Si hay una característica sobresaliente de Macri y el PRO es
su pasión por el comentario. Lo hacían, obviamente, cuando eran oposición pero
lo curioso es que lo siguen haciendo siendo gobierno. De aquí que en este
espacio haya bautizado al gobierno de Macri como “el tercer gobierno de
Cristina” porque desde lo discursivo, la centralidad de Cristina sigue
plenamente vigente y las enormes dificultades de un gobierno que no logra
mostrar un dato positivo se le achacan a la administración anterior. Incluso
repasando los editorialistas oficialistas, aquellos que afirman que ser
periodista es ser crítico del gobierno de turno, notaremos que dedican más
líneas a quien lidera el espacio de Unidad Ciudadana que a las enormes
dificultades que atraviesa Cambiemos.
Pero la pasión por el comentario tiene un objetivo que
resulta más difuso a simple vista: la quita de responsabilidad. Es que quien
comenta aparece siempre desde un presunto “afuera” de la situación, como si sus
acciones no hubieran tenido incidencia. Se comenta siempre lo que han hecho
otros o lo que, en última instancia, decimos que han hecho otros. En todo caso,
quien comenta solo es responsable de su comentario pero no es responsable del
hecho que comenta.
Con todo hay que destacar que los comentarios fueron variando
no solo por las promesas incumplidas sino porque las consecuencias del modelo
se hacen cada vez más indisimulables. Al principio era “no hablar del pasado”
aunque casi en paralelo se instaló la presunta “pesada herencia”, latiguillo
que sirvió para los primeros dos años. A partir de ahí surgió la idea de “los setenta
años” como respuesta a todo drama presente. La cifra sirve, obviamente, para
culpar de todos los males al peronismo y, a su vez, para exculpar de todos los
desastres a un gobierno que solo lleva algo más de tres años en el poder.
La recurrencia a los setenta años persiste pero ahora se suma
el comentario respecto al temor sobre el futuro, eufemismo por el cual debe entenderse,
la posibilidad de que vuelva a ganar CFK más allá de que nadie sabe siquiera si
se va a presentar. De esta manera el combo es “pesada herencia” más “setenta años
de un país jodido” y “temor a un regreso de CFK”. Y cuando todo eso no alcance,
le podemos agregar que el presente es oscuro porque, al habernos reinsertado en
el mundo, sufrimos las crisis ajenas. Con esto, entonces, se muestra que el
gobierno nunca asume errores y cuando a sus funcionarios se les pide
autocrítica afirman que se equivocaron al no contarle a la sociedad lo mal que
se estaba. Es decir, la autocrítica es, en realidad, una crítica velada a la
anterior administración.
Igualmente vale decir que no les ha ido mal con esta
estrategia a punto tal que al día de hoy el gobierno tiene razones para saberse
aún competitivo en las elecciones, de modo tal que la pasión por el comentario
continuará y me atrevería a agregar que acentuará la idea de “el miedo al
regreso del populismo”. Así, conforme las encuestas les sigan dando mal dirán que
el aumento del dólar no es por una administración que en cuarenta meses lo
llevó de $10 a $45 sino por la posibilidad del retorno de quien lo había dejado
en $10 o en $15, si quieren medirlo según el dólar ilegal. Pero, claro está, el
gobierno está allí en una gran encerrona porque, por un lado, necesita que el
dólar suba para que cierren los números, para recuperar la competitividad
perdida en los últimos meses y para evitar la presión de un FMI que asiste al
espectáculo de fuga de divisas récord como un pequeño aporte de campaña; y por
otro lado, la subida del dólar espiraliza la inflación y la inflación
espiralizada mata relato y acaba con su ilusión reeleccionista. No hay salida
de ese callejón. En todo caso, lo que no se sabe es si podrán llegar a diciembre
con el dólar controlado o explotará antes. Si no logran controlarlo, tal como
se está viendo en estos días, quedará el último gran comentario: asociarlo a la
falta de confianza producto del encadenamiento de derrotas que se van a suceder
en las elecciones que se han desdoblado y que podrían llegar a ser once hasta
que en junio se vote en Mendoza. Y si con esto no alcanzara, puede que hasta el
propio gobierno quite el pie de encima del dólar para autogenerar una disparada
el día posterior a su más que factible derrota en las PASO, en caso de que CFK finalmente
se presente. Lo harían, claro está, para endilgárselo a CFK o al candidato
opositor que sea.
Como se observa, el gobierno juega con fuego y está al límite
por sus propias decisiones, por su particular concepción del mundo y por todos
sus errores de ejecución. No obstante parece decidido a caer “con las botas
puestas” tal como se sigue de las declaraciones de Macri en la entrevista
pública que le realizara Mario Vargas Llosa esta última semana. Allí hizo sus
últimos grandes comentarios cuando, “corrido por derecha”, indicó: “el
gradualismo se explica por una administración que gobierna en minoría” y “a las
reformas hay que llegar por consenso y ese consenso generó un estado de
vulnerabilidad”. O sea, frente al Think
Tank de la ortodoxia liberal de la Fundación Libertad, se sacó la máscara
republicana, mandó al carajo el discurso de los buenos modos y los acuerdos “sentados
todos en una mesa”, y expuso que no pudo hacer lo que quiso porque no tenía
mayoría. Esto, a su vez, va de la mano de la gran zoncera que intentarán
instalar en las próximas semanas, esto es, que este gobierno de Macri no mostró
al verdadero Macri sino que solo sirvió para enderezar el desorden herededado,
de lo cual se sigue que para ver en la cancha al verdadero Macri, el virtuoso,
habría que darle una oportunidad más. Este presunto “verdadero Macri” difiere
del anterior solo en la temporalidad tal como él mismo expresó cuando indicó “Vamos
a ir en la misma dirección lo más rápido posible”. O sea, entre el Macri actual
y el Macri bueno hay solo una diferencia de velocidad. Quizás sea cierto. No
obstante, hay que tener en cuenta que la velocidad puede ser un problema cuando
el objetivo de la carrera es el mismo y cuando ese objetivo es siempre una
pared.
Excelente nota. Abarcativa y clara.
ResponderEliminarMe lleva a pensar que cambiarle "la enemiga política al globoliberalismo encarnado en Macri, sería mandarlo directamente fuera de ring.
Primero la Patria, consigna que se vuelve fundamental -hasta para los que sentimos que la Patria es ELLA.Aún sin Ella volver a pensar que eso que dice Macri(velocidad) no es lo que dice História. Y que otra estrategia con Cristina y el kirchnerismo adentro, pero no como candidato tiradoba la arena mediatica, sería la mejor opción. Eso sí, con el peornismo" afuera.