“La gente tiene comprensión de
texto”, afirmó CFK en la entrevista que brindara a Duro de Domar a propósito de
la enésima aclaración respecto a su decisión de no candidatearse. Los que no
parecen tener comprensión de texto son muchos dirigentes y periodistas, algunos
de los cuales han hecho burdas operaciones de prensa en torno a su eventual
postulación.
En todo caso, y más allá de que
el próximo 25 de mayo una plaza entera recitará “la letanía” de “Cristina
presidenta”, el nombre de CFK no estará en las boletas, lo cual es, para el FdT,
un problema.
Es que, aunque se ha dicho hasta
el hartazgo, CFK es la candidata que más votos tiene en la Argentina. Sin
embargo, también tiene una imagen negativa que casi con seguridad le impediría
ganar un balotaje. “Piso alto y techo bajo”, para decirlo con la terminología
de encuesta.
Naturalmente, como parte de la
disputa por el sentido del presente y de la historia, se discutirán las razones
por las que CFK decide no ser candidata. Ella ha sido oscilante y lo que
primero apareció como una decisión personal, luego comenzó a mezclarse con una supuesta
imposición externa, lo cual es siempre una salida más elegante: la
proscripción.
Pero digámoslo de esta manera: ¿Hay
sectores del poder que la quisieran proscribir? Sí. ¿Es posible una eventual
proscripción en el futuro? Sí. ¿Esta proscripta? No. Esto es un dato. En todo
caso, luego podemos especular, pero esta es la foto de hoy: si ella quiere, se
presenta.
Claro está, asumir que una de las
razones por las que no se presenta es que electoralmente es casi una garantía
de derrota en segunda vuelta, parece ofensivo para sus seguidores. Sin embargo,
no debería serlo, especialmente si asumimos que es falso que los pueblos nunca
se equivocan. Entonces, si hacemos el ejercicio de no tomar como una afrenta
personal el dato de que CFK no es una carta ganadora para las elecciones,
independientemente de si nos gusta más o menos, será posible un análisis más
racional.
De hecho, hay muchas variables
que pueden entrar en juego, pero de fondo la cuenta no es tan compleja: CFK
perdió en 2017 contra Esteban Bullrich una legislativa en la provincia de
Buenos Aires; luego, en 2019, como también indicara en la entrevista, frente a
sectores del peronismo que le habían dado la espalda (Alberto-randazzismo,
massimo, CGT, movimientos sociales, algunos gobernadores), y frente a la
evidencia de que “con ella sola no alcanza”, debe ceder la cabeza de la fórmula
para ganar. Tras cuatro años de un mal gobierno donde ella tuvo un grado de
responsabilidad, no solo por ser quien ungió al presidente sino por ocupar el
rol de vicepresidente y tener gente “propia” en toda la administración, ¿es
posible pensar que puede ganar? Una vez más: que nadie se ofenda. No es contra
ella. De hecho, todos los números avalan que durante los más de 12 años de
kirchnerismo se vivió infinitamente mejor que lo que se vive ahora, lo cual
explica que más de una generación se sienta profundamente identificada con el
proceso kirchnerista. Nadie duda que, CFK dixit, “no éramos Disneylandia” con
una inflación del 25%, restricciones externas, etc… pero vamos… cualquiera que
se permita hablar sin espuma en la boca reconocerá esto, desde los que se
llaman Juan Domingo, Néstor y Eva, hasta el gorila más recalcitrante. Se vivía
mejor y vivieron mejor todos. Son datos. Ahora bien, ¿esto alcanza para ganar
hoy? No.
Es natural que ni ella ni nadie
del espacio acepten esto. Si yo estuviera en su lugar, tampoco lo aceptaría.
Pero además, y en este punto sí entro en un terreno de especulación o, en todo
caso, en un elemento que creo inferir de sus acciones y sus discursos pero del
cual no hay plena certeza, creo que hay un segundo conjunto de razones para la
toma de esta decisión: CFK está cansada y asumir un eventual nuevo mandato
supone un desgaste fenomenal. Una vez más, aun quienes más la detestan deberían
aceptar que esta mujer ha pasado por todo y hoy cuenta con 70 años.
Mientras se escuchan
comunicadores que dicen “ella ya no decide, es el pueblo el que la ha puesto
ahí”, o cosas por el estilo, uno no puede dejar de imaginarse a CFK diciendo
“¿por qué no se van a la mierda? ¿Quiénes son ustedes para decirme a mí en qué
lugar me pone el pueblo?” Este desgaste probablemente esté acompañado de una
profunda desazón, ya no con el ciudadano de a pie, sino con los propios
dirigentes. Con esto quiero decir que, seguramente, salvo contadas excepciones,
CFK sabe que el operativo clamor lanzado por muchos de ellos tiene que ver con
el modo en que éstos se beneficiarían colgados de la boleta de CFK y no con
convicciones profundas o respeto por su liderazgo. De hecho, muchos de estos
dirigentes no solo forman parte de un kirchnerismo mágico, sino de una variante
de “cristinismo no cristinista” o “cristinismo imaginario” que construye una
CFK distinta a la que es en realidad: más progresista que peronista, más
ideologizada que pragmática. Dicen obedecer a alguien al que no escuchan ni
quieren entender. Son los que dicen que ella es la mejor, pero quieren que ella
se parezca a ellos; son los obsecuentes de una CFK imaginaria creada a imagen y
semejanza de las taras ideológicas de sus constructores.
Entonces ahora se milita la épica
de un 17 de octubre que llega como farsa de redes sociales, cuando lo cierto es
que la amenaza del “Si la tocan a CFK, qué quilombo se va a armar”, quedó en la
playlist de Twitter. Porque le tiraron piedras al despacho y la condenaron, y
no se armó ningún quilombo; porque le gatillaron dos veces en la cabeza y no prendieron
fuego ni un tacho de basura. Entonces, ¿por qué CFK debería volver a poner el
cuerpo? Que alguien se dedique a la militancia política toda la vida y que
entienda que primero está la patria, luego el movimiento, etc., no hace que su
dimensión personal desaparezca.
Las referencias a “tomen el
bastón de mariscal”, “yo ya di todo”, o el llamado al “empoderamiento” de
algunos años atrás, van en esa línea. Nadie la obligó a ser presidenta, pero
estar en ese lugar supone enormes costos a nivel personal, imagino, y no se
puede dejar de lado ese aspecto en el análisis.
Para cerrar, entonces, entiendo
que la conjunción entre el cálculo electoral y el hastío personal ante los
ataques de los adversarios y una dirigencia propia que no ha estado a la altura
de lo que está en juego, son las principales razones por las que CFK ha tomado
la decisión de no ser candidata. Es más, considero que ya en 2015 ella había
tomado la decisión de no ocupar cargos, pero la necesidad de sostener Unidad
ciudadana en 2017 y convencer al núcleo duro para que en 2019 vote a Alberto
Fernández, la llevaron a poner entre paréntesis su decisión original. Si las
circunstancias hacen que en un futuro ella considere que es necesario volver a
jugar, es imposible saberlo. Con todo, haciendo comprensión de texto (y de
contexto), parece difícil.
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