Se afianza el liderazgo de un
partido conservador en la ciudad de Buenos Aires y eso es para celebrar, porque
la madurez democrática y el aprendizaje que hemos tenido como sociedad, ha obligado
a aquellos intereses e ideologías que otrora impusieron sus condiciones con
ayuda de los cuarteles, a aceptar las reglas de la democracia.
Es más, podría decirse que el PRO
actuó como un partido en el mejor y en el peor de los sentidos pues tuvo su
disidencia interna (las ambiciones personales de Michetti desafiando la
decisión del líder Macri) y el dedo y la lógica verticalista del ex presidente
de Boca para designar “su candidato”, lo cual tuvo, como consecuencia natural, la
respuesta orgánica del “aparato” puesto a disposición de ese candidato. Un
pasito más y deberíamos advertir a la ciudadanía que se está ante una escena de
vieja política y de peronismo explícito que puede dañar la moralidad del
votante medio capitalino.
Prueba también de la virtud y el afianzamiento
del partido conservador es que el PRO pudo obtener un número similar al de
elecciones anteriores sin Macri como candidato y, lo que es todavía más
sorprendente, con un candidato como Rodríguez Larreta que incluso doblegó
holgadamente a la que siempre había aparecido como “el rostro humano” de
Mauricio. En este sentido, (con perdón del ganador de la elección interna) es
tal la penetración que ha tenido el PRO en el electorado citadino que ya ni
siquiera se le exige tener “un rostro humano”. Decir esto no es una provocación
ni una referencia a los rasgos fisonómicos de Rodríguez Larreta, sino simplemente
mostrar que alcanzó con “el” referente de la gestión para arrasar en todas las
comunas; referente que tiene la virtud de haberse cargado la gestión de la
Ciudad en estos 8 años, pero que no parece ser un emblema de cercanía,
solidaridad y empatía con la gente.
En cuanto a sus adversarios, es
de destacar la performance del Frente ECO, una suerte de microemprendimiento
palermitano que habla de evolucionar sin decir hacia dónde y que habla de
transparencia, quizás, porque el recipiente que los contiene está vacío. Con
todo, su prédica tuvo buena recepción en cierto sector bienpensante,
avergonzado de votar a Macri pero profundamente antiperonista, especialmente en
las comunas del centro y el norte de la ciudad. La enorme dificultad para dotar
de identidad a la propuesta, evidentemente, no pudo impedir que este nuevo
sello reciba el apoyo de más de un quinto del electorado que pasó por alto que
Lousteau es “el pollo” de Carrió y que va a enfrentar al PRO a pesar de que a
nivel nacional el PRO y Carrió han sellado un acuerdo.
Por último, si es que la idea es
evaluar el podio, tenemos la performance del FPV. Hay varias cosas para decir
en este punto y quisiera centrarme especialmente en lo que en la jerga
tenística se conoce como errores no forzados, esto es, errores que no dependen
de la acción del adversario. Quizás, el primer pecado haya sido la
sobreexpectativa que, hay que decirlo, tenía sustento en todas las encuestas
previas y los boca de urna. Allí se decía que la propuesta del oficialismo
nacional se encontraba en un segundo lugar consiguiendo un puntaje cercano al
de la primera vuelta de 2011 con Filmus a la cabeza. Sin embargo, la sumatoria
de propuestas alcanzó apenas el 18,7% a pesar de la buena performance
individual de Mariano Recalde que se llevó 2 de cada 3 votos de aquellos que
eligieron participar de la interna.
Ahora bien, más allá del número,
lo cierto es que el FPV paga en las urnas la incapacidad que tuvo para generar
políticas y opciones electorales de peso en el distrito. Pues desde la
inolvidable decisión de Alberto Fernández de “servirle en bandeja” la Ciudad a
Macri, dividiendo al oficialismo entre Telerman y Filmus, no ha encontrado una
manera de hacer una oposición propositiva con la ductilidad para interpelar al
porteño. No ayudan aquellos analistas afines al oficialismo que tras cada
elección aducen, con resignación, que el electorado porteño es malo, egoísta y “no
nos entiende”. Ir en esa línea, además de moralizar la política, es una suerte
de reivindicación de la calidad del voto a la inversa, algo así como que los
pobres, en su calidad de pobres, votan bien, mientras que los habitantes de la
ciudad más rica del país votan mal porque están completamente determinados por
los medios de comunicación. Por si hace falta decirlo, los medios de
comunicación tienen una enorme influencia y su caja de resonancia es la Capital
Federal pero nunca hay una completa determinación tal como se comprobó en 2011
cuando la candidata a presidente que más votos obtuvo en el distrito fue CFK. Y
hasta me atrevería a decir que si la presidenta pudiera volver a presentarse
hoy, incluso contra Mauricio Macri, obtendría al menos 3 de cada 10 votos del
electorado porteño.
Pero si hablamos de un error en
la construcción de una propuesta también habría que decir que se cometieron
errores en la estrategia electoral pues, eximiendo de culpa a Recalde que en
poco tiempo logró posicionarse y probablemente haya obtenido su piso y no su
techo de votos, llevar 7 candidatos, más que acercar votos,
sirvió para demostrar que hay referentes o sectores dentro del oficialismo
incapaces de negociar y acordar propuestas y lugares en las listas. Pareciera,
entonces, que la ciudad de Buenos Aires es el distrito en el que el FPV tiene
más candidatos que votos más allá que la lógica del “kiosko” atravesó, de por
sí, una oferta electoral con más de 30 candidatos de los cuales solo llegaron 5
pudieron pasar el umbral del 1,5%.
En esa veintena de “perdedores”, se
puede contar desde la propuesta bizarra de un poco glamoroso sheriff del
subdesarrollo como Ivo Cutzarida, protagonista de un western con motochorros,
hasta la no menos insólita apuesta massista por un lobbysta de los Fondos
Buitre, cuya impune verba economicista lo relegó a obtener el 0,9 de los votos
y a ser noticia solo por los chorizos que había tirado en la parrilla el
domingo. Igual suerte corrió Humberto Tumini, apoyado por la mediática Victoria
Donda y por el cineasta Pino Solanas, uno de los dirigentes que más errores
políticos cometió en los últimos años. Tumini obtuvo el 0,2%, es decir un
tercio de lo que obtuvo Ivo Cutzarida y bastante por debajo de otro que
corriendo por izquierda al gobierno ha perdido su norte y la posibilidad de
alcanzar el mínimo para pasar a la próxima ronda: Claudio Lozano.
A nivel local, quedará considerar
cuál será el comportamiento de los electores en general y de los votantes de
Michetti en particular porque no va de suyo que esos votos se trasladen
automáticamente a Rodríguez Larreta. En otras palabras, de haber ganado
Michetti, se daría por descontado que los votos de Rodríguez Larreta se
sumarían a ella pero no parece el mismo caso a la inversa. Así, es probable que
la mayoría de esos votos continúen en el PRO pero una parte de esos votos,
aquellos “más independientes”, seguramente vayan a Lousteau y que, aunque pocos
lo crean, algunos vayan a Recalde pues insólitamente existieron votantes del
kirchnerismo que participaron de la interna PRO considerando que un triunfo de
Michetti sería visto como una derrota de Macri.
Paralelamente vendrán las
interpretaciones y el intento del macrismo por capitalizar a nivel nacional un
resultado que no deja de formar parte de un microclima pues se trata del
distrito donde el macrismo obtiene su mayor caudal de votos y el gobierno
nacional obtiene su menor caudal de votos. Así, proyectar este resultado a la
lógica nacional es algo que solo operadores, voluntaristas u obtusos podrán
hacer. De hecho, los resultados obtenidos en Salta, Mendoza, Santa Fe y
Neuquén, muestran a un FPV con una performance bastante por encima de lo
esperado y con expectativas bien fundadas de una victoria a nivel
nacional.
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