En el marco de las elecciones que
finalmente catapultarían al PRO a ocupar la Jefatura de Gobierno, tras la
insólita estrategia de Alberto Fernández de dividir el voto afín al gobierno
entre Daniel Filmus y Jorge Telerman, el expresidente Néstor Kirchner irrumpía
con una frase que parecía buscar una certificación de identidad: “No se olviden
que Mauricio es Macri”. Efectivamente, en aquel 2007, la campaña del PRO tenía
principalmente dos problemas. Por un lado, cómo hacer de Macri, alguien con
fobia a toda aglomeración de humanos que no sea ABC1, un candidato con llegada
a los sectores más pobres. Y, por otro lado, cómo lograr que el hijo de Franco
sea digerible para una clase media que aborrecía todo aquello que sonara a la cultura
de la degradación kitsch de la pizza con champagne arriba de ferraris. Buena
parte del camino estaba hecho gracias a la visibilidad que le dio su gestión al
frente de Boca Juniors pero con eso no alcanzaba pues el apellido estaba demasiado
ligado a lo peor de la tradición empresarial de nuestro país, esto es, aquella
recalcitrantemente neoliberal que pretende reducir al Estado a su mínima
expresión y, al mismo tiempo, hacer negocios con él.
Así fue que, de repente, por obra
y gracia de los asesores y el marketing político, el candidato Macri “perdió”
su apellido y paso a ser denominado “Mauricio” a secas, para comenzar a borrar
su apellido, su linaje y, con ello, su historia; así, de repente, Mauricio
apareció como “la nueva política” pues “los nuevos”, a diferencia de “los
viejos”, no tienen historia. Y como por alguna razón “lo nuevo” y “el cambio”
siempre tienen buena prensa aunque haya algunos que todavía osemos preguntar si
“nuevo” es sinónimo de “bueno” y si “cambio” es sinónimo de “para mejor”, a
Macri, al menos a nivel distrital, le ha ido bien y la mayoría de los porteños
apoya su gestión quizás olvidando que Macri tenía historia (solo que no la
tenía como dirigente político).
Pero la otra parte de la efectiva
instalación se dio con la decisión acerca de quién sería su acompañante en
aquella fórmula. Se trataba de Gabriela Michetti, una “desconocida” que
provenía de la democracia cristiana. Si no llamaba la atención por su
trayectoria, hay que decir que Gabriela tampoco se distinguía por su habilidad retórica
o por una sólida formación universitaria. Lo central era su descontracturada
forma de hablar y sus buenos modos, sumado, claro está, a que tras un
lamentable accidente, la que finalmente sería vicejefa de Gobierno de Mauricio,
debía utilizar una silla de ruedas.
Así Michetti se transformó,
entonces, en la cara “humana” del PRO y su buena imagen hizo que desde su
partido la invitaran a abandonar su cargo de vicejefa para presentarse a las
elecciones de 2009 como diputada. Triunfó en aquella elección del mismo modo
que lo hizo en las de 2013 cuando se presentó como candidata a senadora pero,
sin dudas, sectores de su propio partido ya parecían comenzar a relegarla. De
aquí que, mientras se suponía que sería la candidata natural a suceder a
Mauricio Macri, el alcalde se inclinara por apoyar abiertamente a aquel que lo
acompañó como Jefe de Gabinete durante los 8 años y, me atrevería a decir,
quien finalmente llevó adelante el Gobierno de la Ciudad frente a un Jefe de
Gobierno poco afecto al trabajo y las responsabilidades.
No fue fácil y hasta último
momento se intentó convencer a Michetti de que declinara su candidatura,
incluso a cambio de acompañar a Macri en la fórmula presidencial, algo que la
actual pre candidata habrá intuido como una trampa. Pues aceptando esa
propuesta, iba a quedar afuera de la disputa por la Ciudad y, muy
probablemente, también de la fórmula pues, llegado el momento, la obligación de
tejer alianzas a nivel nacional, terminaría obligando a Macri a ceder su
vicepresidencia a un extrapartidario no porteño. Así que, en la encrucijada,
Michetti decidió desafiar la decisión del líder y presentarse aun contra el
“aparato” y contra los recursos publicitarios del Estado porteño que, de un día
para otro, comenzaron a incluir los actos de un Jefe de Gabinete.
Y lo cierto es que a pocos días
de las PASO, las encuestas dan un empate técnico con ventaja de Rodríguez
Larreta lo cual muestra la incidencia de Macri en el electorado porteño pues
Rodríguez Larreta es un candidato por trayectoria, carisma y prontuario
difícilmente votable. Sin embargo, el ex interventor del PAMI y funcionario
durante el menemismo, todavía investigado por la justicia, se ha transformado
en “Horacio” y tiene a todo el aparato del PRO detrás de él (paradojas de una
nueva política que se sirve de armados, vicios, estructuras y cosmovisiones muy
poco cool y bastante vetustas).
Ahora bien, el hecho de una
interna cabeza a cabeza con el aparato macrista de un lado, ha hecho que algunos
independientes o incluso votantes de espacios como el del FPV, piensen en
términos de voto útil y estén decididos a participar de la interna PRO para
apoyar a Michetti solo en tanto es la candidata no elegida por Macri. La
lectura que esos votantes hacen es que, descartado un triunfo de otra fuerza,
la victoria de Michetti podría ser leída como la derrota de Macri.
Incluso algunos plantean que para
el FPV lo mejor sería un triunfo de Michetti pues ella absorbería parte del
voto de Losteau quien lidera una lista que, con el apoyo de Carrió, cada vez se
parece más a una colectora del PRO.
Pero lo cierto es que tal lectura
parece bastante voluntariosa pues, en primer lugar, habría que decir que es la
propia lógica de polarización la que mengua el caudal de intención de voto
hacia el candidato palermitano más recordado por su affaire con la nieta de Mirtha y sus columnas cancheras junto a
Andy Kusnetzoff que por su gris labor como ministro de Economía durante el
conflicto de la 125.
Y en segundo lugar, de ganar
Michetti, es claro que todo el PRO, con Macri a la cabeza, volverán a
encolumnarse detrás de ella y a bailar entre globos sonrientes. Porque le
conviene a Macri y porque le conviene a Michetti de cara a una primera vuelta
que tendrá como favorito al candidato PRO que sea y que seguramente tendrá en
frente a un FPV que intentará superar la barrera de los 25 puntos que le
brindaba un candidato como Daniel Filmus.
Así, tras el traspié en Salta,
Macri intentará aprovechar el envión de las ajustadísimas victorias en las PASO
de Mendoza y Santa Fe, y el triunfo en su distrito. Con Horacio, que es Macri,
y con Gabriela que, más allá de internitas y diferencias coyunturales, no hay
que olvidarlo, también es Macri.
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