jueves, 14 de abril de 2011

El fin del candidato del azar y la duda (publicado el 14/4/11 en Veintitrés)

Con mayor o menor sorpresa, la semana pasada, asistimos a una nueva renuncia en la carrera presidencial. Se trató, claro está, de la del vicepresidente Julio Cobos, aquel que alcanzara un pico de popularidad tras su voto no positivo esa noche, la noche más larga, en la que el Senado trató la resolución 125. No tuvo mucha prensa la renuncia a la precandidatura probablemente porque la imagen del vicepresidente opositor comenzó a desdibujarse desde aquella misma madrugada del 18 de julio de 2008.

Ahora bien, usted podría preguntarse cómo es posible que la misma noche del pleno auge, de la explosión mediática, de los orgasmos opositores, se haya comenzado a dar la caída. ¿Qué ocurrió, entonces, para que aquellas horas en las que, basta recordar, el vicepresidente se paseaba triunfal por su provincia como un pseudo-libertador de los oprimidos intereses de la Sociedad Rural y sus cómplices de la Federación agraria, se transformasen en el prolegómeno de su alicaído y paria presente?

La clave está en su primera indecisión, porque Cobos debió renunciar esa misma noche. Sin embargo, preso de la pusilanimidad manifiesta en la forma gramatical “no positivo”, pusilanimidad que lo acompañó en cada decisión hasta el día de hoy, Cobos quedó en un espacio intermedio, límbico, inconsistente, vacío.

La duda de Cobos no es la duda de Descartes. La de Descartes era una duda que implicaba existencia: si dudo es porque pienso y existo. La de Cobos parece de otra naturaleza. Es una duda que disemina, una duda que va minando la identidad, la voluntad, una duda que disuelve la existencia.

Así, la decisión de los últimos días no es más que la mera confirmación de que Cobos había comenzado a dejar de existir el día en que fue apresado por esas dudas, algo que ni siquiera pudo remediar la vuelta atrás del interesado radicalismo que tras expulsarlo “de por vida”, lo resucitó en plena popularidad. Pero ya no había modo. Los muertos no resucitan; los muertos no tienen sobrevida.

¿Pero por qué debió renunciar? Por respeto a la ciudadanía que votó un programa, por coherencia y por la salud de las instituciones democráticas. Dejando de lado si la 125 era una medida correcta, aun si no lo fuese y Cobos hubiera tomado la decisión correcta para el país, debió irse porque no hay sistema institucional que soporte una cabeza ejecutiva esquizofrénica. En este sentido, son interesados los que crean un capítulo nuevo en la historia del pensamiento republicano e indican que el equilibrio de poderes debe llegar también al interior del poder ejecutivo. El peligro de un ejecutivo bifronte fue disuelto por la fortaleza casi tozuda del conjunto de hombres y mujeres que acompañaron al kirchnerismo aún en su peor momento y, obviamente por el redoble de la apuesta que llevaron adelante CFK y su marido para, aparentemente derrotados, impulsar leyes que cualquier cálculo de razonabilidad hubiera desestimado. Recuerdo, incluso, que en alguna nota de la época, supuse que la derrota en 2009 implicaría que el gobierno no tomaría la decisión de avanzar con leyes indispensables como la de Medios. Se trata de una de las pocas veces en que un error grosero de mi parte me da tanta alegría.

La vehemencia por momentos épica que llevaron adelante Kirchner y CFK, contrastó con esa actitud débil, timorata y pobre de un Cobos que en la anomalía de ser vicepresidente opositor ni siquiera pudo tomar convincentemente como propio, si bien no dejó de hacerlo, el discurso institucionalista que se impuso desde las tapas de algunos diarios ya antes de la asunción de CFK.

Y sin embargo, dicho esto, alguien podría “correr por izquierda” al kirchnerismo y preguntarse por qué eligieron como acompañante de fórmula al Chauncey Gardiner (vernáculo) que tan maravillosamente retrata Kosinski en su novela Desde el jardín.

Tal pregunta es válida pero no es legítima en caso de realizarse una vez acaecidos los hechos. Desde el presente es fácil señalar tal error pero en aquel momento las circunstancias parecían otras, esto es, se estaba dando lo que en su momento señalé como “el paso de la transversalidad a la gobernabilidad”. Dicho de otro modo, habiendo fracasado el intento de sostener el proyecto kirchnerista en un grupo transversal de fuerzas más o menos en igualdad de condiciones, Kirchner decide cobijarse en la estructura del PJ como eje aglutinador. Con astucia, el ex presidente había interpretado que la gobernabilidad estaría garantizada si y sólo si domeñaba el siempre lábil aparato y constituía un frente con estructuras partidarias que detentaban el poder en otras provincias. Esto es lo que explica el surgimiento de los “radicales K”, entre ellos, claro está, Julio Cobos. Si la transversalidad suponía una prevalencia del orden ideológico, la necesidad de gobernabilidad implicaba darle preponderancia al orden pragmático. Sin embargo, elegir la gobernabilidad en lugar de la transversalidad no transforma, necesariamente, tal decisión en algo deleznable ni mucho menos. Son circunstancias, equilibrios de fuerzas, intuiciones de escenarios en el que los que toman las decisiones eligen y se encuentran siempre expuestos a que los que estamos detrás de una computadora los instemos, con una liviandad exasperante, a que se acomoden a la pretendida pureza de los actos que realizamos aquellos que nunca metemos la pata en el fango.

Por cierto, además, la decisión y la actitud de Cobos también debería interpelar a ese conjunto de la ciudadanía que en algún momento consideró que la duda era la virtud de los estadistas, aunque, para ser más precisos, los resultados de las encuestas dan a entender que el pueblo ya se interpeló, y ya se “desdudó” comprendiendo que la figura hecha polvo de Cobos es lo propio de un amor de verano.

Y asimismo, todavía no dejo de imaginarme el modo en que en la política y en nuestras vidas en general, el factor azaroso juega un rol preponderante. Los que creemos en las construcciones a largo plazo de repente podemos ver barridos de un día para el otro nuestros planes. ¿Quién hubiera pensado lo que generaría la muerte de Kirchner? ¿Quién hubiera imaginado semejante reconocimiento de más de la mitad de la sociedad para un gobernante que había sido demonizado? ¿Quién hubiera previsto que tal evento hubiera acelerado un proceso de reconciliación del kirchnerismo con el electorado que lo apoyó en 2007 sumándole una sorprendente impronta juvenil? Y por otro lado ¿se imagina qué hubiera ocurrido si el 18 de julio de 2008, aquella noche del “no positivo” que señalábamos en un principio, hubiera ocurrido, por caso, dos años después? Este tipo de contrafácticos no tiene demasiado sentido pues nunca podemos dejar inmóviles el resto de las variables que permitirían predecir con precisión los hechos pues sin “no positivo” no hubiera habido derrota en 2009 ni libro de Economía 3d para amas de casa firmado por un actual desempleado llamado Martín Lousteau. Pero, con poca rigurosidad, podríamos pensar que un amor de verano cercano a una elección puede depositar a un cualquiera, que esté en el momento justo en el lugar adecuado, en la presidencia de la Nación. Se trata de burlas que nos hace el azar, mojadas de oreja acompañadas de risa cínica.

¿Pues acaso alguien puede afirmar que Cobos tuvo la capacidad para generar las condiciones que obligándolo a desempatar lo catapultaran al estrellato que todo vicepresidente parece tener vedado? Me niego a pensarlo, lo cual, claro, no significa que Cobos sea un subnormal que no pueda realizar operaciones ni estrategias. Las conspiraciones son como las brujas pero no todo es explicable en términos de una teoría conspirativa. Hay circunstancias que, “con el diario del lunes” configuramos como el paso indefectible de toda tragedia griega, pero a veces no son más que el producto de la necesidad de hallar un orden narrativo y causal para hechos independientes que ocurren aún a pesar de sus protagonistas. Hay hombres que con su voluntad ponen en jaque al azar y a las circunstancias hasta forzarlas y por momentos encauzarlas hacia determinado lugar. Nunca el control es total pero eso no significa que no pueda incidirse. Pero también hay otros hombres que se encuentran depositados en un lugar para el que no están preparados, espacio que no fue previsto y que, incluso, en algunos casos, es indeseado y hasta incómodo. No hace falta que aclare en cuál de estas dos categorías podría englobarse la figura de Cobos.

3 comentarios:

Deja tu nombre dijo...

Me parece que una estrella fugaz lo define pintado.

Y para hablar de un tema lindo, como saben el documental de Néstor está en proceso y necesitamos de todo su aporte.
Fotos videos notas con nuestro pingüino querido.

Acerquenlas. Más info en www.facebook.com/yoquieroserparte

LA VANGUARD dijo...

El emotivo abrazo con Macri en el Colón (en contraste con lo que pasaba en la 9 de Julio ese mismo día) fue una metáfora Titaniquezca de la inminente caída.

edu, desde el barrio, dijo...

Cleto es radical. Yo los apoyé muucho tiempo. Me gustaban sus formas, sus internas, etc.Pero al final (gracias Néstor), entendi que se doblan, no se rompen, y acaban por morderse la cola, mientras te joden mal, y mucho.
NO LO VAMOS A EXTRAÑAR.