"¿sos tan
diferente? ¿No sos igual a mí? Esperando 1989”. Luca Prodan, 1987
“La gente en
la calle nos pide que nos unamos” repiten referentes de partidos de la
oposición desde el último cacerolazo del 18 de abril. Y debe ser así pues, al
menos por ahora, no parece haber otra manera de ganarle al kirchnerismo. Sin
embargo, con buen tino, también existen hombres y mujeres de relevancia
partidaria que desde esos mismos espacios advierten que la unidad en el espanto
puede derivar en una victoria pírrica que implosionaría no bien alcanzado el
gobierno, además de, obviamente, transformarse en una caricatura de la ya
caricaturesca antiperonista Unión Democrática. Al fin de cuentas, ¿qué tipo de
consistencia puede tener un gobierno que incluya, entre otros, a Binner,
Moyano, Alfonsín, Macri, Prat Gay, Tumini, Carrió, Pino Solanas, Miceli y
Redrado, por nombrar algunos?
Con todo y si
bien se descuenta que esta unidad no se establecerá en las elecciones de 2013, comicios
en los que, al elegirse cargos legislativos, no hace falta ser la primera
mayoría, no sería descabellado pensar que habrá una serie de globos de ensayo
de cara al 2015. En esta línea, el primero parece ser el del peronismo residual
ex duhaldista que incluyó a referentes de la derecha peronista como De la Sota,
De Narváez, Moyano, Rucci y el saltarín Lavagna, quien, no olvidemos, fue
ministro de Duhalde, de Kirchner y luego, candidato a presidente por, aunque
usted no lo crea, la UCR. Mientras resta
por ver si a ese armado se le puede sumar Macri, algo que, por ahora, está en
plena negociación, del otro lado queda una cantidad de átomos capaces de
confluir en una línea “progre-social demócrata-republicana” cuyo liderazgo será
disputado entre Binner y un referente radical. Estos serían, entonces, los dos
grandes bloques (más allá de la duda sobre el rol de Macri) que enfrentarían a
un kirchnerismo que contaría con una base cercana al 40% de los votos.
La distinción entre estos bloques tiene
ciertos fundamentos ideológicos, más allá de algunos nombres propios de pasado
sinuoso que también son parte del partido gobernante. Por decirlo de algún
modo, el oficialismo reivindica una política nacional y popular que engloba a
cierta parte del progresismo y al peronismo de izquierda; a la UCR y al
socialismo (al modo argentino) los une el reclamo de institucionalidad, y al
peronismo residual los aglutina la interna peronista que se juega hace más de
40 años y que tiene como bandera al Perón de la reconciliación nacional que
echó a los imberbes de la Plaza.
Ahora bien, en este escenario relativamente
optimista en que la oposición alcanza, al menos, a reunirse en dos grandes
bloques frente al bloque oficial, no parece haber mucho espacio para el
supuesto pedido de “la gente” que acompaña los cacerolazos. Me refiero, claro
está, a la idea que se indicaba al principio de esta nota, esto es, el “únanse”
todos frente al kirchnerismo. De esto se seguiría una enorme dificultad para
vencer al gobierno próximo a cumplir 10 años de gestión, pues el desencanto de
una mitad de la población se dividiría en dos alternativas.
Pero ¿existen
tantas diferencias ideológicas entre los bloques opositores? Si nos remontamos
al origen de cada uno de los partidos en cuestión y a su comportamiento más o
menos estándar habría que decir que sí y, sin embargo, creo que no. En esta
línea, echemos una mirada a algunos temas puntuales: Binner compartiría con
Macri y con De la Sota, por ejemplo, su favoritismo por el candidato venezolano
perdidoso Henrique Capriles; Sánz y Del Sel acordarían en la necesidad de
acabar con la Asignación Universal por Hijo para evitar que “se vaya por la
canaleta del juego y la droga”; las policías de Santa Fe y Ciudad de Buenos
Aires podrían realizar tareas conjuntas en las que la única perjudicada sea la
seguridad de los inocentes; Moyano abogaría, junto a Schoklender, Carrió y
Lavagna, por la necesidad de una restauración de la república; Alfonsín y Pino
Solanas serían capaces de poner todo el énfasis de su oralidad al servicio de
la indignación de la semana; Victoria Donda y Gaby Michetti dirían que “no está
buena” la reforma de la justicia; Prat Gay y Gil Lavedra harían una “vaquita”
para pagar a los fondos buitre y reinsertarnos en el mundo; Cobos y
Sturzenegger pagarían el 82% móvil para en un par de años desfinanciar al ANSES
y salir a endeudarse, y Laura Alonso y Cecilia Pando compartirían un cartel de
una ONG de militares “presos políticos” que llame traidores a todos los
kirchneristas.
Lo que esto muestra es que la polarización
existente en la Argentina y el marcado de agenda impuesto por las grandes
corporaciones ha llevado a referentes de tradiciones diversas a un
oposicionismo zonzo que iguala las perspectivas detrás de la negación
sistemática a todo aquello que provenga del oficialismo. En los referentes más
cercanos a la derecha puede existir un auténtico convencimiento de que aquella
es la agenda correcta pero en los sectores más vinculados a la socialdemocracia
lo que parece actuar es el temor a las represalias de las usinas mediáticas,
aquellas que les exigen públicamente que se unan a cualquier costo.
Lamentablemente, la experiencia del 2011 en la
que la diferencia entre CFK y sus competidores llegó a casi el 40% de los
votos, no hizo que la dirigencia política opositora entendiera que el error
había sido seguir a rajatabla una estrategia impuesta por los grupos
concentrados del capital y por esa batalla casi “personal” que el grupo Clarín
libra contra el gobierno; más bien, por el contrario, los opositores toleraron
la humillación de las grandes plumas que los acusaron de no estar a la altura
de las circunstancias y de ser los responsables de la catástrofe. Así, tras la
paliza electoral, ni el peronismo residual, ni la UCR ni el FAP dieron un golpe
de timón para retomar una agenda propia que pudiera, eventualmente, en algunos
aspectos centrales, coincidir con la del gobierno nacional. Es más, en el caso
del FAP, incluso, el haber obtenido el segundo puesto hizo que Binner dejara
esa posición más conciliadora que reivindicaba algunos logros gubernamentales
para transformarse en la esperanza blanca de las señoras de Recoleta que asiste
a los canales de televisión a refrendar voluntariamente cualquier tipo de
crítica al gobierno nacional.
Así, paradójicamente, la tan elogiada “estrategia
Capriles” no ha sido observada en toda su dimensión pues su logro no fue
simplemente unir a toda la oposición detrás de un candidato sino, por sobre
todo, plantear un discurso diferenciado del chavismo pero no radicalmente oposicionista.
Se trataba de plantear un momento de superación del chavismo, de proteger los
logros del socialismo del siglo XXI y resolver las deudas pendientes.
Probablemente, un triunfo de Capriles hubiese mostrado que la pretensión de
erigirse como un neochavista opositor era simplemente una estrategia discursiva
pero, en el caso de la Argentina, la oposición ni siquiera pretende tal engaño y se muestra tal como es.
Por todo lo dicho, a juzgar por las posiciones
que defienden hoy, no habría grandes diferencias, en lo que a políticas
respecta, entre los candidatos opositores, pues temas clave como la ley de
medios (hoy en día denostada incluso por el FAP) o la recuperación de las AFJP,
son atacados con argumentos similares por todo el arco político no kirchnerista.
Por ello, el hecho de que no haya acuerdos para conformar un frente
antikirchnerista obedece más a ambiciones personales que a convicciones
ideológicas. En eso los editorialistas de medios hegemónicos tienen razón.
Indiferenciados
y sin agenda propia, entonces, la oposición argentina me recuerda aquella
canción estilo reggae de los años 80 con letra en inglés que Sumo bautizara “No
tan distintos”. No sólo por su título sino porque el estribillo que repite una
y otra vez (“esperando 1989”) parece ser una radiografía de la única esperanza
opositora: que se repita el golpe de mercado que disparó la inflación y que
seguramente ningún gobierno podría resistir.
1 comentario:
un triunfo de Capriles hubiese mostrado que la pretensión de erigirse como un neochavista opositor era simplemente una estrategia discursiva pero, en el caso de la Argentina, la oposición ni siquiera pretende tal engaño y se muestra tal como es.
menos mal, acá son sinceros y muestran lo brutales que pueden ser. Excelente post abrazos fernandobbca
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