Días atrás se
inauguró el “Museo del Periodismo”, de Luis Majul, con una muestra llamada “40
años de periodismo: de Walsh a Lanata”. Asistieron distintos referentes del
establishment periodístico, desde los recalcitrantemente anti kirchneristas
hasta algún moderado y algunos filo kircheristas, como así también buena parte
del arco político opositor incluyendo varios de los precandidatos a presidente.
La muestra
forma parte de una cruzada que viene llevando adelante el conductor de La
Cornisa en pos de reivindicar el periodismo. Así, a sus intervenciones
públicas, Majul le ha agregado un programa que se emite por canal “a” llamado
“Un mundo con periodistas”, donde tanto él como el periodista de espectáculos Pablo
Sirvén y el marido de Victoria Donda, Pablo Marchetti, entrevistan a distintos
periodistas para hablar sobre la profesión.
La muestra ha generado particulares adhesiones, desde el Secretario de
Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, prometiendo que este Museo se incluiría
en el recorrido de la multitudinaria “Noche de los museos”, hasta la
legisladora excarriotista, exkirchnerista, exsolitaria y actual filoPro, Graciela
Ocaña, quien presentó en la Legislatura un proyecto para declararlo de interés
turístico. Tampoco se puede dejar de soslayo una insólita nota del
editorialista opositor Jorge Fernández Díaz, quien desde La Nación embistió con un relato épico acerca de un joven y
valiente Luis Majul, de zapatillas naranjas, que habría ingresado al periodismo
después de haber knockeado (SIC) a un jefe de redacción.
Ahora bien, la
pregunta es ¿por qué está cruzada? ¿Es una sobreactuación más? No me parece.
Más bien hay elementos profundos para exponer y creo que una síntesis se la
puede encontrar en las declaraciones que diera el periodista ante los
requerimientos de sus colegas. Pues allí Majul respondió una y otra vez “Vamos
a dejar atrás la grieta”, refiriéndose al término utilizado por Jorge Lanata
para describir la fractura que se produjo en la corporación periodística.
Considero que su deseo es sincero y es de los pocos que se atreve a hacerlo
explícito pues lo que intenta hacer Majul es volver a hacer del periodismo
aquel bloque monolítico y lograr, por fin, la reconciliación de todos los
integrantes de la corporación.
También creo
que tiene razón el conductor de América cuando afirma que ha sido el
kirchnerismo el que generó la fractura y que en la medida en que el
kirchnerismo continúe la fractura seguirá sin soldarse. Esto, claro, más allá
de que esa cuña que introdujo la política señalando el accionar faccioso de la
prensa, cada vez incomode más incluso a los periodistas cercanos al
oficialismo. Es que, en realidad, cuando se puso en tela de juicio la
objetividad y neutralidad del periodismo la bolsa tuvo lugar para todos, desde Clarín hasta Página 12 pues bastante absurdo sería afirmar que periodistas
objetivos y neutrales son solo los que leemos nosotros y los que tienen la
línea editorial que nos gusta.
Dicho de otra
manera, el kircherismo no solo ha discutido al periodismo opositor, sino que ha
discutido al periodismo todo y llevar adelante semejante quijotada es jugar al
límite, especialmente porque hay que saber que tarde o temprano la corporación
va a tender a cerrarse una vez más sobre sí. Tendrá que ser más o menos
generosa, perdonar algunos díscolos (por ejemplo, Víctor Hugo Morales, es parte
del “Museo de Majul”), dejar a los bárbaros afuera como aquello que el
periodismo no debe hacer (el seisieteochismo) y rápidamente aquellos que
levantaban el dedito y se entusiasmaron primeramente con el enfrentamiento que
proponía el kirchnerismo, recordarán que antes que hombres y mujeres con
ideología son periodistas.
Lo he escrito
varias veces pero lo repito: el kirchnerismo (y otros gobiernos populares de
Latinoamérica) han puesto el énfasis en la disputa con los medios concentrados
porque éstos disputan la representación de la sociedad civil y del pueblo desde
una posición ventajosa. Y los
periodistas y referentes mediáticos opositores están profundamente enloquecidos
no por una política keynesiana o por una cadena nacional sino porque la
política les que está quitando el lugar de la representación. Hoy un periodista
puede recibir un insulto en la calle, como lo recibieron siempre los políticos.
Está muy mal en cualquiera de los dos casos pero para un periodista, que
siempre fue saludado, alabado y hasta erigido como héroe, el cambio es muy duro.
Entonces la disputa no es por dinero. Es por mucho más que eso. ¿Saben cuánto vale
decir algo y que por el simple hecho de decirlo en un diario, en una radio o en
la tele la gente te crea? No hay dinero que pague eso. Por eso los periodistas
opositores están desesperados y los oficialistas están siempre incómodos. A
todos les sería más fácil tener un adversario político claro, como en la década
del 90 cuando en frente estaba Menem. Ese era fácil: se lo podía criticar por
peronista, por neoliberal, por populista, por corrupto, por payasesco, es decir
se le podía entrar por izquierda o por derecha.
Con el kirchnerismo es más difícil porque puso de manifiesto que hay
disputa por la representación política profundamente desigual: por un lado
están los dirigentes políticos, es decir aquellos que son sometidos al voto y
al control popular. Se trata de hombres y mujeres cuya única herramienta es la
persuasión, porque la política no tiene que ver con la verdad sino con la
persuasión. En otras palabras, estatizar los fondos de jubilaciones o YPF, no
es algo que se puede evaluar en términos de verdad o falsedad; en todo caso se
evaluará en términos de “me convence” o “no me convence” en función de mis
convicciones. Y aquí se da la desigualdad porque, por otro lado, la facción que
disputa la representación, que gozaba del prestigio y la performatividad de la
palabra, no acepta ser una facción, una parte, sino que dice representar a la
totalidad, a la realidad. Así, en un debate entre un político y un periodista,
este último habla desde el lugar de la verdad mientras que el primero solo
puede hablar desde la propuesta persuasiva.
Dicho esto, lo
que estos años de disputa han puesto en tela de juicio es que los periodistas
hablen desde la verdad. Porque no lo hacen, lo cual, claro está, no quiere
decir que siempre mientan o que mientan más que los políticos. Quizás, incluso,
mientan menos pero a priori parten todos del mismo lugar y sin embargo, para
mantener su lugar de representante, el político debe refrendar periódicamente
frente a la sociedad su cargo, algo que no sucede con el periodista.
La corporación
periodística está ansiosa. Desea, de una vez por todas, el fin de la grieta,
esto es, de la fractura que fue
producida por el modo en que el kirchnerismo desenmascaró el rol de la prensa.
Necesitan hacer borrón y cuenta nueva, estigmatizar con letras escarlatas a los
que los dejaron en evidencia una y otra vez y punto: a reciclarse y a continuar
con el show de las noticias para que “usted sepa toda la verdad” y pueda
descansar en paz, con el mundo ordenado y lleno de certezas. La cruzada de la
reconciliación ya comenzó. Ahora hace falta el detalle de las urnas dando una
mano. Porque con un gobierno de cualquier signo político no kirchnerista las
cosas volverían a su lugar natural: los políticos a ser puteados por ladrones y
los periodistas a ser creídos por periodistas.
2 comentarios:
Lamento disentir, Dante, pero me parece que ver el periodismo solamente desde la capital distorsiona un poco la perspectiva. Y el hecho definitivo es que parece haberse perdido la intención de informar y sólo queda la pretensión de ideologizar, de fanatizar al lector. Un medio de prensa común hoy me recuerda al periódico del MAS en las primeras épocas de la democracia. No informaban, militaban con la noticia. En el estilo maniqueísta más desembozado.
Recuerdo haber visto páginas increíbles, como aquélla del País (trato de leer todos los días lo más representativo de la prensa del planeta) en que se alarmaba por los 30 muertos de la "dictadura " venezolana, y en la nota siguiente anunciaba con desparpajo absoluto la condena a muerte de 1.000 opositores en Egipto. Es solamente una foto, de algo que es común en todos los medios de prensa, en todo el planeta. Mientras un periodista quiera utilizar la noticia para conseguir un determinado voto de la gente, entonces no es periodista, es un militante político, convencido, en el mejor de los casos, o mercenario, si lo hace por dinero. Si quedan periodistas, se ve que a ésos ya no los contratan...
política les que está quitando el lugar de la representación
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