Días atrás, en
ocasión de la discusión acerca de las restricciones a la compra de dólares, el
periodista Víctor Hugo Morales lanzó una propuesta osada. Se trató nada más y
nada menos que de un gesto que podría juzgarse como temerario visto desde la
perspectiva de los últimos 30 años en Argentina y que no es otra cosa que el
llamado al cambio cultural de desdolarizar la economía y, sobre todo,
desdolarizar la cabeza de los argentinos. El periodista uruguayo ofreció
pesificar sus propios ahorros y, algunos días después, la presidenta se hizo
eco de la iniciativa y anunció que pasaría a pesos el dinero de un plazo fijo en
dólares a la vez que exhortó al resto de los funcionarios a hacer lo mismo. La
propuesta de Morales fue tildada de “cándida” por Jorge Lanata y puede que algo
de eso haya pero creo que de este gesto pueden seguirse una serie de
conclusiones interesantes para reflexionar acerca de la política, la cultura,
la naturaleza humana y la función de las instituciones.
Lo diré en estos términos: el gesto de ninguna
persona, aun cuando se trate de un presidente con amplio apoyo popular, puede
generar un cambio cultural total pero podría decirse, al mismo tiempo, que las
acciones que realizan quienes tienen grandes responsabilidades, no resultan
indiferentes. Veamos un ejemplo cercano: la década del 90, creo yo, derivó en
un desastre social y económico pero, por sobre todo, acabó en una debacle
cultural. Me refiero a que independientemente de las privatizaciones, el
desempleo, la exclusión y la inequidad, el menemismo fue ante todo símbolo del
individualismo, la frivolidad, el derroche y la corrupción, todos elementos que
estaban presentes en la sociedad, pero que fueron excitados hasta el paroxismo
por aquellos años. A su vez, para ser indulgentes con la sociedad, dígase
también que en escenarios de crisis colectivas sean éstas políticas, económicas
o sociales, es bastante natural que afloren sentimientos egoístas y se concluya
rápidamente que la única salvación posible es individual. Esta trillada
observación sirve, a su vez, de puente para reflexionar acerca de una pregunta
central de la teoría política desde sus orígenes, esto es: ¿cuál es la
naturaleza de los hombres? ¿El Hombre es un animal social que depende de un
vínculo con otros humanos o es malo, egoísta y asocial por naturaleza? ¿O no
será que era bueno pero la cultura lo “pervirtió”? Algunas de estas preguntas
son las que atraviesan las reflexiones de Aristóteles, Hobbes, Locke y Rousseau
entre otros y resultan centrales porque de la respuesta que se dé dependerá el
sistema de gobierno adecuado. En este sentido, si el Hombre es malo por
naturaleza y tal condición lo lleva a una guerra potencial de todos contra
todos, parece necesaria la existencia de un Estado fuerte capaz de imponer el
orden. Como contrapartida, si el Hombre fuese bueno por naturaleza y tuviera
cierto grado de socialización natural, aunque incapacidad para poder resolver
algunos de los conflictos, necesitaría de un Estado mínimo capaz de hacer de
juez en esas contiendas.
Los gobernantes, entonces, sin duda, deben
conocer las características de los gobernados lo cual, si no quiere expresarse
en términos de naturaleza humana debe, al menos presentarse como aquello propio
de la cultura y la idiosincrasia de un pueblo. En este sentido, siempre
recuerdo aquella frase del Ministro de Economía de Raúl Alfonsín, Juan Carlos Pugliese
que tras una reunión con empresarios en la que imploró apoyo, declaró resignado
“les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. No hace falta ser
Maquiavelo para notar que Pugliese no conocía la idiosincrasia de los
empresarios argentinos y que ese desconocimiento lo llevó a adoptar una
posición, como mínimo, cándida. Algo parecido podría, quizás, achacársele al
gobierno actual cuando le exige a la población que antes de comprar dólares
piense en el bienestar del país y que adopte el punto de vista de aquello que
resulta mejor para la sociedad toda. Que todos los ciudadanos obraran así
resultaría maravilloso pero hay que tomar en cuenta que se es un gobierno de
una comunidad de hombres y no de ángeles, razón por la cual habrá muchos que
seguirán pensando en términos individualistas y que incluso no dudarían en
afectar los intereses del país si este no se corresponde con sus pretensiones. Sin
embargo, como decía en un principio, aun cuando muchas veces buena parte de las
sociedades se encuentran más cerca del infierno que del cielo, es injusto
afirmar que los gestos simbólicos de un gobierno acaban siendo irrelevantes. Y
esto me traslada al pensamiento de un contemporáneo de Sócrates que pasó a la
historia como “el malo de la película”. Me refiero a Protágoras. Se trata de
unos de los sofistas más reconocidos, amigo de Pericles y la democracia, y con
gran prestigio en Atenas. Pero, aparentemente, un Tratado agnóstico de su
autoría, habría provocado la ira de las autoridades que lo expulsaron de la
ciudad y quemaron todos sus escritos. Por esta razón es que el pensamiento de
Protágoras es reconocido sólo a partir de comentarios de otros autores, algunos
de los cuales, claro está, como Platón y Aristóteles, fueron sus abiertos
enemigos. Para la posteridad ha quedado la frase “El hombre es la medida de
todas las cosas”, definición que no está libre de variadas interpretaciones. La
clásica es que Protágoras estaría defendiendo un relativismo absoluto por el
cual lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo justo y
lo injusto son determinados por cada individuo. Sin embargo comentadores
contemporáneos han reconstruido el pensamiento de Protágoras desde otra
perspectiva que podría catalogarse de comunitarista o relativista cultural. Por
ejemplo, el profesor español José Barrio Gutiérrez afirma que cuando Protágoras
indica que el hombre es la medida de todas las cosas, en realidad está diciendo
que efectivamente cada uno es el que juzga pero ese juicio está determinado por
la pertenencia de ese individuo a una comunidad. En este sentido, sería cada
comunidad la que determinaría qué es el bien, qué es lo bello, etc. Pero algo
que me sorprendió de esta reconstrucción del pensamiento del sofista de Abdera
es el rol que éste le da a las instituciones democráticas y a la sociedad. Me
refiero a que para Protágoras, el Hombre sería malo, egoísta e individualista
por naturaleza. Sin embargo, al formar parte de una comunidad democrática, esto
es, un sistema basado en la libertad como ejercicio colectivo, esa naturaleza
hostil se modificaría paulatinamente. Dicho de otro modo, ese individualismo
original iría cediendo terreno a un punto de vista general impulsado por la
educación y las instituciones democráticas. Esto supone una transformación
asombrosa que aparece como una suerte de “segunda naturaleza del hombre”,
social y colectiva, una “naturaleza política”. Esta segunda naturaleza es la
que permite al Hombre dejar de pensar en sí mismo, abandonar el “yo” y adoptar
el punto de vista de un “nosotros”. En este sentido, está claro que el gesto de
un periodista o de la presidente de un país no alcanza para generar un abrupto
cambio cultural pero puede que sea un aporte a una mirada colectiva que se
construye día a día, no sólo desde la familia y la escuela sino también a
partir del ejemplo que brindan los máximos referentes de una sociedad.
2 comentarios:
Muy bueno..como siempre..Dante!
Me permito decir..que Rudolf Steiner, el creador de la Antroposofía..hablaba de los tres principios de la revolución francesa. Libertad igualdad y FRATERNIDAD.
lIBERTAD en lo "Cultural-religioso" (cada uno puede pensar lo que quiere)
IGUALDAD en lo "Legal".(igualdad de oportunidades y leyes )
FRATERNIDAD..en lo "Económico"...Este es el unico terreno en donde lo económico puede entrar.Según Steiner..Marx confundió en algun sentido el termino "Igualdad" Y lo derivó en lo económico..EL comunismo es su derivación. Libertad en lo económico...sería este capitalismo, neoliberalismo que se come al otro..sin limitaciones.
Y para terminar..este idea del NOSOTROS..es interesante puesto que el hombre en su reconocimiento de sí mísmo, y en su necesaria individualización...va perdiendo al percepción del YO AJENO..Gracias por tu nota
Como detallista empedernido, admiro a quienes tienen la sutileza para diferenciar entre el capitalismo de amigos de los multimillonarios "nacionales y populares" de los 90 con los de esta década. "Nosotros" o "ellos" no somos "todos". Más que una segunda naturaleza, hay una dualidad manifiesta. El "individualismo", que lleva a una obscena acumulación de dinero y poder, parece más lícito cuanto más cercano es el grupo social que los líderes usan como excusa para su permanencia en el poder. Ni que decir si uno mismo se beneficia... Pragmatismo mata ética.
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