se debe dar por descontado que el voto del FPV, claramente antimacrista,
vaya automáticamente a las arcas de quien fuera ministro de Economía durante el
conflicto con las patronales del campo. Probablemente crezca el voto en blanco
(que al no contarse favorece a quien va adelante) y, además, sin animarme a
afirmar temerariamente que un votante kirchnerista podría votar a Rodríguez
Larreta, bien cabría pensar que algún filokirchnerista podría mirar algo más
allá de la coyuntura y preguntarse qué oposición le conviene al FPV de cara al
futuro: ¿la de una derecha conservadora claramente delineable o la de un difuso
y líquido republicanismo social demócrata bienpensante y progresista con plan
de derecha pero rulos de Palermo?
Por último, al igual que lo que
se indicaba anteriormente con el PRO, el panorama de este conglomerado
radical/socialista/republicano más allá de la ciudad, es desolador, a tal punto
que la unidad de la oposición en La Rioja no alcanzó para ganar la gobernación
y la alianza de todo el arco antiperonista en Córdoba no pudo superar el 35% de
los votos.
En cuanto al FPV, el resultado de
la elección en la Ciudad no ha sido bueno y estuvo algunos puntos por debajo de
las performances de Filmus tanto en 2007 como en 2011, aunque no parece del
todo justo cargar las tintas específicamente sobre el candidato Recalde. En
todo caso, el Presidente de Aerolíneas Argentinas pagó los errores de un FPV
que en 8 años de oposición en la Ciudad nunca pudo constituir una alternativa
sólida (tal afirmación va más allá del resultado y valdría aun si el FPV
hubiera hecho una mejor elección) y del insólito cierre de listas que hizo que,
en las PASO, el oficialismo nacional propusiera 7 candidatos.
Lectura más ambivalente podría
hacerse de lo ocurrido en Córdoba, probablemente el distrito, junto a CABA, más
refractario al kirchnerismo. Allí ganó el delasotismo pero a diferencia de
elecciones como las de 2011, el FPV tuvo un candidato propio que subió al podio
con algo más del 17%. Si bien algunos esperaban otro “milagro Perotti”,
Accastello quedó lejos pero generó una base de sustentación que podría
posicionarlo de cara al futuro y un piso de votos para Scioli en agosto.
Si dejamos a un lado la
particular interna panperonista de La Pampa donde el elegido de la Casa Rosada
no ganó pero hay garantía de un apoyo irrestricto a la fórmula presidencial por
parte de ambos contendientes, ha sido La Rioja la provincia en la que el FPV
pudo sonreír aun contra, como dijimos anteriormente, el rejunte de todo el arco
opositor. Si bien en cantidad de electores La Rioja no llega ni al 1% del
padrón total, todos los porotos suman y en el domingo en el que confluían las
elecciones más difíciles para el gobierno nacional, ganar una provincia vale.
Y para finalizar, el kirchnerismo
celebró la victoria del “No” en el referéndum griego, un verdadero golpe a las
pretensiones de ajuste de la Troika. Lejos de solucionar las dificultades
económicas de Grecia, lo cierto es que la audaz decisión de Tsipras,
plebiscitando su gobierno a 5 meses de haber asumido con apenas el 36%, ha
significado una convulsión para el programa neoliberal que Alemania viene
imponiendo en el continente y amenaza con producir una replicación de la
rebeldía en países de la región presionados por las eufemísticamente llamadas
“recetas de austeridad” que vienen de la mano de los préstamos. En pleno
conflicto con el capitalismo financiero buitre, el antecedente de una
reestructuración como la que Grecia necesitará, puede transformar a la
Argentina en una referencia positiva a pesar de la incesante campaña de
desprestigio de la prensa internacional en detrimento de nuestro país.
Volviendo al terreno local, salvo
en Mendoza y Tierra del Fuego, ha triunfado la continuidad. Y más allá de que,
como se puede observar, cada distrito tiene una lógica particular difícilmente
extrapolable al plano nacional, lo cierto es que sería curioso que la
ciudadanía se incline por la continuidad de los gobiernos municipales y
provinciales pero decidiera cambiar el rumbo a nivel nacional como si su
realidad local no estuviera determinada por las decisiones que se toman en la
Casa Rosada. Si bien todo puede pasar, cualquier analista o consejero opositor
más o menos sesudo conoce este escenario y advierte que de no mediar algún
suceso extraño, todo indicaría que nos encaminamos hacia un nuevo gobierno de
signo kirchnerista. Se tratará de un gobierno que tendrá la particularidad de
ser encabezado por la versión más moderada del movimiento que, conforme se
acerca la elección, se va identificando cada vez más con las principales líneas
que marcaron esta larga década. De hecho, se puede observar en el actual
gobernador de la Provincia de Buenos Aires el intento de dejar bien en claro que,
más allá de estilos cercanos y proveniencias comunes, las circunstancias
políticas hacen que él y Macri hoy representen modelos antagónicos. Se trata de
un antagonismo que no está presente en, por ejemplo, un balotaje en la Ciudad
de Buenos Aires que generará una situación curiosa pues la disputa entre
Rodríguez Larreta y Lousteau bien puede ser vista como una interna, una suerte
de PASO en las que participan solo dos candidatos. Al fin de cuentas, los
contrincantes son parte de espacios que a nivel nacional han constituido una
alianza de modo tal que en primera vuelta tanto Lousteau como Rodríguez Larreta
votarán a Macri pero el primero deberá sobreactuar sus diferencias con el
actual alcalde porteño de aquí al 19 de julio en una necesidad que puede
terminar dañando al que será el candidato a presidente por ese espacio.
Se pudo observar, entonces, que
hay lecturas positivas y negativas de los últimos comicios para las principales
fuerzas políticas que disputarán la presidencia de la nación y, como en aquel
legendario programa de TV conducido por Silvio Soldán, llegar a la final, o
hacer un buen desempeño, es motivo de festejo máxime después de jornadas
extenuantes de preparación y rivalidades, a tal punto que todavía resuenan
aquellas súplicas estridentes de adolescentes vociferando “los dos a la final”.
Sin embargo, el premio mayor, la llave del cofre de la felicidad, la que hacía
saltar a Silvio Soldán, era siempre para uno solo.
1 comentario:
Muy bueno Dante el análisis. Solo querría agregar que el análisis que se debería hacer es contar cuanto votos saquen lousteau y Larreta y compararlos con los que sacaron en la general. Cualquier cosa relacionada con porcentajes va a ser magnificada (o invisibilizada según convenga)por los medios favorables a macri. Supongo que las cosas quedarán 60 a 40 a favor de Larreta, pero esos porcentajes no se deberían comparar por lo menos desde la sinceridad intelectual. No me imagino a la izquierda votando a Larreta (quizá algunos poquitos a lousteau..)como tampoco al FPV votando por Larreta (quizá alguno mas votando a lustó en relación a la izquierda). Quizá se fuguen algunos votitos de lusto a Larreta pero no mas que eso. En definitiva no ir a votar puede quedar como poco democrático (y muy peronista para el porteño, referencia ineludible de los años de la proscripción en los 1900), votar en blanco beneficia matemáticamente al primero. A veces es bueno no ser porteño (o por lo menos no tener dirección allí) pero lo siento especialmente por los votantes del FPV. Creo que cualquier cosa es aceptable, menos votarlo a Larreta, porque luego sea lo que sea los medios "independientes" van a mostrar los datos de la manera mas favorable a macri. Saludos y muy bueno tus comentarios Dante. Luis Diego
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