Quien afirme que las marchas que
se vienen sucediendo en las últimas semanas son simplemente “kichneristas” está
pasando por alto un fenómeno tan interesante como complejo.
Tomemos, por ejemplo, las
movilizaciones vinculadas al “eje Madres de Plaza de Mayo” (la que se realizara
ante la posibilidad de que Hebe de Bonafini fuera presa, la que recordaba los “2000
jueves” y la “Marcha de la resistencia”). Allí podremos decir que se veía
representado lo que denominaríamos el “kirchnerismo duro”. Sin embargo, la
marcha de San Cayetano y la Marcha Federal liderada por las CTA mostraron otros
sectores. De hecho, en la movilización en torno al patrono del trabajo, La
Cámpora no participó y en la segunda sí lo hizo pero resulta claro que su rol
estuvo lejos de ser el principal tal como se pudo observar en la lista de
oradores y en el palco. Sin dudas, la gran mayoría de los asistentes y los
espacios que convocaron a la Plaza de Mayo en estas últimas dos marchas,
apoyaron al kirchnerismo y si Cristina decidiera presentarse a las elecciones
la votarían sin miramientos pero su construcción es independiente del “paladar
negro K”.
El fenómeno es incipiente y
promete un sinfín de reconfiguraciones pero deja ver, al menos por el momento,
que la apuesta “por los pibes”, esto es, el sujeto histórico “la juventud”,
aquel por el que se apostó tras la muerte de Néstor Kirchner, no aparece como
el sujeto histórico capaz de liderar el proyecto nacional. Para decirlo de otro
modo, como vengo sosteniendo desde hace muchos años, el kirchnerismo entendió
que con la irrupción de una juventud militante en el espacio público se daría
el trasvasamiento generacional tantas veces prometido desde Perón a la fecha. A
diferencia de la apelación a la novedad zonza que enarbola la bandera de “la
nueva política” simplemente por ser nueva pero no por buena, se trataba de una
juventud que tenía algo más que la virtud de haber nacido después puesto que
reivindicaba una serie de ideales, aquellos sostenidos por la generación de sus
padres aunque, claro, atravesados por el tamiz de haber crecido en el marco de
instituciones democráticas. Depositar la confianza en una juventud con ideales
democráticos, es decir, una juventud que intente llegar al poder con las
convicciones que tenían sus padres pero sin utilizar los métodos propios de una
época pasada, suponía un cambio respecto del sujeto de la transformación que
pensó el peronismo: los trabajadores. Esto no implica necesariamente una
incompatibilidad entre ambos sujetos ni que el kirchnerismo despreciara a los
trabajadores más allá de que su relación con algunos gremios fue, especialmente
al final de su mandato, ríspida.
En lo personal, más allá de la
apuesta de CFK en favor de la juventud, considero que el kirchnerismo nunca
logró erigir una única columna vertebral, tal como lo hizo el peronismo, sino
que era una suerte de monstruo con una única cabeza y muchas columnas
vertebrales que, naturalmente, tras perder una elección y tras los interrogantes
que surgen en torno a cuál será el rol de la conductora, se disgregan y pasan
factura pues también resulta claro que la conducción favorecía a una de las
columnas vertebrales en detrimento de las otras. Tener una o múltiples columnas
no es a priori ni bueno ni malo y habla más bien del equilibrio de fuerzas, del
momento histórico, de la fase del capitalismo por la cual se atraviesa, del
tipo de conducción y de una serie de variables imposibles de captar en su
totalidad.
Pero lo cierto es que hoy, más que
nunca, la idea de “con los pibes alcanza” no parece tener sustentabilidad, al
menos en el corto plazo y máxime cuando se observa que la hipótesis de muchos
de esos “pibes”, esto es, “si gana Macri, nosotros volvemos por la puerta
grande en cuatro años”, se está dando de bruces con la realidad. En todo caso,
quizás sea correcto suponer que un gobierno como el de Macri tendrá un desgaste
enorme pero de ahí no se sigue que ese desgaste lo pueda capitalizar el
kirchnerismo duro, máxime si no apunta a una construcción de mayor amplitud. La
prueba está en que las movilizaciones más contundentes las han planteado
sectores que trascienden lo estrictamente K y que tampoco pueden englobarse en
ese inasible “Frente Ciudadano” que hasta ahora no hace carnadura, al menos
hasta que CFK no se ponga decididamente al frente. Porque el conflicto por las
tarifas tuvo a referentes kirchneristas a la cabeza pero sobre todo tuvo a
ciudadanos de a pie (incluso votantes de Macri) y también a referentes de otros
espacios. Lo mismo con las marchas antes mencionadas y, ni que hablar, si
decidimos incluir entre los sectores opositores a una CGT unificada. Allí,
abundan espacios “no k” o incluso “anti K” pero es probable que la presión de
las bases, la situación objetiva de los trabajadores y el escenario electoral,
los vaya empujando de a poco hacia posiciones de mayor confrontación con el
gobierno nacional.
La campaña por las elecciones
2017 ya comenzó y los jugadores empiezan a mover las piezas. La oposición tiene
en la actualidad los problemas que tuvo el antikirchnerismo incluso hasta el
2015, esto es, la falta de unidad, pues cabe recordar, no pudieron ponerse de
acuerdo y llegaron a la elección en diversas opciones suponiendo que las PASO y
el balotaje harían el trabajo, algo que, por cierto, sucedió. El año que viene,
en cambio, por tratarse de elecciones legislativas de medio término es natural
que el escenario sea de fragmentación pero sin dudas, el resultado será
relevante de cara al 2019.
Probablemente, en momentos tan
posmodernos resulte extemporáneo plantear la pregunta acerca del sujeto
histórico porque proliferan identidades múltiples. En este sentido, más que
pensar en términos de “sujeto” tendríamos que expresarlo, con Ernesto Laclau,
en términos de quién será capaz de articular las demandas insatisfechas
heterogéneas de la sociedad argentina. CFK logró generar esa articulación pero
es un interrogante si podrá volver a hacerlo en el futuro. Asimismo, si no
fuera ella, tendremos que agregar el interrogante acerca del sendero ideológico
que un nuevo articulador podría darle a esas demandas insatisfechas pues no
resulta obvio, ni mucho menos, que la alternativa electoralmente competitiva a
Macri sea una alternativa de centroizquierda. Es más, podría decirse que el
gran sueño de los poderosos es acabar con la experiencia de la última década
para garantizarse que la alternancia sea siempre alternancia de lo mismo,
máxime ahora que trabajan sobre una base distinta tras lograr un cambio de
época en la región, sea a través de las urnas, sea a través de los golpes
institucionales.
Con todo, dicen por allí que en
política y en general, lo propio del futuro es que siempre está abierto.
La realidad es un poco distinta, los pibes no alcanzan, no porque no sean importantes sino porque aunque parezca mentira los "pibes" de hoy en su mayoría son de derecha. Hay un preconcepto y es que de joven sos socialista de mayor sos capitalista, eso se terminó. Hollywood se encargó de destruirlo, ya no hay mayo francés o el viejo sindicalista, o el tío contando historias de perón y evita. El "pibe" crece viendo películas violentas donde el protagonista se carga a una mafia entera solito y sin ayuda de nadie. El mensaje "solo es mejor, solo puedes cualquier cosa" es la mentira más nociva inoculada por el establishment.
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