Faltando menos de un año para que
se efectúen las PASO asistimos a un escenario inédito en el que aventurar puede
transformase en un camino acelerado al ridículo. Hay varios candidatos para la
Presidencia pero ninguno pica en punta. Incluso es todavía menos claro quiénes
serán los candidatos en la Provincia de Buenos Aires, el distrito más
importante del país. Algo parecido sucede en la Ciudad de Buenos Aires y en el
resto de los distritos que aportan un enorme caudal de votos. En este contexto,
el kirchnerismo enfrenta su prueba electoral más dura lo cual le plantea al
menos cinco dilemas:
Dilema n° 1: triunfo o identidad.
El candidato del Frente para la Victoria que más mide en las encuestas es
Daniel Scioli, hombre que ha ocupado los cargos más importantes dentro del
kirchnerismo desde el 2003 hasta la fecha. Fue Vicepresidente y Gobernador de
la Provincia de Buenos Aires dos veces. Tiene todo el derecho, y hasta la
obligación, de presentarse como candidato a Presidente. Sin embargo, parece
claro que el núcleo duro del kirchnerismo le desconfía pues Scioli ha sabido
mantener un vínculo fluido con las corporaciones que siguen intentando
desestabilizar al gobierno del que forma parte. Asimismo, el exmotonauta se ha
rodeado de hombres y mujeres que se han manifestado en contra de las
principales políticas del gobierno nacional y el modo en que lleva adelante las
distintas áreas de su gobierno, en algunos casos, parece ir a contramano de la
impronta kirchnerista. En este sentido, que el candidato del kirchnerismo sea
Scioli supone el riesgo de una victoria pírrica que en poco tiempo podría
acabar desdibujando la identidad kirchnerista. De aquí que una posibilidad sea
no apoyarlo, poner un candidato propio y replegarse sobre ese núcleo duro del
30% para transformarse en la principal oposición para el gobierno que venga.
Sin embargo, claro está, esto es fácil de escribir pero en la práctica se sabe
que perder una elección presidencial nunca es gratuito máxime cuando un
gobierno no kirchnerista va a encontrar un país ordenado y con una enorme
capacidad de endeudamiento, lo que le permitiría mantener algunas de las
conquistas sociales al tiempo de abrirse a los condicionamientos del capital
financiero.
Dilema n° 2: moderación o
progresía. El relato opositor ha intentando instalar que el kirchnerismo podrá
mantenerse en el poder si y solo si, se modera. Apoyar a Scioli sería un
símbolo de aquella apuesta y es real que la figura del gobernador de Buenos
Aires puede atraer votos más allá del núcleo duro kirchnerista. Sin embargo,
también es real que impulsar a Scioli recibiría el rechazo de los sectores
progresistas que son parte de ese paladar negro incluido en la base monolítica
del 30%. Así, Scioli podría atraer votos de cierta clase media incómoda con la
política de confrontación de CFK pero también perdería votos en aquella parte
de la clase media progresista que reivindica, sin ser peronista, las políticas
que más crisparon a los que siempre han detentado el poder real en la
Argentina.
Dilema n° 3: ungir o “dejar
jugar”. Hasta ahora, CFK ha promovido que todos los hombres y mujeres del
espacio con pretensiones de ser presidentes trabajen para serlo. Esto es lo que
en la jerga política se conoce como “dejar jugar”. No se ha inclinado por ungir
a ninguno en particular. Ahora bien, si a las PASO del Frente para la Victoria
llegan cuatro o cinco candidatos habilitados a jugar por CFK, es probable que
todos pierdan. Concretamente, en un escenario donde, supongamos, se presentaran,
como “candidatos” de CFK, Randazzo,
Domínguez, Urribarri, Rossi y Taiana, el que terminaría ganando la contienda
sería Scioli pues el voto del núcleo duro K se dispersaría entre las opciones que
le disputan el espacio al gobernador dentro del Frente para la Victoria. De
este modo, si CFK no se inclina por Scioli, lo único que le queda es ungir a
“su” candidato e ir a las PASO a intentar ganarle al gobernador de Buenos
Aires. Claro que eso tiene un riesgo pues si el candidato de CFK perdiera con
Scioli en las PASO, habrá que hacer esfuerzos denodados para que CFK siga
sosteniendo la conducción dentro del Frente para la Victoria.
Dilema n° 4: exposición o
preservación. El kirchnerismo tiene un as en la manga que es la propia CFK. Más
allá de que, como todos sabemos, existe un límite constitucional que le impide
una nueva reelección, la actual presidenta podría ser candidata para ocupar
otro cargo. Desde diputada por la Provincia de Buenos Aires hasta Gobernadora
de la misma provincia. De ser así, la imagen positiva que ella posee impulsaría
al candidato a Presidente del Frente por la Victoria muy por encima de sus
posibilidades. Sin embargo, claro está, probablemente la propia CFK considere
que tras 8 años en el Ejecutivo Nacional cualquier otro cargo sería menor y la
obligaría a batallar en el barro. En este sentido, la opción de preservarse y,
por ejemplo, ocupar un cargo en el ámbito del MERCOSUR/UNASUR la ubicaría en un
plano que va más allá de las polémicas de cabotaje para desde allí comandar,
eventualmente, la oposición. Pero, claro está, de elegir esta última opción, el
Frente para la Victoria vería disminuido su caudal de votos al no poder contar
con su “principal espada” electoralmente hablando.
Dilema n° 5: codazos o construcción
amplia. La apuesta por un nuevo sujeto político encarnado en una juventud con
ideales tuvo efectos concretos: la decisión de que las agrupaciones juveniles,
en especial La Cámpora, fueran ocupando diferentes espacios de poder tanto en
la estructura a nivel nacional como en los espacios territoriales de cada una
de las provincias. Y cuando se pretende llevar adelante una transformación
semejante, no queda otra que hacerlo “a los codazos”. Dicho de otra manera,
dado que los referentes tradicionales y conservadores no piensan dejar
fácilmente el poder constituido, solo una decisión fuerte de la conducción
nacional podría llevar adelante semejante intento de trasvasamiento
generacional. Pero obviamente las construcciones políticas territoriales
existentes previas al desembarco de La Cámpora observan con recelo esta
situación y muchos cuadros relevantes o bien han cruzado la vereda o bien se
mantienen dentro pero profundamente incómodos. Por ello, el kirchnerismo deberá
resolver si decide seguir adelante con el proyecto de trasvasamiento
generacional del único modo en que se puede hacer, o bien acaba cediendo y
reconoce, en las diferencias, a otros espacios que pretenden formar parte del
Proyecto Nacional.
Para finalizar, debe quedar claro
que algunos de estos dilemas pueden ser falsos. Es decir, quizás se pueda
triunfar sin resignar identidad como se hizo en 2011 y puedan encontrarse
puntos de acuerdo entre la moderación y la progresía. A su vez, sin que
necesariamente CFK acabe ungiendo a alguien, la dinámica electoral puede ir
perfilando un único candidato contra Scioli o quizás el Frente para la Victoria
decide apoyar al actual Gobernador a cambio de crearle un “cinturón de
contención” con hombres y mujeres fieles a la conducción de CFK. Por último, puede
que las rencillas entre La Cámpora y el resto de las agrupaciones nacionales y
populares con construcciones políticas pretéritas, se acomode como se acomodan
los melones y sin que la sangre llegue al río. De no ser así la conducción
tendrá que tomar decisiones que, como ante todo dilema, siempre suponen resignar
algo.
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