En prácticamente una semana, el gobierno pudo dar las primeras dos grandes buenas noticias, cada una referida a los principales escollos de su gestión, esto es, la deuda heredada y la pandemia. Después de una parálisis de casi nueve meses, bien puede tomarse como el inicio de un segundo mandato tras un primero de transición y administración de “lo que había”. Podría decirse que fue todo un parto si se me permite una obvia y trillada metáfora obstétrica.
El acuerdo con los bonistas es una buena noticia para el
gobierno que, es evidente, siempre tuvo voluntad de pago, si bien es cierto que
la negociación se dilató más de lo pensado y la actual administración había
supeditado su gestión a ese resultado. Nunca sabremos cuál era el número real
que el gobierno tenía en la cabeza para considerar exitosa la renegociación
pero lo cierto es que ha logrado postergar pagos que resultaban imposibles de
saldar en el corto plazo. Los cálculos varían pero se habla de que, entre el
2020 y el 2023, el Estado argentino tenía el compromiso de abonar alrededor de
39000 millones de dólares y que, tras la renegociación, esa deuda se habría
reducido a cerca de 3000 millones. Eso sí que era una verdadera pesada
herencia.
El día del anuncio del acuerdo coincidió con el del
lanzamiento del plan PROCREAR, regresando al espíritu que tuvo en sus orígenes.
Naturalmente no equivale ni de cerca a la importancia del acuerdo con los
acreedores pero puede ser un hito para un gobierno al que le está costando
implementar medidas estructurales. Si a estos anuncios le sumamos el proyecto
de reforma judicial, independientemente de si prospera o no, daría la sensación
de que es un gobierno que intenta avanzar.
Asimismo, días atrás llegó el anuncio del acuerdo por la
fabricación de la vacuna desarrollada en Oxford permitiendo que la Argentina se
haga de las dosis suficientes bastante tiempo antes de lo imaginado. Sin dudas,
una gran noticia y un acierto de las autoridades que se movieron con rapidez y
que, por primera vez, ofrecen un “día después” de la pandemia. Será en enero,
para los grupos más expuestos, quizás un poco después, pero todo hace prever
que en los primeros meses del año que viene el asunto “coronavirus” será un mal
recuerdo o tendrá una circulación acotada y estacional como el de las gripes
comunes sin que ello suponga ningún limite a nuestra vida normal.
La noticia llega, a su vez, en el peor momento de la pandemia
en el país: los casos aumentan en la provincia de Buenos Aires, crecen
exponencialmente en provincias que no tienen un sistema de salud acorde a las
necesidades y la cifra de muertos se hace abultada. Todo esto en el marco de
una lógica ritualizada en la que ya nadie cree: cada 15 días el gobierno hace
que anuncia restricciones y cada 15 días la ciudadanía hace que obedece. En la
práctica la cuarentena es solo la excusa para la bronca y la angustia frente a
un virus que no responde y no ofrece libro de quejas. En una cultura del
pleito, la denuncia fácil y la judicialización de la vida, el virus no puede
pasar por tribunales y la única carrera que nos ofrece es la carrera de quién
es el más perjudicado. Todos nos ofrecemos para ocupar ese lugar porque de la
meritocracia más ingenua pasamos a los tiempos donde todo el que denuncia algo
y dice ser afectado o víctima, tiene razón. No es un problema estricto de
Alberto Fernández, por cierto, sino un fenómeno que, en parte, lo trasciende.
Lo cierto es que, en AMBA, con las nuevas medidas, estaremos
yendo hacia una circulación que oscilará los 3/4 de la población respecto de la
circulación normal prepandemia. Llamarle a eso “cuarentena” y compararlo con
las cuarentenas de las pestes medievales es, como mínimo, pereza intelectual.
Esto no significa, por cierto, subestimar las consecuencias que esa merma en la
circulación supone pues los resultados están a la vista: rubros enteros
arruinados, empresas que cierran, trastornos psicológicos y físicos varios,
etc. Un verdadero desastre. Pero, una vez más, el problema es el virus y no
esto que acordamos llamar “cuarentena” y desde hace ya un tiempo ha dejado de
serlo para convertirse en otra cosa. De hecho, salvo casos puntuales de
comercios específicos y actividades particulares, quien no circula lo hace por
responsabilidad individual pero no existe prácticamente nada ni nadie que se lo
impida. En este sentido, la protesta anticuarentena en el Obelisco o en algunos
lugares emblemáticos del país no solo resulta delirante por sus variopintas
razones sino porque es el mejor ejemplo de protesta paradójica. Es que, si
tiene éxito y una amplia convocatoria quedaría demostrado que la cuarentena
contra la que protestan, de hecho, ya no existe. Dicho a la inversa, la única
manera de seguir sosteniendo este otro ritual de las protestas anticuarentena es
que cada vez sean menos masivas. Su permanencia y su sentido dependerán del
fracaso en la convocatoria. No deja de ser curioso más allá de que, por
supuesto, creo que hay cosas que se pueden criticar de la acción del gobierno.
Para concluir, esta especie de segunda presidencia de Alberto
no tendrá sus 100 días de gracia ni mucho menos. De hecho, la renegociación de
la deuda salió de la agenda mediática en menos de 24 horas y el arco se corrió
a “la negociación con el FMI”. En cuanto a la vacuna, los medios opositores
tardaron un poco más en acomodarse porque mientras empezaban a militar la
oposición a la vacuna de Rusia, la cual, aparentemente, no solo generaría
anticuerpos sino también simpatías prosoviéticas, el gobierno anuncia un
acuerdo con la que, desde hace tiempo, parece la vacuna más desarrollada y con
mayor prestigio que, para colmo de males, se producirá en conjunto por los
gobiernos presuntamente populistas de México y Argentina. Boludeces siempre se
pueden decir pero a veces la realidad te la hace más difícil.
En las próximas semanas vendrá la discusión sobre el
presupuesto y allí habrá un primer bosquejo de qué plan o qué objetivo tiene el
gobierno. Varias consultoras apuestan a un rebote de la economía que, por más
que se haga desde el subsuelo, será bienvenido. Desaparecido el ahogo inmediato
en materia de deuda y proyectada una solución para la pandemia, el gobierno
dispondrá de un escenario en el cual ya no habrá excusas. Sin embargo, será un
escenario de una enorme conflictividad por una puja distributiva que se,
augura, sin precedentes, después del cocktail explosivo de 4 años de Macri y
una pandemia inédita. No hay nada peor que esta pandemia de mierda. Pero lo que
viene no será para nada fácil.
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