En los anales
de la instalación de agenda habrá que recordar el modo en que, desgastado el
siempre inminente desastre hiperinflacionario que nunca llega (como el General
Alais, como Aquiles detrás de la tortuga), la sociedad argentina ha estado
debatiendo en la última semana sobre el borrador de un anteproyecto de
ordenamiento del Código Penal. Por si usted no está al tanto todavía pues por
alguna sana decisión ha decidido alejarse por una semana de los temas que
aparentemente preocupan a la opinión pública, le cuento que el Frente Renovador
de Sergio Massa apoyado en una enorme campaña de instalación que incluye desde
prensa afín hasta encuestas telefónicas en hogares, ha salido a rechazar lo que
sería la primera aproximación a un anteproyecto creado por una comisión
especial para darle coherencia a un código penal que rige desde 1921 plagado de
contradicciones y obsolescencias. Esto tiene que ver con los centenares de
modificaciones y parches que éste ha sufrido al calor de las presiones de cada
época. Asusta el nivel de desinformación sobre el que este debate transcurre
tratándose de algo tan sensible pues incluso quien escribe estas líneas está
haciendo elaboraciones sobre los trascendidos que algunos interesados dan por
hecho. Pero angustia más de lo que asusta el modo en que se ha tergiversado el
contenido de este proyecto que debe ser elevado al poder ejecutivo para que
éste realice las modificaciones que crea pertinentes antes de ser sometido a la
tarea de los legisladores para que, por supuesto, también puedan incluir los
cambios que se consideren necesarios. Según la página web que Sergio Massa creó
para promover un llamado a consulta popular en materia penal amparado en cierto
vacío legal que deja el artículo 40, el proyecto creado por una comisión plural
integrada por Eugenio Zaffaroni, León Arslanián (cercanos al oficialismo), María
Elena Barbagelata (PS), Federico Pinedo (PRO) y Ricardo Gil Lavedra (UNEN) reduciría las penas de 20 de los delitos más graves del
código penal, y el 82% del total de los
delitos se transformaría en excarcelable;
eliminaría
la reincidencia, la reclusión perpetua y los
delincuentes podrían cumplir
condena en su casa en el 86% de los delitos; lograría que 17.000
delincuentes que hoy están presos salgan a la calle y bajaría las penas de 146
delitos entre
los que se encuentra el de tráfico y venta de drogas, homicidio agravado, violación
agravada, contrabando, secuestro seguido de muerte intencional, tortura, corrupción de menores, delitos de “guante blanco”, entraderas
y salideras con armas, robo con
armas, delito de extorsión, trata de menores y abigeato.
La gran mayoría de estas afirmaciones se basan en
interpretaciones sesgadas y hechas con mala fe. Otras son mentiras y otras no.
En términos generales, se afirma que un importante número de delitos se
transformaría en excarcelable pero la excarcelación es un asunto del Código Procesal
que depende de cada una de las provincias y no del Código Penal. Es más, muchas
de las injusticias vinculadas a delincuentes peligrosos que han sido
beneficiados con excarcelaciones y han vuelto a delinquir no tienen que ver con
la pena instituida por el Código Penal sino con los procedimientos. En cuanto a
la reclusión perpetua, el nivel de desinformación del cual son cómplices los
comunicadores es indignante pues ésta no se aplica de hecho desde hace mucho
tiempo y reclusión perpetua es, en la actualidad, igual a 18 o 20 años de
prisión. Frente a esto, el nuevo código elimina esta figura inaplicada pero
eleva la pena máxima a 30 años. Asimismo, inverosímil y de dudosa rigurosidad
es la afirmación que indica que 17000 pesos saldrán a la calle, esto es, más de
un 25% de una población carcelaria en la que el 70% está tras las rejas a pesar
de no tener condena. Por último, es inexacto que se baje la pena de 146
delitos. Son 116 los que bajan, pero se suben las penas de 159 delitos y se
crean 85 tipos penales nuevos. Estos datos fueron obtenidos del coordinador de
la comisión, Roberto Carlés, en una nota que éste brindase a Irina Hauser de Página 12 el último domingo y en la que
invito a profundizar también en aquellos puntos donde Massa no miente. Por
ejemplo: la baja de la pena para delitos de trata.
Ahora bien, más allá de la discusión técnica que a
la gran mayoría de los ciudadanos nos excede y en la que generalmente nos
movemos por intuición, cabe remover un poco la hojarasca para aclarar qué
estamos discutiendo. Porque más que un anteproyecto estamos discutiendo una
caricatura, aquella que muestra al gobierno representado por el Juez de la
Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni y a éste como una suerte de abolicionista
furioso que está en contra de toda pena y que considera que los delincuentes
deben estar todos libres porque son víctimas de una sociedad desigual. ¿Alguien
puede pensar que Zaffaroni es capaz de poseer un pensamiento tan lineal y que,
a su vez, este pensamiento lineal sea el preferido del partido de gobierno? ¿Nos
toman por idiotas o se burlan de nosotros?
Sobre el pensamiento de Zaffaroni, conocido como
“garantismo”, se pueden decir muchas cosas pero ninguna encaja en esta
caricaturización. Si se toma un texto como En
busca de las penas perdidas (1989) o la introducción que realizara a una
compilación sobre el abolicionismo penal en América Latina (2012), se podrá
observar que hay en Zaffaroni un intento de demostrar la imposibilidad de una
fundamentación racional de la pena y de denunciar la total deslegitimación que
poseen sistemas penales que no hacen más que castigar a los sectores más
vulnerables y fabricar delincuentes cada vez más peligrosos. Además, por sobre
todo, su garantismo advierte que las miradas clásicas del ámbito penal hacen un
excesivo énfasis en el deber ser, como si todo se redujese al contenido de la
norma y a la coherencia interna del sistema penal más allá de su aplicación.
Así, de tanto pensar en cómo debería ser, según Zaffaroni, se olvidan de lo que
es y de esa manera puede existir una Constitución que tenga las mejores
intenciones y que, sin embargo, en la práctica, la mayoría de sus normas y
principios no se apliquen.
En este sentido, el abolicionismo que se le
adjudica a Zaffaroni no es tal o, en todo caso, dicho por él mismo, aparece
como una utopía para una sociedad completamente distinta a la nuestra. De esto
se sigue que el ideal de una sociedad sin un sistema punitivo no sería “de este
mundo” y de ello se deriva, a su vez, que Zaffaroni reivindique aspectos del “derecho
penal liberal” encargado de ponerle límites a los avasallamientos autoritarios
del poder estatal. Dicho en otras palabras, más allá de que sea crítico de la
antropología subyacente a esta mirada liberal y advierta sobre los senderos
históricos que esta visión transitó, Zaffaroni encuentra en el derecho penal
liberal un paso adelante hacia un sistema penal mínimo en pos de una mayor
libertad y no a favor de los delincuentes.
La labor política, judicial y académica de
Zaffaroni no está exenta de críticas ni de posiciones controvertidas. Incluso,
desde mi punto de vista de ciudadano me resultan, al menos, contraintuitivas
algunas de las modificaciones de penas propuestas para determinados delitos que
elaboró la comisión. Pero un tema así debería discutirse con los papeles en la
mano y no con una caricatura del proyecto y de aquellos que trabajaron en su
realización. Sin embargo, la instalación de agenda es así y, en temas tan
sensibles, la responsabilidad institucional y ciudadana nos obliga a participar
y a dar razones incluso en un campo minado de mentiras y tergiversaciones. Será
difícil y probablemente sea una batalla que estemos a punto de perder, casi
como cuando en el fútbol te cobran un penal en contra. Pero de vez en cuando
los penales son atajados o la presión hace que los pateadores fallen. De aquí
que nadie nos pueda quitar la remotísima ilusión de dejar bien al desnudo a los
caricaturistas que, de tan burdos, puede que acaben transformándose en una
caricatura de sí mismos.
1 comentario:
Buen análisis. Da para pensar. Gracias
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