El domingo 2 de septiembre se eligió gobernador en dos provincias que sumadas representan el 20% del electorado nacional. En este sentido, Córdoba y Santa fe son los distritos más importantes después de la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires. De aquí que el resultado de la elección fuese observado con especial atención por la ciudadanía, los medios y los políticos a menos de dos meses de una elección presidencial.
Tanto en las elecciones de este último fin de semana como en las que se desarrollaron a lo largo del año en las diferentes provincias la ecuación parecía ser “¿gana o pierde Kirchner?” y planteado en esos términos podría decirse que los resultados muestran una leve supremacía del sector kirchnerista y sus aliados: radicalismo k en Catamarca y Río Negro; Kirchnerismo en Entre Ríos, San Juan, La Rioja, Tucumán y Córdoba; Movimiento Popular Neuquino en Neuquén; PRO en Ciudad de Buenos Aires; ARI en Tierra del Fuego; Saáismo en San Luis; Socialismo en Santa fe.
Una lectura optimista de la oposición sería que el Frente para la Victoria (o su sello equivalente) sólo triunfó en 5 provincias y que para ganar otras dos tuvo que aliarse con el radicalismo. De aquí se sigue que en una matemática algo simple se pueda oír a algún comunicador o a algún político decir que “la cosa viene pareja”.
Sobre este punto quiero señalar dos errores bastante obvios: el primero es suponer que los votos obtenidos por candidatos opositores al gobierno en una elección provincial para gobernador se trasladan automáticamente al candidato presidencial de la fuerza en cuestión sea Lavagna, López Murphy o Carrió. El segundo error, por su parte, supone que la oposición es un todo homogéneo y que la elección presidencial se resuelve entre kirchneristas y antikirchneristas.
Resultan casi torpes los errores señalados sin embargo, interesada o ingenuamente, con distintos formatos, se repiten en analistas y políticos (Recordemos, por ejemplo, que el triunfo del “No” a la reforma en Misiones se lo quiso hacer ver como el comienzo de la debacle kirchnerista en manos de una robusta oposición encabezada por un cura).
Respecto del primer error, debemos señalar más que nunca que las últimas elecciones muestran que existe un microclima regional que generalmente se encuentra desvinculado de la elección nacional. De hecho incluso en las elecciones en los territorios más grandes y, por ello, aparentemente más comprometidos con la elección nacional, resultó claro el modo en que, por ejemplo, tanto Binner como Macri apuntaron a “no nacionalizar la elección”. En esta línea no debe sorprender la aparición, en la retórica discursiva de los candidatos en la Ciudad de Buenos Aires, del término “vecino” cuyo particularismo parece profundamente contradictorio con la idea de ciudad cosmopolita y anónima con la que comúnmente se señala a Buenos Aires.
Este acento en la particularidad de la región y la imposibilidad de traccionar votos es la que permite entender por qué López Murphy, el candidato apoyado por PRO tras obtener 61% en el ballotage de Capital, apenas tiene el 3% de intención de voto (por cierto llama la atención la exposición mediática que posee un candidato con tan poco apoyo de la ciudadanía).
Si bien, como indiqué antes, resulta demasiado claro este fenómeno, los candidatos parecen disputarse el capital simbólico de los triunfadores. Así, Cristina ha apoyado a más de uno de los candidatos en una estrategia pocas veces vista y los opositores se encuentran deseosos de ser “los padres de la criatura” de cualquier buen desempeño electoral . Así resulta que ahora el triunfo de Binner en realidad le corresponde a Carrió a pesar de que hasta hace poco realizó un infructuoso intento de alianza con López Murphy (personaje que está dentro de los “límites morales” de la Coalición, algo que no sucede con Macri quien aparentemente estaría del otro lado del límite a pesar de haber formado alianza con el ex Jefe de FIEL) y a pesar de las vinculaciones con el cardenal Bergoglio cuyo pensamiento se encuentra reñido con el socialismo en varios aspectos. De nada parece haber servido las excelentes administraciones del socialismo en la Ciudad de Rosario ni el trabajo de años llevado a cabo por el partido en la provincia que sólo pudo ser neutralizado por las injusticias que reinaban con el antiguo sistema electoral santafesino reformado para esta ocasión. Incluso Lavagna, algún radical y hasta la defensora de los intereses del campo, Alarcón, quisieron subirse y adjudicarse parte del triunfo socialista en Santa Fe. Así ha sucedido con el resto de las provincias: cualquier migaja es bienvenida especialmente en un contexto donde la oposición hace un papel patético en que desfilan candidatos que no superan el 5% y luego buscan aliarse y negociar un espacio en las listas de diputados y senadores.
En cuanto al segundo error, esto es, la suposición de que la oposición es un todo homogéneo que permite interpretar los resultados eleccionarios en clave “kirchneristas vs antikirchneristas” algunas cosas ya se han dicho en el párrafo anterior pero podemos profundizar algo más. Por lo pronto, afirmar que, como indican todas las encuestas, la candidata oficialista ganará en las elecciones apoyada también, evidentemente, por sectores que en la elección provincial votaron por un candidato no oficialista. Esto muestra que no sólo desde algunos sectores políticos sino desde la propia ciudadanía se impulsa y se ejerce una transversalidad de hecho lo cual resulta positivo. Esto abre un espacio interesante porque, sea desde la ciudadanía sea desde el plano de la dirigencia política, se comienza a entender que ser oposición no significa ser anti oficialista recalcitrante al estilo de ciertos sectores de una derecha rezongona que aglutina sectores tan diversos como la iglesia, el campo, varios multimedios, cierta clase alta, algunos profetas de la mano dura y desangelados revolucionarios trasnochados. En este sentido celebro la actitud del socialismo de buscar transformarse en una oposición crítica y reflexiva que en algunos casos se acerca al gobierno como es el ejemplo de la estratégica posición cercana al Jefe de Gabinete que ocupa el recién asumido Rivas. En esa línea también es para rescatar el discurso de Binner que sin decir “eso no es PRO” se opuso a los silbidos que sus partidarios le profesaban a Obeid y a Kirchner.
El triunfo de Binner, entonces, muestra que más que “oposición” existen “oposiciones” que, por suerte, no son lo mismo. En este sentido, frente a la mezquindad de los opositores que buscan sacar rédito político de cualquier hecho, parece haber otros que prefieren mantener una actitud crítica basada en convicciones, algo que, a veces, supone, a pesar de tener un costo político, acompañar las políticas o decisiones del gobierno que se considere acertadas.
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