viernes, 30 de septiembre de 2016

La inseguridad es una sensación (publicada el 29/9/16 en Veintitrés)

El espacio de la opinión pública está plagado de lugares comunes y debates ficticios que suelen encorsetar a la sociedad en posiciones irreductibles incapaces de tender puentes. Uno de los principales ejemplos en este sentido es el de la discusión alrededor de lo que algunos denominan “inseguridad” y pone de un lado a sectores punitivistas y, del otro, a los denominados “garantistas”. Cada uno de los sectores suele caracterizar al otro de forma caricaturesca de modo tal que los punitivistas son presentados como una rémora de la dictadura que busca encarcelar pobres y, si es posible, dictarles la pena de muerte, y los garantistas son vistos como un sector social que por exceso de psicoanálisis o vaya a saber qué cosa, de repente, está a favor de los delincuentes y pretenden abolir toda pena. Claro que hay punitivistas fascistas que celebrarían una sociedad militarizada que ajusticie a los relegados en la carrera meritocrática y también debe haber algún progre que hace desaparecer la voluntad individual y adjudica toda acción humana a la desigualdad social para de ello derivar que ningún delincuente es culpable, pero son los menos y solo son funcionales a los debates televisivos deseosos de fanáticos.
En este marco de posiciones caricaturizadas es que se discute sobre la inseguridad y si esta resulta o no una sensación. Pero tal debate solo puede sostenerse por la supina ignorancia de los interlocutores porque la inseguridad es siempre una sensación y los que advierten sobre la existencia de la misma no afirman la inexistencia de crímenes o robos. Más bien lo que indican es que hay una desproporción entre la sensación subjetiva que tenemos los ciudadanos y el riesgo objetivo y concreto que tenemos de sufrir algún hecho delictivo. Porque la inseguridad no roba ni mata sino que son los ladrones y asesinos los que lo hacen. En todo caso, cabría decir que cuando nos enteramos que hay robos y muertes nos invade una sensación de inseguridad que es variable en cada uno de nosotros y que depende de un montón de circunstancias. Pero no hay una relación de causa y efecto objetiva entre lo que sucede realmente y lo que sentimos. Si así fuera, probablemente debiéramos sentirnos más inseguros de subir a un auto pues la cantidad de muertes que hay por accidentes viales es de aproximadamente el doble en relación a las muertes que se producen por homicidio. Esto quiere decir que objetivamente hay más posibilidades de morir en una ruta y, sin embargo, por alguna razón, nos sentimos más seguros andando arriba del auto que caminando por una calle oscura.  
Pero retomar esta discusión que vuelve una y otra vez es importante en la medida en que, el último domingo, los diarios nacionales de mayor tirada, coincidieron desde sus tapas en afirmar que la inseguridad volvía a ser la principal preocupación de los argentinos. Casualmente la encuesta se hace una semana después de que los medios de comunicación postergaran la agenda de los tarifazos, la desocupación y los casos de corrupción, para cubrir ubicuamente cualquier hecho de robo, presunta justicia por mano propia o muerte en alguna fiesta. En todo caso, la encuesta, más que determinar qué es lo que le preocupa a los argentinos debiera servir para demostrar una vez más que los medios de comunicación quizás no logren determinar exactamente qué es lo que pensas pero sí son muy efectivos para instalar la agenda sobre aquello de lo que se “debe” hablar.
¿Esto significa que todo es un invento de los medios? ¿Si hay sensación quiere decir que no hay delitos ni asesinos? ¡Claro que no! Lo que simplemente pretendo resaltar es que la sensación subjetiva de inseguridad no parece adecuada a los riesgos objetivos existentes y que tal desproporción tiene causas.
De hecho, si bien existe discrepancia acerca de cómo medir los datos duros de asesinatos, la evolución de los últimos años muestra que Argentina tiene índices similares a los de Uruguay y Chile, (dos países que para la media tilinga de los comunicadores son el modelo a seguir), y que Brasil, el destino más elegido para las vacaciones de los argentinos, tiene un índice de homicidios que, como mínimo, triplica al de nuestro país. Asimismo, insisto, más allá de las controversias en torno a las mediciones, ninguna indica que, en la actualidad, Argentina tenga un índice de homicidios dolosos mayor al de fines de la década de los 90. Sin embargo, la “sensación” es que cada vez hay más y que la ola es imparable. Pero objetivamente no lo es, lo cual, claro, no quiere decir que todo esté bien ni que nos resulte indiferente observar el robo y la muerte de cada día.
Y ya que hablamos de Chile, hace poquito tuve acceso a la presentación de dos periodistas encargados de conducir el noticiero de CNN en su versión chilena. Los conductores se preguntaban qué estaba pasando en la sociedad trasandina tras dar con los resultados de una encuesta que indicaba que la criminalidad en Chile había bajado un 4% y que, sin embargo, la sensación de inseguridad había aumentado un 7%. Es más, una encuesta de Ipsos para varios países de Latinoamericana, mostraba que, en Argentina, el 20% de los encuestados había afirmado haber sido objeto de algún delito pero al momento de salir a la calle el 75% se sentía inseguro. De hecho, según esta encuesta, los argentinos se sienten más inseguros que los mexicanos, a pesar de que el país del norte cuenta con la espeluznante cifra de aportar nueve ciudades al ranking de las cincuenta más peligrosas del mundo. 
Asumir que la sensación de inseguridad no guarda relación con las probabilidades reales de ser objeto de una conducta delictiva no soluciona nada pero sí permite advertir que una sociedad en estado de pánico probablemente opte por soluciones punitivistas al grito de “el que mata debe morir” y bajo la suposición de que el endurecimiento de penas resultará disuasivo, lo cual es probadamente falso. Por otra parte, está demostrado que cuando los indicadores sociales mejoran, el índice de criminalidad baja pero evidentemente no es esa la única variable porque la última década ha generado una evolución objetiva de todos los índices y sin embargo la criminalidad no ha bajado todo lo que se esperaba. La respuesta está, probablemente, en que, en general, vivimos en sociedades más violentas donde existen ajustes de cuentas mafiosos vinculados al narcotráfico y donde la mayoría de los homicidios no se da por “la inseguridad” sino por disputas entre conocidos. Efectivamente, en alrededor del 80% de los homicidios, víctima y victimario se conocían previamente. A esto hay que agregarle la proliferación de armas, un código procesal a modificar, el entramado policial y la pésima situación de los presidios aun cuando las estadísticas muestran que, por ejemplo, en los internos que estudian en la cárcel la tasa de reincidencia es tres veces menor que la de los internos que no estudian.                  
Como se ve, la cantidad de temas a discutir en torno a la problemática del delito en la Argentina es enorme. Pero hay una cosa que debe saldarse de una vez: el delito existe e incluso puede ir en aumento pero la inseguridad es siempre una sensación que obedece a diversos factores algunos de los cuales pueden no ser amenazas reales. Seguir discutiendo sobre ello va a generar otra sensación que, en este caso, se corresponderá con la realidad concreta. Me refiero, claro está, a la sensación de estar perdiendo el tiempo.       

viernes, 23 de septiembre de 2016

Decadencia (publicado el 22/9/16 en Veintitrés)

Días atrás volví a ver Decadencia, una obra dirigida por Rubén Szuchmacher e interpretada magistralmente por Horacio Peña e Ingrid Pelicori. Decadencia fue escrita en 1981 por Steven Berkoff, londinense de padres rusos, y se estrenó en Buenos Aires en la década del 90. Siendo muy joven tuve la posibilidad de estar presente en aquella temporada y veinte años después quise repetir esa grata experiencia. 
Si bien no ingresaré en el terreno de la crítica teatral pues hay otros que lo hacen mejor que yo, cabe decir que se trata de esas obras que, como las tragedias griegas, hablan de una época y de una idiosincrasia particular sin dejar de ser universales. En otras palabras, allí se observa que la banalidad, la violencia, la competencia absurda, el odio irracional, la hipocresía, el desprecio y una sexualidad desbocada, no pertenecen estrictamente a la clase alta sino que atraviesan todos los estratos sociales incluyendo la clase baja. Se trataría, más bien, de características que conforman un clima de época y la crisis de una civilización. En este sentido, sin caer en los clichés o en las divisorias estereotipadas, en la relación entre un matrimonio con sus respectivos amantes la obra muestra que la decadencia de esa Inglaterra de los tiempos de Thatcher puede ser representativa de sociedades occidentales como la nuestra. Así, la obra de Berkoff bien podría haber sido escrita en Argentina o en Francia también. 
De hecho, el eje de la decadencia, me hizo recordar un libro enormemente polémico que ha despertado todo tipo de interpretaciones. Me refiero a Sumisión, del francés Michel Houellebecq, novela que algunos acusaron de islamofóbica y que tuvo que retrasar su venta al público puesto que estaba pautada para la semana en que se dio el lamentable atentado contra la revista Charlie Hebdo.
Houellebecq plantea el escenario de un futuro próximo, más precisamente, el año 2022,  en medio de un proceso electoral que elegirá nuevo presidente. Los nombres propios y los partidos son reales y actuales pero Houellebecq realiza una pequeña alteración. Introduce un partido al que denomina “Hermandad musulmana”, republicano en las formas, liberal en lo económico pero conservador en lo cultural y educativo. Los comicios se realizan con normalidad y el partido nacionalista de los Le Pen obtiene el 34,1% pero la Hermandad musulmana alcanza el 22,3% de los votos, apenas 0,4% más que un partido socialista en crisis. En algún reportaje Houellebecq afirmó que no buscó provocar sino que, solamente, “aceleró algo los tiempos”, lo cual, claro, parece ser de por sí una provocación funcional a los discursos que en nombre de la tradición laica y de la república fueron capaces hasta de intentar prohibir el llamado “burkini” en las playas.
Volviendo a la novela, el balotaje enfrenta, entonces, a la opción de la derecha fascista y xenófoba francesa con un partido musulmán que ha logrado alcanzar un porcentaje tan alto en la primera vuelta por el simple hecho de que los adeptos a esa religión poseen una concepción de familia numerosa que, como diría un referente de la derecha norteamericana, Samuel Huntington, en pocas décadas derivará en que haya tantos musulmanes como población occidental cristiana.
El partido musulmán ofrece varios ministerios a los socialistas y en lo único en lo que no están dispuestos a ceder es en materia de política demográfica y educativa, lo cual supone enseñanza islámica desde los primeros años de edad, la prohibición de la enseñanza mixta, la obligatoriedad de convertirse al islam para todos los docentes y algunas carreras universitarias vedadas para las mujeres.
Se produce el acuerdo y la Hermandad musulmana gana ajustadamente. Ejercen el gobierno preocupados más por los valores que por la economía. Son moderados y se apartan del yihadismo y las versiones radicalizadas. Antes que el catolicismo o el judaísmo, su principal enemigo, en ese sentido, es el laicismo. Buscan un nuevo humanismo y su líder tiene orígenes “tercermundistas” más allá de que, como se indicaba anteriormente, en lo económico son liberales. No pretenden salirse de Europa como la derecha xenófoba sino liderar una Europa ampliada para cumplir con el sueño de Eurabia (una Europa dominada por el islam y que incluiría a Argelia, Túnez, Marruecos, Líbano y Egipto, entre otros). Podría decirse que la Hermandad musulmana tiene un verdadero proyecto civilizatorio.
Lo curioso es que las medidas del gobierno del presidente francés Mohammed Ben Abbes tienen un amplio apoyo pues baja la delincuencia en la medida en que los suburbios, aquellos donde es mayoría la población musulmana, se encuentran representados e incluidos; incluso bajó drásticamente la desocupación porque, por razones culturales/religiosas, la mujer se retira del mercado laboral.
En este contexto, el personaje principal de la novela, un profesor universitario sin demasiado brillo que había sido despedido por no ser islámico, es invitado a volver a la Universidad pública con la condición de abrazar la nueva religión de Estado. Y acaba aceptando ni siquiera por razones económicas o por una repentina fe de los conversos; tampoco estrictamente por moda. Acaba aceptando, al menos esa es mi interpretación, por un banal cálculo racional, originario de la lógica individualista de occidente. Efectivamente, con su novia judía exiliada en Israel por temor a lo que le pudiera deparar una Francia islámica, y tras frecuentar decenas de prostitutas, entiende que convertirse al Islam le permitiría poseer muchas mujeres. Esa posibilidad  hace que el protagonista pase por alto un elemento controvertido de la novela y que bien permite discutir hasta qué punto Houellebecq no contribuye a una mirada estigmatizadora cuando le hace decir a uno de los personajes que, para el islam, la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta, específicamente la sumisión de la mujer al varón que es análoga a la sumisión del Hombre con Dios. El cinismo de nuestro profesor hace, entonces, que la posibilidad de la poligamia desplace a un segundo plano el elemento patriarcal que se seguiría, según el autor, de la religión islámica.
Ahora bien, mientras el profesor consulta con sus consejeros islámicos cómo garantizarse la belleza de un cuerpo joven en la medida en que hay que elegir esposas entre mujeres cuyo cuerpo se encuentra tapado completamente y a las que es imposible acceder carnalmente antes de desposarlas, el partido musulmán belga llega al poder y ocho partidos musulmanes más de toda Europa ya forman parte de las coaliciones de gobierno en sus respectivos países. Dado que no me interesa aquí discutir a Houellebecq ni menos aún el islamismo, sugiero que usted mismo lea la novela y saque sus propias conclusiones. Con todo, la interpretación que privilegio es la de la banalidad del profesor, la de su cinismo y la pregunta que cabe hacerse, en todo caso, refiere a los senderos por los que puede llevarnos la racionalidad instrumental de occidente; y en última instancia, más escandaloso que una Francia islámica, unos socialistas transando con los musulmanes o la controvertida caracterización de una religión, es el hecho de la crisis total y la decadencia de sociedades que han cambiado la fe ingenua en el progreso por el cinismo, sociedades en las que, en una misma calle, permiten que convivan la angustia de la falta con el tedio de los que lo tienen todo.                                

viernes, 16 de septiembre de 2016

El libro negro de la tercera tiranía (publicado el 15/9/16 en Veintitrés)

Para que esta nota tenga sentido, usted, además de leerla, debe jugar conmigo. ¿Cómo? Yo le voy a mostrar fragmentos y el índice de un libro y usted deberá decirme si este libro ha sido escrito décadas atrás o se trata de un libro de actualidad. Asimismo, deberá indicarme quién podría ser su autor o en todo caso en qué corriente ideológica estaría afiliado el mismo.
Comienzo con los títulos del índice y luego iré intercalando algunas pistas para ayudar: “La señora”; “La autoglorificación”; “El mando sin término”; “Su enriquecimiento”; “Su Caída”.
Evidentemente, parecieran los títulos de los capítulos de un libro de algún periodista o político fuertemente identificado con el antikirchnerismo. Allí seguramente se hará una crítica feroz a la expresidenta CFK con hincapié en su forma de entender la política y su presunta pretensión de perpetuidad en el poder. Seguramente es un libro escrito durante 2016 porque se refiere a una “caída” y al hablar de “su enriquecimiento” debe apuntar a las causas judiciales en las que ha sido imputada o procesada y que son de público conocimiento. Me aventuro a suponer que podría ser un libro de Luis Majul, Nelson Castro o Margarita Stolbizer.
Continuemos con el índice: “El acrecentamiento patrimonial de los legisladores de la dictadura”, “Corrupción y desorden”; “La corrupción oficial”; “Martirologio de la prensa libre”, “La propaganda”; “Monopolio de la publicidad”; “El miedo”; “Un ejemplo de intimidación pública”. Viendo estos títulos pareciera que el libro en cuestión va más allá de la figura de CFK para referirse a la larga década kirchnerista en clave de una corrupción generalizada que llega a funcionarios y legisladores, y que, al menos, tiene un capítulo importante dedicado a la relación del kirchnerismo con la prensa. No cabe duda de que se trata de un autor visceralmente opositor al kirchnerismo al punto de que refiere al gobierno inaugurado en 2003 como una “dictadura” que ha perseguido a la prensa independiente y que, al igual que los regímenes autoritarios de la primera mitad del siglo XX, no habría dudado en utilizar la publicidad oficial como modo de captar voluntades en base a la repetición. Podría ser un libro del antiperonista Fernando Iglesias o quizás de Alfredo Leuco pues el apartado titulado “un ejemplo de intimidación pública” puede hacer referencia al episodio del robo de su mochila en 2013. Asimismo, creo que no hay duda de que fue escrito en 2016 pues hablar de “el miedo” supone, seguramente, algún testimonio de deudores de la AFIP o el profético temor que infundió el kirchnerismo en plena campaña de 2015 cuando pronosticó que iba a haber un tarifazo, pérdida de empleos, recesión y una devaluación del 50%.
Por si todavía no acertó le doy una chance más pues en el índice también se pueden encontrar títulos como los siguientes: “Sometimiento de la judicatura”; “La justicia al finalizar la dictadura”; “La educación en la libertad”; “Propósito de la educación bajo la dictadura”; “Sembrar el odio en la familia argentina e incitar a la violencia y al crimen”; “Los grandes crímenes”; “Fallos de primera instancia decretando prisiones preventivas y procesamientos”; “Resultados de la política económica de la dictadura”.
Evidentemente debe ser un libro extenso que también dedica pasajes al presunto adoctrinamiento de jóvenes que habría llevado adelante el kirchnerismo a través de personajes como Zamba, y a la aparentemente pesada herencia económica que recibió el macrismo. Asimismo, si no es un periodista quien lo firma, debe ser algún fiscal o algún referente del pensamiento crítico e independiente, de esos que publicaron una republicana solicitada pidiendo la remoción del juez que desestimó la causa armada por Alberto Nisman. Quizás el libro hable de la grieta de la justicia y de la grieta en la sociedad toda, aquella que ha llegado hasta el interior de la familia.
Dado que con los títulos del índice no le ha alcanzado le reproduzco algunos pasajes del libro: “Sobornos, peculados, cohechos, prevaricatos, malversaciones de caudales públicos, exacciones ilegales, usurpaciones, daños, fueron delitos corrientes –y admitidos como una fatalidad- en esa época nefasta”. Sin dudas, parece la introducción de un libro de alguno de los panelistas de Intratables o Animales Sueltos. Tal párrafo podría ir acompañado del siguiente: “la intimidación pública, la instigación al crimen, los incendios y los estragos, el abuso de autoridad, cometidos por los más altos gobernantes ante el estupor de la ciudadanía”.
Si todavía le queda alguna duda de que se trata de un libro sobre los Kirchner, observe los pasajes que continúan: “Había sido descuidado el campo, que siempre ha constituido y constituye el pilar de la economía argentina”. Evidentemente, una frase como esta tiene que haber sido escrita después del conflicto de 2008. Asimismo, el libro contiene pasajes dedicados al clientelismo cuando afirma, por ejemplo, que “La asistencia social tuvo, como todo lo que hizo la dictadura, marcado propósito político”; o pasajes dignos de quien llamaría “kirchnerato” al gobierno de la última década y seguramente afirmaría: “La unidad del régimen implicaba el aniquilamiento del federalismo”. Yo ya casi no tengo dudas de que se trata de un libro escrito en estos últimos años pues el pasaje que citaré a continuación parece referir claramente al modo en que el kirchnerismo ha realzado la figura de Néstor Kirchner tras su muerte: “Pueblos, barrios, calles, plazas, barcos, escuelas, museos, aulas, premios (…), en rasgos de servil idolatría fueron bautizados con su nombre”. Sin mencionar, claro está, este otro pasaje en el que quizás escrito por un Morales Solá, un Jorge Lanata o un Hernán Lombardi, parece hacerse referencia al modo en que el kirchnerismo habría atacado al periodismo independiente a través del caso Papel Prensa: “Su intención real era la de fiscalizar las actividades de la prensa, radiodifusión, la literatura social y política, el teatro (…) y los espectáculos públicos; (…) especular con el abastecimiento de papel (…) difundir la ideología oficial y organizar la propaganda del Estado y de sus dirigentes. Hacer, en una palabra, lo que Goebbels quería que fuera la prensa bajo el régimen nazi: un piano en el que su ministerio de propaganda ejecutara de tal modo que no hubiera sino una sola opinión pública”.
Culminemos entonces con este último pasaje en el que se hace una comparación histórica para indicar que “No hay nada que se le parezca, en nuestro país, después de la caída de Rosas. El terror, el espionaje, la delación, el sometimiento, la obsecuencia, no son medios de que se valen los gobiernos de la democracia. La nuestra tuvo muchos defectos en el pasado, pero no tuvo esos vicios tremendos”.
¿No logró todavía identificar el autor y la fecha a pesar de que este tipo de pasajes y perspectivas las encuentra día a día en los distintos medios de comunicación? Le cuento entonces que lo que acaba de leer es parte del Libro negro de la segunda tiranía y es el documento realizado por la Comisión Nacional de investigaciones, liderada por el Contralmirante Leonardo McLean y creada bajo decreto ley 479 el 7/10/1955. Sí, leyó bien. Fue la denominada “Revolución Libertadora” la que encomendó a esta Comisión que realizara un informe que aparecería en formato libro en 1958 para condensar todos los grandes mitos difamatorios contra el peronismo desde aquella época hasta nuestros días. Desde la perspectiva de este libro, la primera tiranía habría sido la de Rosas y la segunda, llamada también “dictadura”, habría sido liderada por Perón. 
Digamos entonces que el libro de la segunda tiranía fue escrito hace ya sesenta años. Sin embargo, el de la tercera tiranía, 2003-2015, se está escribiendo ahora desde un dispositivo mediático sin precedentes, día a día, y repite como un mantra todos los tópicos del texto de la Libertadora. No sabemos cuándo finalmente será publicado o si se atreverán a llamarlo así pero sí sabemos que dirá lo mismo que el que vio la luz en el 58 y que, como sucedió con éste, será presentado como una desinteresada descripción de los hechos y, ya que estamos, como una gran novedad editorial.    


viernes, 9 de septiembre de 2016

El futuro siempre está abierto (publicado el 8/9/16 en Veintitrés)

Quien afirme que las marchas que se vienen sucediendo en las últimas semanas son simplemente “kichneristas” está pasando por alto un fenómeno tan interesante como complejo.
Tomemos, por ejemplo, las movilizaciones vinculadas al “eje Madres de Plaza de Mayo” (la que se realizara ante la posibilidad de que Hebe de Bonafini fuera presa, la que recordaba los “2000 jueves” y la “Marcha de la resistencia”). Allí podremos decir que se veía representado lo que denominaríamos el “kirchnerismo duro”. Sin embargo, la marcha de San Cayetano y la Marcha Federal liderada por las CTA mostraron otros sectores. De hecho, en la movilización en torno al patrono del trabajo, La Cámpora no participó y en la segunda sí lo hizo pero resulta claro que su rol estuvo lejos de ser el principal tal como se pudo observar en la lista de oradores y en el palco. Sin dudas, la gran mayoría de los asistentes y los espacios que convocaron a la Plaza de Mayo en estas últimas dos marchas, apoyaron al kirchnerismo y si Cristina decidiera presentarse a las elecciones la votarían sin miramientos pero su construcción es independiente del “paladar negro K”.
El fenómeno es incipiente y promete un sinfín de reconfiguraciones pero deja ver, al menos por el momento, que la apuesta “por los pibes”, esto es, el sujeto histórico “la juventud”, aquel por el que se apostó tras la muerte de Néstor Kirchner, no aparece como el sujeto histórico capaz de liderar el proyecto nacional. Para decirlo de otro modo, como vengo sosteniendo desde hace muchos años, el kirchnerismo entendió que con la irrupción de una juventud militante en el espacio público se daría el trasvasamiento generacional tantas veces prometido desde Perón a la fecha. A diferencia de la apelación a la novedad zonza que enarbola la bandera de “la nueva política” simplemente por ser nueva pero no por buena, se trataba de una juventud que tenía algo más que la virtud de haber nacido después puesto que reivindicaba una serie de ideales, aquellos sostenidos por la generación de sus padres aunque, claro, atravesados por el tamiz de haber crecido en el marco de instituciones democráticas. Depositar la confianza en una juventud con ideales democráticos, es decir, una juventud que intente llegar al poder con las convicciones que tenían sus padres pero sin utilizar los métodos propios de una época pasada, suponía un cambio respecto del sujeto de la transformación que pensó el peronismo: los trabajadores. Esto no implica necesariamente una incompatibilidad entre ambos sujetos ni que el kirchnerismo despreciara a los trabajadores más allá de que su relación con algunos gremios fue, especialmente al final de su mandato, ríspida.
En lo personal, más allá de la apuesta de CFK en favor de la juventud, considero que el kirchnerismo nunca logró erigir una única columna vertebral, tal como lo hizo el peronismo, sino que era una suerte de monstruo con una única cabeza y muchas columnas vertebrales que, naturalmente, tras perder una elección y tras los interrogantes que surgen en torno a cuál será el rol de la conductora, se disgregan y pasan factura pues también resulta claro que la conducción favorecía a una de las columnas vertebrales en detrimento de las otras. Tener una o múltiples columnas no es a priori ni bueno ni malo y habla más bien del equilibrio de fuerzas, del momento histórico, de la fase del capitalismo por la cual se atraviesa, del tipo de conducción y de una serie de variables imposibles de captar en su totalidad.
Pero lo cierto es que hoy, más que nunca, la idea de “con los pibes alcanza” no parece tener sustentabilidad, al menos en el corto plazo y máxime cuando se observa que la hipótesis de muchos de esos “pibes”, esto es, “si gana Macri, nosotros volvemos por la puerta grande en cuatro años”, se está dando de bruces con la realidad. En todo caso, quizás sea correcto suponer que un gobierno como el de Macri tendrá un desgaste enorme pero de ahí no se sigue que ese desgaste lo pueda capitalizar el kirchnerismo duro, máxime si no apunta a una construcción de mayor amplitud. La prueba está en que las movilizaciones más contundentes las han planteado sectores que trascienden lo estrictamente K y que tampoco pueden englobarse en ese inasible “Frente Ciudadano” que hasta ahora no hace carnadura, al menos hasta que CFK no se ponga decididamente al frente. Porque el conflicto por las tarifas tuvo a referentes kirchneristas a la cabeza pero sobre todo tuvo a ciudadanos de a pie (incluso votantes de Macri) y también a referentes de otros espacios. Lo mismo con las marchas antes mencionadas y, ni que hablar, si decidimos incluir entre los sectores opositores a una CGT unificada. Allí, abundan espacios “no k” o incluso “anti K” pero es probable que la presión de las bases, la situación objetiva de los trabajadores y el escenario electoral, los vaya empujando de a poco hacia posiciones de mayor confrontación con el gobierno nacional.                          
La campaña por las elecciones 2017 ya comenzó y los jugadores empiezan a mover las piezas. La oposición tiene en la actualidad los problemas que tuvo el antikirchnerismo incluso hasta el 2015, esto es, la falta de unidad, pues cabe recordar, no pudieron ponerse de acuerdo y llegaron a la elección en diversas opciones suponiendo que las PASO y el balotaje harían el trabajo, algo que, por cierto, sucedió. El año que viene, en cambio, por tratarse de elecciones legislativas de medio término es natural que el escenario sea de fragmentación pero sin dudas, el resultado será relevante de cara al 2019.
Probablemente, en momentos tan posmodernos resulte extemporáneo plantear la pregunta acerca del sujeto histórico porque proliferan identidades múltiples. En este sentido, más que pensar en términos de “sujeto” tendríamos que expresarlo, con Ernesto Laclau, en términos de quién será capaz de articular las demandas insatisfechas heterogéneas de la sociedad argentina. CFK logró generar esa articulación pero es un interrogante si podrá volver a hacerlo en el futuro. Asimismo, si no fuera ella, tendremos que agregar el interrogante acerca del sendero ideológico que un nuevo articulador podría darle a esas demandas insatisfechas pues no resulta obvio, ni mucho menos, que la alternativa electoralmente competitiva a Macri sea una alternativa de centroizquierda. Es más, podría decirse que el gran sueño de los poderosos es acabar con la experiencia de la última década para garantizarse que la alternancia sea siempre alternancia de lo mismo, máxime ahora que trabajan sobre una base distinta tras lograr un cambio de época en la región, sea a través de las urnas, sea a través de los golpes institucionales.

Con todo, dicen por allí que en política y en general, lo propio del futuro es que siempre está abierto.  

viernes, 2 de septiembre de 2016

La policía y la calesita (publicado el 1/9/16 en Veintitrés)

Desde el punto de vista económico, las críticas al macrismo provenientes de sectores no liberales son tan conocidas como atendibles. Si repasamos estos nueve meses de gestión, el eje se puso en la exorbitante suba de tarifas que el gobierno intentará presentar como “tarifacito del 300%” gracias a las opiniones recogidas en los focus group, pero en la última semana los números brindados por el INDEC volvieron a poner de manifiesto un fenómeno que había intentado ocultarse en los últimos meses. Me refiero al dramático aumento de la desocupación gracias a la ola de despidos, no solo en el sector público sino, sobre todo, en el sector privado.
Ahora bien, todo esto usted ya lo sabe de aquí que me interese ingresar en otro aspecto de la temática. Podemos plantearlo así: el plan económico de Macri es tan errático que ni siquiera ha cumplido con las metas que cualquier plan neoliberal ortodoxo cumpliría. Dicho de otra manera, el neoliberalismo precariza, margina y desclasa a masas ingentes de hombres y mujeres pero al menos muestra “algunos resultados”, a saber: reducción del déficit fiscal, llegada de inversiones y baja drástica de la inflación. En este sentido, con el macrismo se da una paradoja y es que viene logrando los calamitosos resultados que todo plan neoliberal ortodoxo se propone pero sin obtener los presuntos beneficios de tal modelo.
Si desagregamos los ejes encontraremos elementos sorprendentes. Hablemos, en primer lugar, del déficit fiscal. Con el Ministro de Hacienda y Finanzas a la cabeza, el macrismo había mentido instalando que el gobierno anterior había abandonado su gestión con un 7% de déficit fiscal. No hay manera de sostener con números realistas tal aseveración pero lo mismo da, pues, sea cual fuere el número, las cifras oficiales publicadas una semana atrás indican que el déficit fiscal primario se duplicó largamente respecto de julio del año pasado. Efectivamente, el déficit fiscal primario del austero macrismo es 112,5% más grande que el del populista kirchnerismo. Enorme lección para el paradigma neoliberal vernáculo pues tales números muestran que éste no es un país pobre y que el punto no está en cuánto se gasta sino en cómo se distribuye. Con el macrismo, plata hay, solo que gracias a la transferencia de ingresos del sector de los que menos tienen al sector de los que más tienen, esa plata se la están quedando unos pocos. Dicho de otra manera: ¿cómo no va a aumentar el déficit si se busca enfriar la economía, se liberan los precios y las importaciones, y se dejan de cobrar retenciones?
Sin embargo, el manual del buen neoliberal te dice que siempre están por llegar una lluvia de inversiones. Nobleza obliga, alguna vez, allá por los años 90, esa lluvia de inversiones llegó y una mitad de la sociedad argentina gozó del beneficio del 1 a 1 más allá de que el final ya lo conocemos bien. Sin embargo, hoy ni siquiera estamos gozando de tales inversiones. Nunca faltará algún zonzo que nos quiera decir que los inversores le temen a Hebe de Bonafini pero quienes quieran decir la verdad tendrán que admitir que los dueños del dinero deben mirar azorados cómo este gobierno cambia las reglas del juego con decretos y cómo ni siquiera ha sido eficaz para implementar un aumento de tarifas para el que había un consenso generalizado. Más allá de que a ningún inversor le importa la divina seguridad jurídica sino hacer pingües negocios, lo cierto es que los dólares no llueven y el blanqueo, a pesar de la presión internacional que amenaza a los evasores con el entrecruzamiento de datos, viene mucho más lento de lo que el gobierno se imaginaba.
Por último, el tema inflacionario es alarmante pues por primera vez en más de una década, el aumento de los precios le ganó ampliamente a los sueldos y la pérdida del poder adquisitivo se calcula, como mínimo, en un 10% para los cobran su sueldo en blanco y bastante más para los que lo cobran en negro. La cuenta surge de comparar una inflación anualizada que en la ciudad, por ejemplo, llega al 47%, con paritarias que rondaron entre el 30 y el 35% escalonado (curiosamente, el gremio que consiguió el número más bajo fue el de Prensa, con apenas un 27%).            
Una vez más, el que fue presentado como el mejor equipo de los últimos cincuenta años, logró que la inflación se duplique y estará enormemente satisfecho si logra, en 2017, una inflación similar a la que había dejado el kirchnerismo, aunque, claro está, tal cifra deberá compararse con el aumento obtenido en las paritarias que se realicen el año que viene. Si tenemos en cuenta que el gobierno, sea en el Consejo de las Américas, sea en una fábrica, no habla de otra cosa que del “costo laboral”, es de esperar que en 2017 se pierdan algunos puntos más del poder adquisitivo y se avance en un conjunto de políticas económicas que, aumentando la desocupación, condicionen toda mesa de negociación.  
Frente a este panorama tiene sentido retomar una visión interesante para poder entender el actual momento. Se trata de una mirada que proviene de la escritora canadiense Naomi Klein que, en su libro La doctrina del shock, hace un rastreo histórico acerca del modo en que las políticas neoliberales se aplicaron, en Latinoamérica y el mundo, en momentos donde las sociedades se encontraban en estado de shock, sea por un desastre natural, una guerra o una crisis económica, política y social de envergadura. Si esta hipótesis es correcta y se toma como base que el kirchnerismo, por más que tanto se insista, no dejó ni al país ni a la economía en llamas, el único camino que le queda al macrismo es generarse su propia crisis para luego ofrecer su propio antídoto. Tal crisis existe ya y está claro que se intenta todo el tiempo adjudicársela al gobierno anterior. Sin embargo, no creo que esta crisis haya sido autoinfligida por el macrismo sino que ha sido el producto de sus políticas, sus inoperancias y, sobre todo, del equilibrio de fuerzas en lo que respecta al terreno social. En este sentido, aun cuando el espacio opositor esté fragmentado y aún cuando, sin demasiado conflicto, se ha avanzado sobre conquistas de los últimos años, no resulta tan simple barrer con una experiencia política y subjetiva como la del kirchnerismo, al menos de manera tan abrupta. Es más, podría decirse que sorprende la rapidez y la violencia con la que han avanzado pero aún así la construcción colectiva y sus consecuencias individuales, más allá de todas las falencias que tuvo, ha generado anticuerpos.       
En el barrio, cuando queremos decir que alguien comete un desatino o una torpeza flagrante decimos que “es capaz de chocar una calesita”. En términos económicos y por las razones expuestas, el macrismo parece encaminarse hacia allí. Cómo intentarán evitarlo es algo que puede vislumbrarse y que no es novedoso. Así, si la economía no responde y la política es errática restará posarse sobre la moral y tratar de convencer a la ciudadanía de que, al igual que en 2015 cuando la mayoría no tenía problemas de dinero, los electores vuelvan a votar pensando más en la repetición de la cadena nacional y en algún caso de corrupción que en el bolsillo. Ahora bien, si estuviéramos frente a un momento en los que la apelación a la moral no alcanzara, el horizonte será preocupante y para resumirlo podríamos parafrasear a cierta publicidad de tarjeta de crédito y decir: hay cosas que la moral, el dinero y la política pueden comprar. Para todo lo demás está la policía.