La desmentida
del Papa Francisco al diario La Nación
que, a través del periodista Mariano Obarrio, había informado en tapa el
llamado a una reunión entre el gobierno, sindicalistas y empresarios a pedido
de la máxima jerarquía de la iglesia católica, se transformó en una de las
operaciones de prensa más escandalosas del año que recién comienza. En tanto
tal no tiene demasiado sentido realizar un análisis estrictamente profesional
acerca del ejercicio del periodismo sino indagar en el sentido de la operación
y la carga simbólica que tal noticia, de haber sido cierta, hubiera implicado.
En primer lugar, una intervención del Papa
hablaría de una profunda crisis política en Argentina. De hecho el antecedente
de una mediación papal nos lleva rápidamente al conflicto del canal de Beagle
con Chile en el que el rol de Juan Pablo II y el cardenal Samoré fueron
determinantes para garantizar la paz.
Asimismo, a la
instalación de la idea de crisis que se hubiera puesto de manifiesto de haber
sido real la operación de prensa perpetrada por Obarrio, le seguiría, como
segundo elemento, una clara demostración de impotencia del gobierno argentino en
tanto incapaz de resolver las tensiones económicas y la puja distributiva. Tal
impotencia tendría como corolario una suerte de cesión de facto del poder a una
autoridad eclesiástica que goza de gran popularidad en el pueblo argentino pero
que no tiene la legitimidad democrática ni la decisión de intervenir en los
asuntos internos de nuestro país. Porque más allá de que la fantasía de los
sectores conservadores de la Argentina era que la entronización de Francisco
trasladara el eje del poder de la Casa Rosada al Vaticano, lo cierto es que el
Papa hasta ahora no sólo no se ha enfrentado al gobierno argentino sino que su
prédica latinoamericanista y anti neoliberal coincide con las principales
líneas de la política de la administración kirchnerista.
Por último, un
cuarto elemento que se hubiera seguido del llamado a una reunión por parte de
Francisco era una desjerarquización de los actores. En otras palabras, se
estaría ubicando a sindicalistas y a empresarios al mismo nivel que el
gobierno/Estado, casi como 3 facciones de interés en disputa.
Dicho esto no
queda más que parafrasear cierto slogan de un conocido multimedio y afirmar que
los deseos pueden taparse o pueden presentarse como información, realizar una
operación de prensa y hacerse tapa.
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