El acto
kirchnerista celebrado el pasado 27 de abril en la cancha del Club Atlético
Vélez Sársfield, permite varias lecturas. Por un lado, tal fecha coincide con
el noveno aniversario de aquella primera vuelta en la que Néstor Kirchner
obtenía ese 22% que lo llevaría a la presidencia tras la renuncia de Carlos
Menem a participar del ballotage. Tal coincidencia lleva, casi naturalmente,
como todo aniversario, a hacer un balance, en este caso, de los logros del
gobierno obtenidos en esta etapa, conquistas que en la actualidad se ven
revitalizadas por la decisión de recuperar YPF. Pero por otro lado, el acto
significó también la confirmación del sostenido apoyo popular del que viene gozando
el gobierno tras tocar su piso electoral en 2009.
Sin embargo,
una lectura política bien podría darle a este acto un carácter fundacional de
la fisonomía del kirchnerismo cristinista en este nuevo mandato. En otras
palabras, la convocatoria sirvió para dejar bien en claro cuáles son los
sectores de la militancia sobre los que se apoyará el gobierno. Para ello basta
observar el palco oficial, las banderas y los organizadores del evento: primer
plano para la juventud de La Cámpora encarnada en Andrés Larroque y Máximo
Kirchner, igual relevancia para los movimientos sociales de Pérsico, Navarro y
el “reaparecido” D´elía, y un espacio para la “pata sindical” cuyo referente
principal es Hugo Yasky.
Ahora bien,
resulta claro que desde hace tiempo el gobierno de CFK se viene inclinando por
estos actores de la política postergando así a los sectores tradicionales. Por
ello, lo que resultó fundacional del acto fue, antes que nada, que estos “nuevos
grupos” demostraran una capacidad de movilización tal que permitiera prescindir
de los grandes desahuciados de la fecha: el aparato tradicional del PJ liderado
por los barones bonaerenses sobrevivientes y el sindicalismo moyanista que un
día antes había tenido su propio acto.
Si estos
grupos son lo suficientemente fuertes para tolerar los embates que recibe
cualquier gobierno, es algo que se verá con el tiempo pero por lo pronto está
claro que CFK los ungió y que ellos han demostrado capacidad de movilización,
lo cual supone, creo, una nueva etapa. Pero más allá de la eficacia que sólo se
ve en la práctica, la pregunta es si se está frente a la apuesta por un nuevo
sujeto histórico propio de la etapa del cristinismo post muerte de Kirchner.
La pregunta
por el sujeto histórico, el agente del cambio, ha sido cara al pensamiento
marxista que en sus orígenes resolvía la ecuación de manera simple: el sujeto
revolucionario era determinado objetivamente porque eran las condiciones de
producción las que lo configuraban. Hacía falta, entonces, que el proletariado,
aquella clase social que no es dueña de los medios de producción, deje de ser
una “clase en sí”, adopte conciencia y se transforme en una “clase para sí”
cuyo fin último sea la toma del poder. La visión marxista del siglo XIX se
caracterizaba además por discutir con cierta tradición individualista que
suponía que el sujeto del cambio eran aquellos hombres excepcionales que casi
como una anomalía de la historia y de las condiciones sociales eran capaces de
torcer el rumbo histórico.
Sin embargo, a lo largo del siglo XX, el mundo
cambió y las condiciones del trabajo actuales probablemente serían
irreconocibles por Marx. En esta línea, los núcleos alrededor de los cuales se
podía generar un sentido de pertenencia y conciencia en torno de intereses
comunes, se han atomizado dramáticamente. Ya ni siquiera queda la pertenencia
nacional en este contexto de genuflexión de los Estados frente al capital
transnacional; menos aún la vinculación partidaria en el marco en que los
partidos políticos que fueron la clave de la representación a lo largo del
siglo XX, se encuentran en una crisis identitaria profunda en todo el mundo. Por
su parte, la desregulación del trabajo propia del capitalismo financiero ha
alterado profundamente los vínculos laborales y ha debilitado a las
representaciones sindicales. En este contexto es que en las décadas pasadas
varios teóricos pusieron atención en los nuevos movimientos sociales, grupos
heterogéneos críticos del sistema. Tales movimientos no podían ser definidos a
priori y objetivamente como lo hacía el marxismo con el proletariado. Más bien,
lo que se demuestra con la aparición de estos grupos es el modo en que ese
énfasis marxista en la determinación económica obturaba el surgimiento de un
sinfín de diferencias al interior de la clase social. La clase obrera y la
representación sindical no desaparecen pero irrumpen, entre otros, grupos
identificados por su pertenencia nacional, étnica, de género o por su objeto de
deseo sexual. Se asiste, entonces a un mundo en el que conviven sindicatos con
movimientos de desempleados; asociaciones a favor de la defensa de los derechos
humanos con apologetas de dictaduras y amnistías; militantes feministas y gays
con neonazis y religiosos antiabortistas; grupos pacifistas y ecologistas con terroristas
de causas diversas; inmigrantes indocumentados con empleadores nacionalistas
que los culpan de la crisis, etc.
Asimismo, en
la historia particular de la Argentina se halla el ya de por sí complejo
proceso que fue el peronismo y las dificultades que aparecen al tratar de
identificar el sujeto de un proceso en que el líder, la clase obrera, el
partido y el movimiento, eran presentados como partes indiferenciadas de un
bloque monolítico sin fisuras.
Por ello es
que en este momento del mundo y del país no deba sorprender la mutabilidad y la
complejidad de esa identidad dinámica que es el kirchnerismo. No obstante,
parece que la apuesta del gobierno es etaria e ideológica. Es etaria porque afirma
el valor de la participación juvenil pero es ideológica porque intenta
canalizar esa participación en un programa y en una tradición política.
Tal tradición se manifiesta, sin
duda, en aquellos íconos del peronismo, desde el mismísimo General Perón hasta
Evita, pero encuentra sus referentes y su propia mística en Néstor Kirchner y
en Cristina Fernández.
Ahora bien, ¿por
qué la cuestión objetiva de la edad aparece como determinante? Y en eso me
quiero detener porque está claro que nadie puede reivindicar una edad por sí
misma. Sin duda, entonces, lo que entiendo que opera allí es una especie de
salvaguarda de reserva ideológica enmarcada en una nueva visión del mundo. En
otras palabras, los principales dirigentes juveniles son los nacidos entre el
76 y el 83, en muchos casos, hijos de desaparecidos o hijos de aquellos que hoy
arriban a las seis décadas y militaron en los 70. Estos hijos, que reivindican
las banderas de sus padres, sin embargo, han crecido en democracia y en un contexto
latinoamericano en que no aparece la posibilidad de dictaduras y golpes de
Estado. Se trata, en este sentido, de una generación comprometida con ideales
de igualdad y justicia pero que no concibe como variante la posibilidad de una
toma de armas y que no tiene un pasado dentro de estructuras políticas
cómplices de los grandes negociados que, incluso en democracia, vaciaron al
Estado. Asimismo, es una generación hija de la lucha por los derechos humanos
iniciada aquí por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, lo cual parece
garantizar un apego a los principios liberales (de los Derechos Humanos) y
republicanos, entremezclados, claro está, con la tradición más popular propia
de la militancia de la izquierda peronista de los 70. Si mi descripción es correcta,
no se puede más que otorgar crédito a un sujeto sui generis surgido en democracia y constituido por una conjunción
ecléctica de identidades. Otro asunto será si este nuevo sujeto y los hombres
que lo constituyen estarán a la altura de la historia. Pero eso es algo que
sólo la historia misma podrá responder.
1 comentario:
Querido Dante, soy nuevo leyendo tus columnas, esta en particular creo que pasa por alto algunos aspectos. Si, coincidimos en que el acto en Velez puede entenderse como la aparicion de un conglomerado identitario distinto al clasico combo "barones+cgt" pero no puede decirse que se haya prescindido por completo de ellos.
Sin ir mas lejos, la propia CTA de Yaski es "aparato sindical", perfumado si se quiere, pero aparato al fin. En Velez tambien se vieron presencias de Diaz Perez (Lanus) o el Barba Gutierrez (Quilmes) que son a mi entender tan baronescos como un Cacho Olivera o un Curto. Se le dio mas entidad a organizaciones sociales, y agrupaciones juveniles, pero encuentro aventurado sostener que es un cambio de epoca. Una saludable transfusion generacional, en todo caso. Saludos!
e
Publicar un comentario