Con una devaluación de casi
10% en una semana, el aumento exorbitante del Riesgo País y la venta masiva de
Bonos argentinos, el gobierno de Cambiemos culminó una de sus peores semanas
del año. Se adjudicó la crisis, como siempre, a causas políticas pero
naturalmente esa excusa esconde que el principal eje de desestabilización es un
programa económico condenado al fracaso. Eso lo saben todos los actores más
allá de que los neoliberales, cada vez que hacen chocar al país contra la pared,
señalan a la política y a los políticos como la razón principal del desastre.
Curiosamente, el modelo nunca falla a pesar de que no hace falta ser un experto
en macroeconomía para entender que el desenlace es inexorable como una tragedia
que no sería griega sino, una vez más, argentina. ¿Por qué actuaron así los
mercados? Las variables pueden ser múltiples y explicarlo me llevaría a caer en
las típicas respuestas ad hoc que
brindan los supuestos especialistas para dotar de racionalidad a acciones que
muchas veces son irracionales. Con todo, podría pensarse que “los mercados” le
han “soltado la mano” a Macri después de que todas las encuestas lo ubicaran
perdiendo contra CFK en el balotaje y que lo están invitando a postergar su
candidatura en detrimento de la de María Eugenia Vidal. Desde mi punto de
vista, y más allá de que, si eso sucediera, comenzaríamos a ver a todo el
elenco oficialista en un esfuerzo denodado para mostrarnos que Macri se hace a
un lado por “un renunciamiento histórico” para frenar al populismo, y que María
Eugenia es superior a Mauricio porque es sensible y no es un CEO, la estrategia
muy posiblemente no llegue a buen puerto. La razón es simple: al igual que le
pasó a Scioli, quien estando en la gobernación solía eludir las críticas que se
le hacían a CFK, una vez puesto en el centro de la escena esa inmunidad
despareció del mismo modo que le ocurrirá a la gobernadora quien acabará
pagando con las consecuencias del país devastado que está dejando el gobierno del
cual ha sido una figura central.
A este contexto se le puede
sumar que la publicación del libro Sinceramente
parece disipar la duda en torno a la candidatura de CFK ya que se trata del
gesto de alguien decidido a ser protagonista en las próximas elecciones más
allá de que seguramente eso no se confirme hasta el 22 de junio.
En síntesis, entrando en
mayo el gobierno se encuentra con una inflación récord, un presidente sin
autoridad y un escenario político electoral adverso con encadenamiento de derrotas
y una fuerza opositora que, por primera vez desde diciembre de 2015, tiene
posibilidades de imponerse. A su favor, por supuesto, el gobierno cuenta con el
apoyo económico del FMI y de Estados Unidos ya que estos actores entienden que
la elección en Argentina es determinante geopolíticamente. En este sentido, el
regreso del kirchnerismo podría poner un límite a una región que después de las
elecciones en Brasil y una estrategia de lawfare
cuyos hilos empiezan a verse obscenamente, parecía encaminarse hacia un período
de gobiernos neoliberales y de derecha.
¿Pero cómo llega a esta
instancia un gobierno que en octubre de 2017 creía haber confirmado que el
kirchnerismo y, con él, el peronismo, estaban acabados, y que la elección del
año 2019 sería un trámite? Curiosamente, por algunas de las razones que
hicieron que el kirchnerismo perdiera las elecciones en 2015. Porque tanto el
kirchnerismo como Cambiemos pasaron por alto que la creación de un monstruo
puede tener consecuencias inesperadas. Dicho en otras palabras, si el
kirchnerismo había elegido a Macri como “el otro” contra el que confrontar a
sabiendas de que era imposible que Macri ganara una elección nacional,
Cambiemos parece haber hecho algo similar con CFK bajo el mismo presupuesto,
esto es, suponiendo que ella jamás podría ganar en un balotaje. El diagnóstico
del kirchnerismo fue errado y cuando se dio cuenta de ello (aquel domingo de la
primera vuelta del año 2015 en que la diferencia a favor de Scioli fue exigua),
ya era tarde. ¿Por qué lo hizo? Por una pésima lectura del contexto que lo llevó
a cometer, además, errores de estrategia electoral. Es que en el núcleo duro
del kirchnerismo había quienes creían que no era bueno que Scioli ganara por
mucho porque de esa manera iba a imponer condiciones puertas adentro; había
quienes creían que Scioli era lo mismo que Macri y que el hecho de que ganara
este último hasta podría ser beneficioso porque al año se estaría yendo en
helicóptero. Tampoco se puede soslayar a quienes creían que la elección de la
provincia de Buenos Aires era imposible de perder y decidieron montar una
interna en la que el candidato del núcleo duro estaba claro pero no se tomó en
cuenta que éste era celebrado por los de adentro pero enormemente vulnerable y
resistido por los de afuera. En lo que respecta a Cambiemos, en la actualidad,
no sabemos aún si su diagnóstico es completamente errado pero lo cierto es que
nunca se esperaron que CFK resurgiera y fuera capaz de pelearles mano a mano la
elección. Y más allá de que ella es competitiva por los importantes logros de
su gobierno, como lo hemos dicho alguna vez aquí mismo, es sorprendente que hoy
vuelva a ser opción de mayoría cuando desde finales del año 2015, su estrategia
pareció ser la de radicalizarse y preservar una minoría intensa a la espera de
nuevos y mejores tiempos que llegaron demasiado pronto, a tal punto que muchos
de los problemas que tenía el kirchnerismo hoy persisten. Y con esto me refiero
a que la figura de CFK es demasiado enorme y no han aparecido, o no se dejó que
aparezcan, eso es difícil de evaluar, figuras que pudieran secundarla o tomar
la posta en caso de que ella decidiera “no jugar”, del mismo modo que la
formación de cuadros sigue siendo deficitaria, la elección de agenda suele ser
equivocada y sin coordinación, y, como si esto fuera poco, tampoco hay una
propuesta de futuro, como si alcanzara simplemente con el hecho de que vuelva
ella para mitigar todos los males.
Otro punto en común es que,
como indiqué varias veces aquí, del mismo modo que Cambiemos entendió que en
2015 no hacía falta aliarse con nadie sino que alcanzaba con llegar a una
segunda vuelta para que el voto útil y anti K desnivelara la balanza, el
kirchnerismo, tal como lo indican las encuestas hoy, no tiene ningún incentivo
para aliarse con otros sectores de la oposición, por la misma razón que tenía
Cambiemos, esto es, porque alcanza con llegar a segunda vuelta y luego
aprovechar el voto, en este caso, anti Macri, de todo el peronismo y los
desencantados que ahora se dieron cuenta que con Macri están peor que con CFK.
Seguramente habrá grandes discursos en torno a la necesidad de unidad pero con
los números en la mano, el kirchnerismo duro es capaz de ir solo a la elección
y ganarla. Esto puede dar lugar a que se repitan los viejos errores que
generaron rispideces internas y que llevaron a que aliados importantes se
cruzaran de vereda, cansados de una birome muy poco generosa y de algunas
imposiciones que quienes tenían una vasta experiencia militante no toleraron.
Llegados a finales de junio se dilucidará si esto es así o no.
Por último, aunque las
razones y las circunstancias sean distintas, entiendo que hay un último
paralelismo: el kirchnerismo perdió la elección por sus propios errores y no
por las fortalezas de su adversario. Si Cambiemos pierde esta elección, no será
porque enfrente tenga una oposición vigorosa sino por la norme cantidad de “tiros
en los pies” que se viene dando. Con esto no pretendo igualar las figuras de
Macri y CFK ni quitarle mérito a esta última cuando ha demostrado una
inteligencia y una capacidad de tolerancia ante la adversidad, extraordinarias.
Pero aun así, si el Gobierno de Macri no se hubiera equivocado tanto en casi
todo, CFK y el kirchnerismo serían hoy, objetivamente y tal como mostraron los
números de la elección 2017, una expresión importante gracias a la potencia de
la figura de ella pero incapaz de disputarle la elección.
En política, como en fútbol, a veces los goles
llegan por los errores del adversario.