El debate sobre el periodismo ha
devenido en farsa desde hace ya algunos años y el mejor ejemplo de ello es celebrar
el día del periodista (independiente, neutral y objetivo) a partir de la
primera edición de La Gazeta de Buenos
Ayres, cuyo director era Mariano Moreno. Efectivamente, basta examinar la
concepción del periodismo que La Gazeta
y el propio Moreno tenían, para mostrar que los periodistas presuntamente
independientes celebran su día, curiosamente, reivindicando al más militante de
los periodistas (Mariano Moreno) y al más militante de los periódicos, esto es,
aquel que en ningún momento ocultó haber sido creado como órgano de propaganda
y difusión de las ideas revolucionarias, lo cual implicaba, no solo diatribas,
opiniones y operaciones contra los enemigos de turno, sino la justificación de
los ajusticiamientos en la etapa más jacobina de la revolución.
El investigador del CONICET,
Martín Becerra, por ejemplo, en un artículo publicado en 2010 y titulado “Las
noticias van al mercado: etapas de la intermediación de lo público en la
historia de los medios de la Argentina”, distingue tres etapas en la historia
del periodismo. Una primera considerada “facciosa” que abarcaría desde las
vísperas de la revolución de mayo hasta aproximadamente los años 70 del siglo
XIX, es decir, hasta la década en que surgieron diarios como La Nación, La Prensa y La Capital,
entre otros; una segunda, llamada “profesional”, que va desde el período de la
organización del Estado nacional allá por la década del 80 del siglo XIX hasta
casi 100 años después, esto es, hasta la irrupción de la etapa multimedial que
caracteriza a la tercera etapa denominada “financierizada”. Esta última etapa,
que comienza en la década del 70 del siglo pasado, se profundiza gracias a la
convergencia tecnológica y a la presencia preponderante del capital extranjero
de la mano de la globalización económica.
Adentrándonos en el momento
faccioso, aquel en el que se incluye a La
Gazeta y que es el que aquí interesa, podrían mencionarse algunas de las
afirmaciones que hiciera Fernando J. Ruiz en su libro Guerras Mediáticas. Allí, el autor afirma: “La estrategia fue
gobernar también a través de las noticias. Por eso, una de las primeras medidas
de la Primera Junta fue crear un periódico. La
Gazeta de Buenos Ayres, dirigida por Mariano Moreno, cumplió las funciones
de buscar aliados, amenazar y prevenir a los potenciales enemigos y, por
supuesto, legitimar la revolución (…) Mariano Moreno quería tener los más
potentes medios de comunicación de su época para evitar que en la etapa
posrevolucionaria se difundiera la confusión entre los ciudadanos. Temía que si
no dominaban los medios de opinión, el enemigo pudiera disolver la relación del
pueblo con su gobierno”. Ruiz menciona, además, que la Primera Junta obligó a
los párrocos españoles a que leyeran La
Gazeta a sus fieles tras finalizar cada misa y destaca un fragmento de El Plan de Operaciones, atribuido a
Mariano Moreno, en el que queda sintetizada la mirada que tiene el gobierno de
la época respecto a la función de La
Gazeta: “La doctrina del Gobierno debe ser con relación a los papeles
públicos muy halagüeña, lisonjera y atractiva, reservando en la parte posible
todos aquellos pasos adversos y desastrados, porque aun cuando alguna parte los
sepa y comprenda, a lo menos la mayor no los conozca y los ignore, pintando
siempre éstos con aquel colorido y disimulo más aparente; y para coadyuvar a
este fin debe disponerse que la semana que haya de darse al público alguna
noticia adversa, además de las circunstancias dichas, ordenar que el número de
Gacetas que hayan de imprimirse, sea muy escaso, de lo que resulta que siendo
su número muy corto, podrán extenderse menos”.
La mirada de Moreno sobre la
función de la prensa muestra que la asociación entre periodismo y objetividad,
o entre periodismo e información desideologizada, es una invención que se
realiza con bastante posterioridad, más específicamente, un mito de origen que
se comienza a construir 60 años después de la publicación de La Gazeta en un contexto cultural
completamente diferente. Pues en esa época ya aparecía un Estado central en
plena configuración y la novedad de un proceso de reformas educativas que
comenzaría un vertiginoso camino de alfabetización y, con él, una
reestructuración del espacio público y de la opinión pública.
En palabras del anteriormente
citado, Martín Becerra: “El desplazamiento de la política de trinchera a la
esfera de lo cultural y moral es el que expresa el nacimiento de un periodismo
crecientemente profesionalizado, ejercido por asalariados de una clase media en
formación, con residencia en grandes urbes, que incorpora nuevos lenguajes,
ideas renovadas, temáticas y secciones diferentes a la prensa para permitir su
salto a escala industrial de producción. El periodismo faccioso utilizado como
arma de combate por la elite política deja su lugar para una emergente
ideología de la objetivación, de la asepsia informativa, que se expandirá como
el sentido común de los profesionales de la prensa desde fines del siglo XIX y
que contribuye a su masificación”.
Es interesante observar hasta qué
punto, la profesionalización a la que refiere Becerra es, entonces, la creadora
de su propio mito fundante ya que la defensa facciosa de determinados intereses
prosiguió pero revestida del aséptico dato duro. ¿Acaso hay algo más faccioso
que el célebre slogan del mitrista La
Nación hablando de una “Tribuna de doctrina” o el diario Crítica, el 6/9/1930, día del Golpe de
Estado a Yrigoyen, cuando tituló “¡Revolución!”? Y cuando el diario Clarín, el 25/3/1976, decía en su tapa
“Total normalidad. Las fuerzas armadas ejercen el gobierno”, ¿estaba haciendo
una descripción neutral de los hechos? A estos ejemplos tan burdos se le podría
sumar una interminable lista que diariamente y sobre temáticas de las más a las
menos relevantes, deja expuesto hasta qué punto las empresas periodísticas
militan incansablemente por sus intereses y por su ideología. Tal como lo
hiciera Mariano Moreno, quien para hacer periodismo no necesitó ampararse en
ninguna mitología de la neutralidad.
Yo no se de donde el cronista gacetario saca sus datos.."La prensa de Buenos Aires es un instrumento servil que ni tiene ni merece respeto""Los jefes alegan(todos y cada uno de ellos)que durante la efervecencia d euna revolución las elecciones son peligrosas" Theodore Blank(higo D Barbagelata pag 365) Busaniche Historia Argentina pag 396..
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