Ernesto Sanz, en un debate
televisivo realizado en un canal opositor la semana pasada, le espetaba a Julio
Cobos que el PRO y la UCR coincidieron, en el Congreso, en nueve de cada diez
leyes. Como argumento parece demoledor si bien el retruco de Cobos resultó
igualmente interesante cuando afirmó que ese número era cierto pero,
justamente, esa disidencia que se daba en una de cada diez leyes, era una
disidencia estructural y, por tal, quería decir, entiendo, “ideológica” y
“fundamental”. Si bien lo dice un ex vicepresidente que ejerciendo el cargo se
opuso a reformas estructurales de la coalición que lo había llevado a ese
lugar, tanto los argumentos de Sanz como los suyos parecen atinados.
Sin embargo, cuando uno indaga en
el voto a voto de las principales reformas estructurales que se realizaron en
la última década, la afirmación de Cobos debe ser, como mínimo, matizada. En lo
que respecta a la sanción de la “Ley de Medios”, veinticuatro diputados de la
UCR (más cuatro cobistas) decidieron retirarse de la Cámara Baja antes que
apoyar la ley. En el Senado fueron siete los representantes de la UCR que
votaron en contra incluyendo nombres que hoy, tras la Convención realizada en
Entre Ríos, parecen estar enfrentados. Me refiero a Gerardo Morales, el propio
Sanz y Luis Naidenoff.
En el caso de la recuperación de
Aerolíneas, la UCR aportó parte de los setenta y nueve votos que rechazaban el
proyecto oficial que finalmente recibiría la aprobación de ciento sesenta y
siete diputados. Y en el senado, ni siquiera los denominados “radicales K” se
quedaron en sus butacas pues prefirieron ausentarse.
En cuanto a las AFJP, solo los radicales de
la Concertación votaron a favor del proyecto oficialista en Cámara de
diputados. La UCR como tal, en ambas cámaras, votó en contra.
Y a esto incluso podría sumársele un dato
curioso: de los cuarenta legisladores nacionales que, a pesar de haber votado en
contra tanto del fin de la estafa de las AFJP como de la ley de movilidad
jubilatoria, votaron a favor del 82% móvil para los jubilados, doce
pertenecían a la UCR.
De aquí se sigue que la única
reforma estructural que el radicalismo apoyó de manera mayoritaria fue la
expropiación de YPF. En este caso sí hubo
disidencia con el PRO y la Coalición Cívica, esto es, con agrupamientos que,
por cierto, siempre han sido coherentes: se opusieron a las reformas
estructurales aquí mencionadas y se oponen a cualquier propuesta que surja del
oficialismo, igual que lo ha hecho el radicalismo con la única excepción del
caso YPF.
Dicho esto, lo extraño era que la
UCR, el PRO y la Coalición Cívica no hubiesen armado un Frente antes pues, de
hecho, funcionaban casi como tal. En todo caso, aquello que los distanciaba no
era un factor ideológico sino, simplemente, ambiciones personales de sus
principales dirigentes. Se me dirá que estoy siendo injusto con los principios
que constituyeron al radicalismo pero creo que se trata simplemente de lo que
ha sucedido muchas veces en los dos grandes partidos de la Argentina. Hay, en
su interior, un ala de derecha y un ala de izquierda y, en determinadas
circunstancias, incluso por factores externos al partido, es una la que se
impone por sobre la otra. El partido justicialista bien sabe de esto y todavía
hoy tiene qué explicar cómo se pudo, desde allí, dar sustento a un programa
neoliberal que, en la década del 90, vaciaba el país al son de la marcha
peronista.
Volviendo a la UCR, hace algunos
días, justamente, observaba un archivo en el que discutían De la Rúa y Alfonsín
como representantes de las dos alas en pugna al interior del radicalismo, con
la mediación de Mariano Grondona y antes de que “chupete” asumiera la
presidencia de la Nación. Qué ala triunfó sobre la otra es algo que la historia
ha dejado en claro y cabe preguntarse cuántos de los errores de Alfonsín (los
problemas en su propio gobierno y el pacto de Olivos que, gracias a un acuerdo
con la, recién mencionada, más rancia derecha neoliberal arropada bajo el
paraguas del justicialismo, sumió tanto a la UCR como al país en una enorme
crisis de representatividad) influyeron para que sus adversarios al interior
del partido lograran imponerse. Con
todo, entre De la Rúa y Alfonsín había diferencias. No parece lo mismo cuando
la discusión se da entre Cobos y Sanz. En otras palabras, cuando la discusión
se da entre estos interlocutores, lo que se pone en juego son dos opciones de
la derecha del partido, y lo que hay es una disputa “biográfica” y “personal” entre un conjunto de dirigentes
cuyo alineamiento en un espacio u otro no tampoco obedece a razones
ideológicas. El ala “izquierda” del radicalismo, que podría ser representada
por Leopoldo Moreau, hoy está más afuera que adentro del partido. Quizás sea
doloroso pero Moreau ocupa más el lugar de analista, de hombre que une
experiencia y formación para comprender la política actual, que de referente
orgánico de la UCR. Pues el histórico dirigente alfonsinista representa hoy a
un sector muy minoritario del radicalismo.
Más allá de que siempre excita y
genera conmoción decretar el fin del algo (máxime si ese algo es un partido
político centenario) lo cierto es que parece apresurado hablar del acta de
defunción del radicalismo como algunos lo han hecho. No va a ser así puesto que
la renovación dirigencial un día llegará y la veleta deberá girar. Es más, de
hecho, usted recordará, el PJ también parecía extinto y sin embargo resurgió de
la mano de Néstor Kirchner aun cuando, en un principio, su apuesta parecía
dirigida a una transversalidad superadora de las viejas estructuras partidarias
y aun cuando, hasta hoy en día, la relación del kirchnerismo con “el partido”
sea, por momentos, tirante. Sin embargo, aun cuando la experiencia de alianza
con el macrismo y con Carrió resultara electoralmente victoriosa, lo que
sobrevendrá es una enorme y profunda crisis de identidad al interior del
radicalismo. Esa crisis no tiene que ver estrictamente con la decisión adoptada
por la Convención. Más bien habría que decir que tal decisión fue, como se pudo
observar a partir de algunas pequeñas muestras aquí expuestas, el corolario de
una conducta bastante coherente del radicalismo durante, como mínimo, los 8
años de administración de Cristina Fernández. Pero ya llegará el momento en que,
aun el ala derecha del radicalismo, se mire al espejo y se pregunte si la
enorme cantidad de coincidencias con el macrismo habla de un cambio en Macri o habla
de la deriva ideológica del radicalismo. Tal reflexión llegará antes si el
resultado electoral es negativo y solo un poquito después si el resultado
electoral es el deseado. Pero el espejo estará allí, paciente, imperturbable e
inclemente porque podrá parecerse a una pantalla de TV pero, en realidad, es,
simplemente, un espejo.
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