Cada vez son más frecuentes los casos de lo que se conoce como síndrome de Munchausen por poderes, esto es, una alteración psicológica por la cual el afectado por esta patología promueve que las personas que están a su cargo sufran sucesivos trastornos de salud lo cual puede llevarlos incluso a la muerte. Los que portan este síndrome buscan ser compadecidos ante lo que es un aparente destino sacrificial y a tal fin utilizan todo tipo de artilugios, hasta formas de envenenamiento, para que la persona a cargo nunca pueda quebrar el círculo vicioso de distintas afecciones. Esta parece ser la lógica de la Mesa de Enlace desde el 28 de junio.
Los representantes de las principales entidades del Campo, simplificada y tendenciosamente consideran que en las últimas elecciones la polarización estuvo dada entre “el campo” y el gobierno y que todo voto que no fue al kirchnerismo se transforma automáticamente en un voto a favor de un reclamo que, como una pendiente resbaladiza, comenzó por una disputa técnica sobre un porcentaje en las retenciones para transformarse en una discusión política en torno al modelo de país. Ese deslizamiento que se mueve pendular y esquizofrénicamente entre una crítica a las “formas” del gobierno y la denuncia al “contenido” de las políticas kirchneristas, probablemente comience a desbalancearse hacia el segundo de estos términos más por el debilitamiento del Gobierno que por mérito propio. Por ello, no debe extrañar que el embate contra el gobierno se dirija a romper el cerco del obediente superávit fiscal que hoy se mantiene sólo a nivel primario atacándolo desde diferentes ángulos: por un lado declarando insuficiente toda negociación que no tenga como fin la eliminación de las retenciones o, en su defecto, apoyando una desorbitante ola de subsidios con beneficio equivalente; por otro lado, esto estará acompañado por la tan irresponsable como hipócrita propuesta de sectores de centro derecha en torno a un ingreso universal por hijo y a la presión de la UIA por subir el tipo de cambio bastante más allá que la inflación y mantener a dique las paritarias. Este modelo de desfinanciamento del Estado que llevaría inmediatamente al fin de las políticas neokeynesianas, tendría como corolario la necesidad de acercamiento a los organismos de Crédito internacional, lo cual no es otra cosa que aceptar el convite del brazo ejecutor del síndrome de Munchausen por poderes económicos. Con la misma ambigüedad del farmakón griego que cura y enferma a la vez, el FMI volvería a entrar a escena para cubrir el déficit generado por la ausencia de la entrada de divisas vía retenciones a la soja y por un ingreso universal por hijo que hará las veces de paliativo hasta ser pulverizado por la inflación consecuencia de la subida del dólar.
El eterno retorno de la historia no hace falta desarrollarlo: el Modelo de la Mesa de Munchausen plantea el retorno al endeudamiento del Estado en pos de un sector que se ha visto beneficiado por una coyuntura única e irrepetible. Un endeudamiento que ni literal ni metafóricamente es gratuito y que nos expondrá a repetir el viejo error de no observar que quien dice darnos el santo remedio, poco a poco, acabará matándonos.
Los representantes de las principales entidades del Campo, simplificada y tendenciosamente consideran que en las últimas elecciones la polarización estuvo dada entre “el campo” y el gobierno y que todo voto que no fue al kirchnerismo se transforma automáticamente en un voto a favor de un reclamo que, como una pendiente resbaladiza, comenzó por una disputa técnica sobre un porcentaje en las retenciones para transformarse en una discusión política en torno al modelo de país. Ese deslizamiento que se mueve pendular y esquizofrénicamente entre una crítica a las “formas” del gobierno y la denuncia al “contenido” de las políticas kirchneristas, probablemente comience a desbalancearse hacia el segundo de estos términos más por el debilitamiento del Gobierno que por mérito propio. Por ello, no debe extrañar que el embate contra el gobierno se dirija a romper el cerco del obediente superávit fiscal que hoy se mantiene sólo a nivel primario atacándolo desde diferentes ángulos: por un lado declarando insuficiente toda negociación que no tenga como fin la eliminación de las retenciones o, en su defecto, apoyando una desorbitante ola de subsidios con beneficio equivalente; por otro lado, esto estará acompañado por la tan irresponsable como hipócrita propuesta de sectores de centro derecha en torno a un ingreso universal por hijo y a la presión de la UIA por subir el tipo de cambio bastante más allá que la inflación y mantener a dique las paritarias. Este modelo de desfinanciamento del Estado que llevaría inmediatamente al fin de las políticas neokeynesianas, tendría como corolario la necesidad de acercamiento a los organismos de Crédito internacional, lo cual no es otra cosa que aceptar el convite del brazo ejecutor del síndrome de Munchausen por poderes económicos. Con la misma ambigüedad del farmakón griego que cura y enferma a la vez, el FMI volvería a entrar a escena para cubrir el déficit generado por la ausencia de la entrada de divisas vía retenciones a la soja y por un ingreso universal por hijo que hará las veces de paliativo hasta ser pulverizado por la inflación consecuencia de la subida del dólar.
El eterno retorno de la historia no hace falta desarrollarlo: el Modelo de la Mesa de Munchausen plantea el retorno al endeudamiento del Estado en pos de un sector que se ha visto beneficiado por una coyuntura única e irrepetible. Un endeudamiento que ni literal ni metafóricamente es gratuito y que nos expondrá a repetir el viejo error de no observar que quien dice darnos el santo remedio, poco a poco, acabará matándonos.
4 comentarios:
Muy bueno y muy claro.
Por supuesto. Una vez más elegiremos ser dependientes vía FMI, que condiciona nuestra economía, en pos del crecimiento del mundo desarrollado.
Dice Alberto J. Lapolla que "Nuestro pueblo sufre el mayor castigo de su historia: 55 niños, 35 adultos y 15 personas mayores mueren diariamente por causas vinculadas al hambre, es decir casi 450.000 personas entre 1990 al 2003, un verdadero genocidio económico.
Veinte millones de personas (sobre una población de 38.000.000) se encuentran bajo el nivel de pobreza, 6.000.000 son indigentes (es decir que pasan hambre extremo) y cerca de 4.5000.000 están desempleados. Sin embargo la Argentina produce la mayor tasa de alimentos por habitante del mundo con sus más de 70 millones de toneladas de granos, sus 56 millones de cabezas de ganado bovino, una cifra similar de ovinos y otra mayor de porcinos, lo que produce 3500 Kg de alimentos-hab-año. Sin embargo tal masa de productos alimenticios es testigo del mayor hambre y genocidio social de nuestra historia".
Mientras tanto, nuestro sector campestre más beneficiado, anhela el "granero del mundo" y nombra con melancolía a Martínez de Hoz, uno de ellos, apropiador de tierras y uno de sus herederos, el ex ministro de economía, facilitador de sus negocios, vía endeudamiento con el exterior, dólar sobrevaluado, privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas.
Muy bueno tu artículo.
Te saludo
Coincidencia plena. Muy bueno esto de remarcar que "el campo" se adjudica como propios todos los votos que no fueron Kirchneristas... de alguna manera lo que hicieron siempre, apropiarse de lo que no era de ellos, empezando por las tierras.
Saludos.
FAB
Dante.
Sinceramente no conocia sobre este sindrome. Es una nota muy clara, sencilla y pega bién.
Slds
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