jueves, 23 de noviembre de 2017

Reflexiones tras un grito de "¡Forro!" (editorial del 19/11/17 en No estoy solo)

“¡Forro! Hablá de Magnetto y de DyN” le habría gritado, según testigos presenciales, el productor Julián Capasso a Alfredo Leuco en momentos donde éste, visiblemente crispado, arremetía contra empresarios dueños de medios de comunicación cuya línea editorial fue afín al gobierno anterior. La exaltación y agresividad que tenía Leuco, y a las que nos tiene acostumbrados en editoriales ostensiblemente antiopositores, le hizo cometer un fallido curioso que, entiendo, no fue advertido. Es una sutileza pero viene al caso porque su discurso fue muy criticado por, presuntamente, haberle espetado a los trabajadores el “error” de no saber elegir en qué empresa trabajar. En ese contexto, tiene sentido el “¡Hablá de Magnetto y de Dyn!” porque justo en esa semana se había cerrado la Agencia DyN, que depende de Clarín, y el hombre que suele dar la palabra, omitió curiosamente esa referencia. Esto mostraría que aun los que eligieron empresas antikirchneristas y oficialistas, como aquellas en las que trabaja Leuco, también sufrieron la pérdida del empleo, de lo cual podría seguirse que la razón para explicar por qué centenares de periodistas están sin trabajo desde diciembre de 2015, no puede reducirse a la falta de escrúpulos de algunos empresarios ligados, de alguna manera, a la gestión anterior.
Ahora bien, tras mencionar a Cristobal López, Sergio Szpolski y Electroingeniería, Leuco afirma “lamento mucho los compañeros que se han quedado sin trabajo pero hay que saber bien quién es el tipo que debe estar en los medios de comunicación”. Insisto en que esta intervención fue interpretada como una crítica a los trabajadores que se desarrollaron en los medios “k” pero si uno escucha correctamente lo que Leuco parece estar diciendo es algo distinto aunque muy grave también. Con el “hay que saber quién es el tipo que debe estar en los medios” no se está refiriendo a los trabajadores sino a los gobiernos. Es decir, la crítica es al gobierno kirchnerista, aquel que evidentemente y a la luz del pensamiento de Leuco, no determinó correctamente qué empresarios deben estar en los medios. Esto abre otra perspectiva aunque el resultado sigue siendo incómodo para Leuco pues cabe preguntarle: ¿son los gobiernos los que deben determinar qué empresarios serán los dueños de las corporaciones mediáticas? La mera pregunta generaría escándalo en el ex comunista converso, devenido ferviente republicano, periodista del Grupo Clarín.
Con todo, no tiene mucho sentido plantear una discusión en torno a qué interpretación de los dichos de Leuco es más grave o más indignante pero esta última parece toda una declaración de principios que va en línea con el gobierno que Leuco defiende y que por presión directa o indirecta ha logrado que las voces disidentes tengan cada vez menos espacio, tal como muestra el reciente despido de Víctor Hugo Morales de C5N. No olvidemos, por cierto, que C5N era la señal que, una vez más, por decisión propia como guiño ante el gobierno y/o presión gubernamental, había decidido echar a Roberto Navarro y no poner al aire 678 después de que el gobierno de Macri decidiera que no continúe en la TV Pública. Porque, una vez más, y esto lo menciono porque puede que el ciudadano de a pie no lo sepa, el Grupo Indalo, dueño de C5N, al comprar la productora que era dueña de 678, compró también “la marca 678” de modo que si el programa no está al aire en la señal que le es propia, es por una decisión política y no empresarial ya que el kirchnerismo no estará ganando elecciones pero logra audiencias importantes en el contexto de un mapa de medios monocromático en el que están “todas las voces” pero siempre diciendo lo mismo. En todo caso, para otra columna quedará interrogarse sobre la ausencia total de una política comunicacional del kirchnerismo una vez abandonada la gestión y otros varios interrogantes, pues si era verdad que el kirchnerismo tenía injerencia en C5N, evidentemente no hizo demasiado para que 678 regrese a la pantalla o para que los recientemente echados continúen en sus lugares.
Volviendo al eje de estas líneas, los otros pasajes del breve discurso de Leuco también permiten algunas reflexiones. Pienso en, por ejemplo, aquel en el que se refiere a la carta de Reynaldo Sietecase, recriminándole no haber dicho nada de “los dueños de los medios”. Este punto es crucial y podría decirse que en ese desliz otorga, sin desearlo, una victoria al periodismo que él militantemente llamará “militante” y que durante años hizo hincapié en desnudar los intereses que hay detrás de los medios de comunicación. La carta de Sietecase, efectivamente, no mencionaba a los dueños de los medios porque hablaba en general. La alocución de Leuco, en cambio, sí habló de los dueños de los medios pero nunca del medio para el que él trabaja. De ahí el grito “Hablá de Magnetto”. En este sentido si, como el propio Leuco indicó, el rol del periodista es, como diría el Talmud, “incomodar a los cómodos y acomodar a los incómodos”, nuestro protagonista no está ejerciendo el periodismo, aseveración que también incluye a esos periodistas que definen su labor como aquella que debe incomodar al poder pero nunca investigan a los dueños de las empresas que los contratan y los auspician. 

Para finalizar, digamos que lo que se vivió la última semana es todo un símbolo del estado actual del periodismo y el debate público. Pues las breves palabras de Leuco derivaron, entre otras cosas, en cruces de todo tipo, en los que contabilicé un episodio de “posverdad al palo” en el que se inventó que alguien le habría proferido un insulto antisemita al hijo de Leuco; un muchacho solemne, que goza de cierta afectación y que, devenido opinador oficialista, llegó a tildar de “sicario” a la locutora que leyó la carta de Sietecase; y hasta comunicadores de clara tradición liberal y estrellas de la misma radio en la que trabaja Leuco, advirtiendo sobre el macartismo en el que están incurriendo periodistas militantes del actual gobierno, verdaderos candidatos al premio “Nadie te pide tanto”. Como si esto fuera poco, el corolario lo tuvimos hacia el fin semana con el apartamiento de Víctor Hugo Morales y un mensaje rebosante de cinismo del Titular del Sistema Federal de Medios, Hernán Lombardi, quien públicamente dijo lamentar que el uruguayo no tenga pantalla cuando, como indicaba Sietecase, independientemente de los errores en materia comunicacional del anterior gobierno, y con ello me refiero al apoyo que le dio a empresarios que el 11 de diciembre de 2015 ya habían dejado en la calle a los trabajadores, es obligación del actual gobierno intervenir de alguna manera porque detrás de los cierres de medios y de los más de 2000 despidos de periodistas, no está solamente la situación personal de esos trabajadores y sus familias sino la posibilidad cierta de que se vulnere un derecho de toda la sociedad, esto es, el derecho a la comunicación. Pensar que ese derecho se reduce a garantizarle al dueño de un medio o a un periodista desarrollar libremente su línea editorial, pasa por alto el derecho de las audiencias a recibir información veraz y diversa. Por todo esto, si el gobierno actual, por acción o por omisión, deja que las condiciones de la comunicación en Argentina queden libradas a la lógica del mercado, es natural que la necesidad de eficiencia y sustentabilidad, eufemismos que reemplazan a “pingües negocios”, sustituyan a algunos de los valores centrales del debate público. Me refiero, claro está, a la conciencia crítica, la pluralidad y esa cosa rara a la que algunos todavía llaman “verdad”.

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