En la última
semana, CFK y una importante comitiva que incluía funcionarios y empresarios
emprendieron una misión política y comercial en Angola. Destino, a priori,
exótico, despertó todo tipo de comentarios, la mayoría basados en una profunda
ignorancia de la importancia que tiene África para el superávit comercial. Por
otra parte, como pocas veces se ha dado en los últimos años, hubo una extensa
cobertura de los medios, con gran cantidad de enviados especiales que tenían la
posibilidad de seguir los pasos de la comitiva e informar los detalles. Sin
embargo, como suele ocurrir, la mayoría de los focos dejaron de lado los
intercambios económicos y se posaron en aquellos elementos que podrían
perjudicar a la actual administración. Así, insólitamente, varios
editorialistas acusaron al gobierno argentino de establecer vínculos con una
dictadura que lleva 32 años en el poder y que está acusada de violar los
derechos humanos, crítica que no realizan cuando, por ejemplo, Argentina
negocia con Estados Unidos y China, el primero acusado por la situación de los
prisioneros de Guantánamo, y el segundo por la ausencia de una democracia de
partidos y la persecución a opositores.
Sin embargo me
quiero detener en una imagen que fue noticia durante varios días. Un miembro de
la delegación, aparentemente militante de una agrupación juvenil, posó junto a
unos niños angoleños pobres, con unas medias que tenían la inscripción “Clarín
miente”. La imagen era tan inoportuna y tan agresiva que con buen tino se pensó
que era una operación, de las tantas que hay, contra el gobierno. Sin embargo,
tras varias idas y vueltas, aparentemente se habría confirmado que
efectivamente, el muchacho de la foto era parte de la comitiva oficial y habría
pruebas de que el merchandising que incluía globos con la misma leyenda provino
de alguno de los miembros de la delegación.
Y aquí me
quiero detener para hacer algunas reflexiones acerca de la responsabilidad de
la militancia. En otras palabras, entiendo que la explosión de la militancia
juvenil puede ser la base de sustentación de esta nueva etapa kirchnerista y
también entiendo que esta militancia es presente pero ante todo un proyecto que
deberá tener más aciertos que equivocaciones. Por ello y porque ya sabemos que
Clarín miente ¿hace falta llevar globos y medias a Angola para recordarlo?
¿Hace falta que Clarín deje de mentir por un rato para mostrar que
efectivamente un militante joven tuvo la mala idea de posar junto a niños
desnutridos y descalzos con unos pares de medias en la mano?
Permítaseme,
entonces, encarar el asunto en términos existencialistas pues de allí, quizás,
puedan seguirse una serie de principios capaces de poder influir en las
acciones de la militancia.
La tradición existencialista es compleja y son
muchos los pensadores que fueron incluidos en esa línea, si bien hay cierto
acuerdo en que habría sido el danés Sören Kierkegaard el precursor. Con todo,
sin duda, fue el francés Jean Paul Sartre el que pasó a la posteridad como el
más representativo de esa perspectiva que resulta, ante todo, una ética.
Como el propio
Sartre lo explica en El Existencialismo
es un humanismo, el existencialismo es aquella filosofía que supone que la
existencia precede a la esencia. ¿Qué significa esto? Que no hay una esencia
humana capaz de determinarnos y que, por ello, somos responsables de nuestras
acciones. En otras palabras, no existe ni Dios ni una naturaleza humana que nos
obligue a actuar de determinado modo; menos que menos una moral y un conjunto
de valores que bajan del cielo como prescripciones sagradas. Nada de eso: el
hombre es una pura existencia arrojada al mundo, una pura acción incapaz de ser
definida antes de actuar. De aquí que, al no haber Dios ni determinación alguna,
el Hombre no sea otra cosa que un ser libre. En este sentido si un
extraterrestre preguntara “¿Qué es el Hombre?”, la respuesta que Sartre le
daría es el primer principio del existencialismo: “el Hombre no es otra cosa
que lo que él se hace”.
Sin
embargo, hasta aquí, usted podría pensar que esta ausencia de valores previos
que determinen la acción estableciendo el bien y el mal, da lugar a un “vale
todo” pero tal suposición es apresurada. Por un lado, efectivamente, los
hombres tienen la libertad para elegir las acciones que desean llevar adelante,
pero, por otro lado, al no haber una idea de lo Humano previa, una imagen de lo
que los hombres somos, Sartre considera que en cada acción los individuos están
contribuyendo a crear la Humanidad. Y aquí aparecen los fundamentos
universalistas del autor de El ser y la
nada que en sus propias palabras son explicados así: “No hay
ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no creen al
mismo tiempo una imagen del Hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir
ser esto o aquello es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos,
porque nunca podemos elegir mal; lo que elegimos es siempre el bien, y nada
puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Si, por otra parte, la
existencia precede a la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo
que modelamos nuestra imagen, esta imagen es valedera para todos y para nuestra
época entera”.
Ahora
bien, como se decía anteriormente, si en cada acto individual se está creando
una imagen de lo que deseamos que la humanidad sea, lo que se sigue de esto es,
naturalmente un alto grado de responsabilidad y, consecuentemente, una
importante dosis de angustia porque antes de actuar sabemos que estamos
proyectando ese accionar sobre toda la humanidad.
Retomo,
entonces, estas consideraciones para repensar la nueva militancia en general.
Es desesperante saber que en cada acto que se realiza está comprometida la
humanidad y la imagen de lo que consideramos que se debe hacer, pero es
inevitable. La militancia juvenil actual sin duda se basa en una tradición y en
una serie de preceptos pero, desde mi punto de vista es, ante todo, un
proyecto, está lanzada al porvenir y se está constituyendo en un entorno
democrático alejado de las prácticas violentas de los años 70. En este sentido
es enteramente responsable de sus actos y cada militante debe responder, en
cada acción, por la totalidad de ese proyecto. Con todo, es injusto evaluar a
la militancia por los errores que un solo individuo pueda cometer y
efectivamente no es eso lo que me interesa hacer. Más bien, me interesa
dirigirme a todos los militantes para advertirles la enorme responsabilidad que
cargan sobre sus espaldas y que no tiene amparo en la obediencia a un liderazgo
ni puede cobijarse en una tradición.
Las líneas de
continuidad y la organización son esenciales para todo proyecto político y
dejar de lado ese contenido sustancial sería vaciar de identidad cualquier
propuesta. Sin embargo, quizás estemos viviendo unas condiciones históricas
irrepetibles para pensar un proyecto, un conjunto de acciones que serán
constitutivas del país que viene. Por todo esto es que hay que tratar de
cometer la menor cantidad de errores posibles y fomentar la autocrítica. Es
angustiante tener semejante responsabilidad pero quizás esa angustia sea el
precio que haya que pagar ante la evidencia de que tenemos la posibilidad de transformarlo
todo.
2 comentarios:
Excelente articulo, Dante!!Un joven comprometido muy seriamente con el modelo. Vengo escuchandote decir de otras maneras que hay que poder ir también contra uno mismo. Realmente estamos en un momento de alta vulnerabilidad, hay que acompañar al modelo, a Cristina...No es tiempo de agitar nada. No se puede estar hablando todo el tiempo de Macri y Clarin...así tambien imponen agenda...Hay q pacificar el pais. ocupense de hacer bien las cosas.Hay mucha crispacion en la gente. Hay mucho desestabilizador...lo que falta es que desde el gobierno se sumen a provocar para ir contra todos.!!! No ea x el camino de la violencia.
Seamos serios,acompañar a CFK es lo q hace De Vido, Axel y muchos más, Ricardo Foster, Tognetti, quien está más moderado xq en el fondo los que estan afuera...son los que siempre voltearon los gobiernos. Gracias Dante, es un lujito tenerte en la TV publica y q todos te puedan escuchar.
Un beso
Liliana
Querido Dante: tu esfuerzo es bueno, pero el resultado deja para mí mucho que desear. En primer lugar, molesta el tono: ¿quién sos vos para "dirigirse" a la militancia?... No es que me resulte enojoso pensarla, pero constituirte en vanguardia pensante es un desliz que te hace viejo. En segundo lugar, pensar a la militancia del siglo XXI con parámetros de mediados del siglo XX, PRECISAMENTE ESOS QUE SE FORJARON DURANTE LA VIEJA MILITANCIA, es absolutamente contraproducente. Yo creo que deberíamos pensar en un militante capaz de actuar sin que siquiera encuentre la posibilidad de sentir que al elegir elige su modelo de humanidad sino, todo lo contrario, en la completa falta de sentido.
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