La importante suba que muchos gremios exigen a los empresarios, lo cual, en algunos casos, llega hasta el intento de reabrir las paritarias que se habían pactado algunos meses atrás, se ha interpretado como signo de que el INDEC miente. Dicho de otra manera, la lógica de los grandes voceros de la oposición construyó una suerte de silogismo por el cual se indica que dado que los aumentos exigidos por los gremios tienen que ver con su razonable intención de no perder poder adquisitivo frente a la inflación, lejos del 15% que el INDEC proyecta, deberíamos prestar atención a ese promedio de 40% que se está exigiendo pues allí parece estar el termómetro de lo que verdaderamente sucede. No es mi intención defender los indefendibles número del INDEC sino más bien apuntar a los presupuestos de este razonamiento puesto que en ningún momento estos comunicadores se plantearon la posibilidad de pensar que existe la posibilidad de que los gremios no sólo no deseen atrasar su poder de compra sino que, quizás, hayan tomado la decisión de discutir con los empresarios un reparto más equitativo de la torta. Esto quiere decir que un pedido de 40% de aumento puede no equivaler al cálculo de las expectativas inflacionarias, sino a un intento de acercarse a ese punto “ideal” que se había logrado con el primer peronismo: 50% para los empresarios y 50% para los trabajadores. Si tenemos en cuenta que en el 2002 la participación de los trabajadores era del 27% del PBI y que hoy se encuentra en alrededor del 43%, hay indicios para ser optimistas y para considerar que quizás los trabajadores estén determinados a acercarse aún más al famoso “fifty-fifty”.
Sin embargo, si bien los planteos de una redistribución más equitativa suelen ser pasados por alto por los principales editorialistas, no les falta verdad cuando critican los números oficiales que, particularmente en lo que a inflación refiere, nos brinda el INDEC.
Es posible que la intención de manipular estos números haya tenido primeramente una finalidad estrictamente económica vinculada a pagar menos intereses por los bonos atados a la inflación. Este punto, claramente cuantificable ha dado sus dividendos aunque probablemente a un costo simbólico demasiado alto. Pues el dinero que el Gobierno evita pagar por los intereses tiene como correlato el germen de la pérdida de confianza no sólo de empresarios sino de la ciudadanía en general y la posibilidad de que consultoras privadas de dudosa reputación y huérfanas de control y metodologías, cuantifiquen su odio al Gobierno en números “objetivos” de inflación.
El riesgo de todo esto es grande pues puede hacer de CFK una suerte de heredera del gran mito griego de Cassandra. Como ustedes saben, la leyenda cuenta que el dios Apolo se había enamorado de Cassandra y con la intención de ser correspondido otorgó a ésta el don de la adivinación. Sin embargo, un tiempo más tarde Cassandra se arrepintió de haber aceptado el vínculo amoroso con el dios, el cual furioso, le dejó ese don profético pero le quitó el de la persuasión. Esto es lo que hace que nadie le crea a Cassandra cuando ella avizora la destrucción de Troya. De este modo, el INDEC puede transformarse en el castigo divino que desacredite toda palabra del Gobierno. Gracias a esta manipulación, parte de la ciudadanía descree de la recuperación de los salarios de los trabajadores mucho más allá de la inflación real y, además, es presa fácil de ese razonamiento falaz pero, en tanto tal, persuasivo, que afirma que si el gobierno miente con el INDEC, debemos desconfiar de cualquier tipo de afirmación que provenga del kirchnerismo. Habrá que hacer el cálculo pero sin olvidar que la verdad sin persuasión puede alcanzar para dormir reconciliados con nuestra almohada pero nunca será suficiente para ganar una elección.
Sin embargo, si bien los planteos de una redistribución más equitativa suelen ser pasados por alto por los principales editorialistas, no les falta verdad cuando critican los números oficiales que, particularmente en lo que a inflación refiere, nos brinda el INDEC.
Es posible que la intención de manipular estos números haya tenido primeramente una finalidad estrictamente económica vinculada a pagar menos intereses por los bonos atados a la inflación. Este punto, claramente cuantificable ha dado sus dividendos aunque probablemente a un costo simbólico demasiado alto. Pues el dinero que el Gobierno evita pagar por los intereses tiene como correlato el germen de la pérdida de confianza no sólo de empresarios sino de la ciudadanía en general y la posibilidad de que consultoras privadas de dudosa reputación y huérfanas de control y metodologías, cuantifiquen su odio al Gobierno en números “objetivos” de inflación.
El riesgo de todo esto es grande pues puede hacer de CFK una suerte de heredera del gran mito griego de Cassandra. Como ustedes saben, la leyenda cuenta que el dios Apolo se había enamorado de Cassandra y con la intención de ser correspondido otorgó a ésta el don de la adivinación. Sin embargo, un tiempo más tarde Cassandra se arrepintió de haber aceptado el vínculo amoroso con el dios, el cual furioso, le dejó ese don profético pero le quitó el de la persuasión. Esto es lo que hace que nadie le crea a Cassandra cuando ella avizora la destrucción de Troya. De este modo, el INDEC puede transformarse en el castigo divino que desacredite toda palabra del Gobierno. Gracias a esta manipulación, parte de la ciudadanía descree de la recuperación de los salarios de los trabajadores mucho más allá de la inflación real y, además, es presa fácil de ese razonamiento falaz pero, en tanto tal, persuasivo, que afirma que si el gobierno miente con el INDEC, debemos desconfiar de cualquier tipo de afirmación que provenga del kirchnerismo. Habrá que hacer el cálculo pero sin olvidar que la verdad sin persuasión puede alcanzar para dormir reconciliados con nuestra almohada pero nunca será suficiente para ganar una elección.
5 comentarios:
Lo que me gustaría saber es en qué te basás (aparte de en la infinita repetición) para decir que el Indec miente. ¿Cómo sabés que no mentía antes? ¿te basás en "las cifras de las consultoras"? ¿Vos sabés cómo se calcula un índice de inflación? ¿Sabés los recursos de personal y técnicos que hay que tener? ¿Crees que las consultoras privadas los tienen, y además, para calcularlo gratis? Dentro de poco habrá más noticias para este boletín...
Huinca tiene razón, el hecho de que el salario rinda menos no quiere decir que haya inflación.
Eso de que el INDEC miente es otro invento de los medios, como lo de la desaparición de Julio López, que todos sabemos que está en el exterior. Yo creo que hoy por hoy la tarea es multiplicar, como dice esa hermosa canción, así que recomiendo que mandemos cartas a todos los diarios de acá y del exterior para explicar que acá no hay ni pobreza ni represión, y terminar de una vez con esta nefasta campaña antiargentina.
Huinca y yo ya mandamos las nuestras, vos no vas a mandar cartita Dante?
HABER LEIDO ESTO ME HACE PENSAR EN QUE , NUESTRA CABEZA, TIENE INFLACIÓN. INFLACIÓN EN CONCEPTO HIPER.
LA NECESIDAD DE HIPERBOLIZAR EL DISCURSO PARA DESINFLAR UN GOBIERNO.
ME GUSTO!
UN SALUDO Y FELICES PASCUAS!
"Carla" ¿En qué parte de lo que escribimos, dice que "el salario rinda menos...". ¿En qué parte dice, en general, que no haya inflación? ¿En qué parte, que no haya pobreza?
Eso sí, "Carla", lo que tenés que explicar es lo de la represión. Explicá por favor los casos de represión tan importantes que hacen que haya que reseñarlos en esas "cartas"
Huinca, en tu post no dice que el salario rinda menos, yo nunca te acusaría de semejante aberración. Eso es lo que dicen algunos cipayos de la derecha que se disfrazan de indigentes y duermen en la calle para hacernos creer que hay pobreza.
Y yo no creo que haya represión, para nada. Ese tal Luciano Arruga es otro invento de Clarín para manchar al honorabilísimo Daniel Scioli, hombre de una trayectoria política intachable.
Por eso creo que la gente que apoya este modelo, como vos y yo, debemos mostrarle al mundo que no son ciertas esas cosas que se dicen. Y qué mejor momento que el Mundial para hacerlo. Mundial en el que todos debemos jugar de argentinos.
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