Todo el palabrerío que circunda
en los meses, semanas y días previos a una elección se enfrenta a la cruda
realidad en el preciso momento en que se abren las urnas y se cuentan los
votos. Claro que, por suerte, para aquellos que somos parte del palabrerío y
vivimos de eso, ningún resultado habla por sí mismo ni tiene una lectura
unívoca de modo que el círculo del palabrerío vuelve a comenzar.
¿Quién es el gran ganador y el
gran perdedor de la elección? ¿El resultado plantea un nuevo escenario? ¿Hubo
sorpresas? ¿Las encuestas siguen siendo operaciones de quien las paga o son
representativas de la voluntad ciudadana? Las preguntas podrían continuar pero
me contentaría con tomar como eje las aquí mencionadas aunque, quizás, de
manera entremezclada. Porque, por ejemplo, hay una conexión entre la pregunta
acerca de los grandes ganadores y perdedores de la elección y las sorpresas, o
dicho de otra manera, el carácter de gran victoria o gran derrota muchas veces
no obedece a los números duros sino a su adecuación a las expectativas. Y a su
vez, decretar un nuevo escenario está relacionado también con los diagnósticos
y las lecturas previas.
En este sentido se podría decir
que el FPV obtuvo lo que las encuestas auguraban alcanzando una diferencia del
orden de los 8,5%. La distancia con su inmediato competidor no es definitiva
pero es importante especialmente si se toma en cuenta que, candidato contra
candidato, esto es, Scioli versus Macri, la diferencia supera los 14%.
Asimismo, el oficialismo ganó en 20 de los 24 distritos obteniendo incluso un
gran triunfo en Santa Fe y, en 2 de los 4 en los que resultó perdidoso, San
Luis y Córdoba, es de esperar que el escenario cambie pues De la Sota no va a
competir y se desconoce si Adolfo Rodríguez Saá continuará como candidato para ayudar a que su
hermano se alce con la gobernación o acordará con el gobierno nacional un apoyo
a Scioli.
Con todo, el escenario ideal para
el oficialismo hubiera sido superar la barrera de los 40 (quedó a 1,5% de ese
umbral) y aventajar por más de 10% a la principal alianza adversaria (objetivo para
el que, también, como se indicaba antes, quedó a 1,5%).
Comentario aparte merece la
elección interna del FPV en la provincia de Buenos Aires, elección que se fue
ensuciando desde un principio con incomprobables acusaciones cruzadas, chicanas
y encuestas truchas. Y por si esto no alcanzara, el domingo anterior a la
elección, el principal espacio opositor de la Argentina, el grupo Clarín, montó
una obscena operación en la que una diputada nacional prestó su casa para que
desde allí se le diera voz y legitimidad a condenados por asesinato y
narcotráfico que, tras varios años y ni una sola mención en el juicio,
embistieron contra la figura del actual Jefe de Gabinete. Sin embargo, aun
estando enormemente floja de papeles, paradójicamente la operación enardeció
las ya de por sí enardecidas diferencias que se venían dando “hacia adentro”
entre una fórmula que era presentada como representativa del ala progresista
del kirchnerismo y una fórmula presentada como representativa del peronismo más
clásico. La intuición de quien escribe estas líneas es que la acusación de
Clarín contra Fernández no le quitó votos sino que le permitió “fidelizar” los
que ya poseía e hizo salir de la “neutralidad” al núcleo duro del kirchnerismo
que en la última semana decidió tomar partido claramente por la fórmula que
incluye al Presidente del AFSCA Martín Sabbatella.
Aun así, frente a todos los
pronósticos, la diferencia fue de un escaso 2% y sumando las dos fórmulas, el
FPV arañó los 40 puntos, número que, en la provincia, está por debajo de lo
esperado.
Y si hablamos de Buenos Aires hay
que destacar la buena elección de María Eugenia Vidal, aunque, para ser más preciso
y con todo respeto por la señora, cabría decir que la buena elección la hizo
Macri pues los votos de Vidal son, en realidad, votos de quienes desean que el
expresidente de Boca llegue a la presidencia y votarían cualquier delegado que
éste sugiriera. Si bien es un contrafáctico, los votos que pudiera tener Vidal
si no estuviese “colgada” de la boleta de Macri serían, sin dudas, muchos
menos. La buena elección en provincia de Buenos Aires (cerca del 10% por debajo
de Scioli) fue determinante para que la distancia a nivel nacional no fuera lo
suficientemente amplia y que con los votos de Ciudad de Buenos Aires, Macri
pudiera mantenerse con expectativa de alcanzar la presidencia, más allá de que
el candidato del PRO obtuvo 41,66% en su distrito, esto es, algunos puntos
menos que los que supo obtener su delfín, Rodríguez Larreta, en la primera
vuelta de la elección a Jefe de Gobierno.
Por otra parte, Massa resistió la
polarización y en la sumatoria con De la Sota alcanzó una aceptable performance
de 20% que lo deja “en cancha”. Será difícil que resista la polarización que
vendrá pero lo cierto es que parece que cerca de un 15% de la sociedad está
dispuesta a depositar la confianza en el exjefe de gabinete de CFK que dice
proponer la “vía del medio”.
Con los resultados, naturalmente
y con bastante poca sensatez, no hay periodista opositor que se prive de
sugerirle a Massa y a Macri que se unan, algo que “técnicamente” es imposible y
que políticamente no sería aceptable por ninguno de ellos. Pues Macri logró
posicionarse como la alternativa al kirchnerismo que más votos obtuvo y, con
ello, especula que el voto antikirchnerista que en las primarias se dispersó,
se reoriente hacia él. Su cálculo es que el 30% obtenido es el piso y que al
oficialismo le costará alcanzar el 45% en primera vuelta, lo cual llevaría a un
ballotage que, según el ingeniero, acrecentaría sus chances de vencer. De modo
tal no necesitaría de ningún acuerdo con Massa porque acordar sería ceder algo
a su adversario con un objetivo que puede ser conseguido sin ceder nada. En
cuanto al tigrense, su construcción es a largo plazo y tras el error de no
dedicarse a hacer pie en su provincia, la idea es lograr instalarse como
candidato nacional de cara a 2019. A su vez, diputados, senadores e intendentes
dependen de la suerte del actual diputado de modo tal que pretender “bajarlo”
es una verdadera utopía.
En el oficialismo, por su parte,
se especula con que el objetivo de los 40% con diferencia de 10 está cerca y
que el natural reacomodamiento del voto que se produce entre las PASO y las
elecciones generales hacen que las 4 decenas sean el piso y no el techo de
Scioli. Asimismo, el 38,5% obtenido por Scioli es un voto “puro” mientras que
Macri tendrá que convencer a los votantes de Carrió y Sanz para que ahora lo
voten a él. Si bien entre ambos suman apenas 6% y el puñado de votantes de
Carrió probablemente se incline por el ingeniero, no parece tan claro que el
voto radical se dirija hacia allí sin más, pues Sanz puso en alquiler el
partido y logró que el radicalismo vaya sin candidato propio a cambio de
“colgarse” de un candidato competitivo que acabe fortaleciendo las estructuras
locales, pero eso no significa que el votante radical se sienta representado
por Macri. En este sentido, la beneficiada indirectamente podría ser una
Margarita Stolbizer que con 3,5% de los votos demostró que hoy la ciudadanía no
cree posible un discurso progresista por fuera del kirchnerismo.
Para finalizar, cabe decir que, sin
dudas, los ataques al oficialismo estarán dirigidos a Aníbal Fernández, quien
sería, presumiblemente, el futuro gobernador de la provincia de Buenos Aires. Tales
ataques, probablemente, no alcancen para que el jefe de Gabinete pierda su
elección (recuerde que en Provincia de Buenos Aires no hay ballotage y se gana,
simplemente, obteniendo un voto más que el adversario) pero será la forma
velada de atacar a Scioli para que éste no logre los puntos que le permitan
alzarse con la victoria.
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