sábado, 9 de diciembre de 2023

El marciano y el payaso (publicado el 8/12/23 en www.theobjective.com)

 Alejado de sus representantes y de la realidad, un sector importante de los políticos de España y el mundo ha devenido una tecnocracia social cuya agenda hace que los veamos como marcianos. Inmersos en su microclima, la distancia es tan grande que parecen hablar un idioma distinto al de los ciudadanos de a pie, los cuales, por cierto, no tienen la suerte de contar con pinganillos.

Pero también es cierto que existe otro grupo, el de los políticos payasos, con esa dualidad que tienen los clowns de, muchas veces, hacernos reír, pero, en otras ocasiones, producirnos un profundo terror.

Marcianos y payasos no son categorías que uno pueda encontrar en los manuales de ciencia política, pero hace tiempo que la literatura ofrece conceptos más explicativos que los que hallamos en los textos especializados. Así, sin dudas, para entender la política hoy, es preferible leer novelas y cuentos antes que un paper de ciencias sociales.   

Pensemos, si no, en una obra como la de Ray Bradbury, donde la relación con otros mundos y con el futuro más o menos lejano, es, en general, una excusa para reflexionar acerca de nuestro presente.

El comentario resulta pertinente porque hace poco releía Crónicas marcianas para toparme con la historia de “El marciano”, un cuento que podemos usar como metáfora para ilustrar la particular relación existente hoy entre los líderes políticos y los votantes.

El contexto es la colonización de Marte, sus montañas azules, sus canales y los primeros contactos entre los humanos y los marcianos. Los protagonistas son La Farge y su mujer, una pareja de adultos mayores que decide abandonar la Tierra como una manera de dejar atrás el doloroso pasado de un hijo muerto.

Sin embargo, ya en Marte, una noche antes de irse a dormir, el hombre ve una figura familiar que se acercaba a la casa y, sin dar crédito de lo que observaba, llamó a su mujer para comprobar lo imposible: se trataba de Tom, el hijo muerto.

Si bien en un principio la pareja decide aceptar “el milagro”, el hombre sospecha para, finalmente, y tras varias conversaciones, comprender que ese no es Tom sino un marciano que había adoptado la fisonomía de su hijo.

El punto es que cuando intentaban asimilar lo ocurrido, comienzan a circular, entre la comunidad de seres humanos, comentarios sobre otros casos de personas desaparecidas que, en Marte, habían “regresado”: primero fue Gillings, un hombre que aparentemente había sido asesinado y volvía a buscar justicia; luego fue Lavinia, la hija de Spaulding, quien se creía que había muerto un mes atrás, y así un caso tras otro.

Pero La Farge descubre que en todos los casos se trataba del mismo marciano que adoptaba las características que la gente deseaba ver. Efectivamente, su identidad era moldeada según el deseo del otro, de aquí que pudiera devenir múltiples identidades siempre como proyección del sueño y la necesidad ajena.

La metáfora, entonces, comienza a tomar forma: es que el marciano equivale a aquella casta de “políticos arcilla”, siempre predispuestos a abrazarse a la veleta; y al mismo tiempo, tanto La Farge como el resto de los humanos que proyectan en él su deseo, se comportan como esos electorados que no votan por lo que el candidato es sino por lo que queremos que sea.

Si dejamos de lado los marcianos y vamos en busca de payasos, la referencia obligada es Stephen King y su novela IT, llevada al cine con enorme éxito. Allí aparece un elemento que supe ya destacar en The Objective en ocasión de la previa al 23J y que yo llamo el “Voto IT”, otra categoría que puede ser útil para entender el comportamiento de algunos electorados y que fuera, finalmente, confirmado, en parte, en aquella elección. Es que Pennywise, el payaso asesino de la novela, no es estrictamente un payaso sino algo indeterminado que adopta la forma de los miedos de quienes se cruzan con él. Generalmente encarna en un payaso, pero puede ser una momia, un niño muerto, un leproso, una araña monstruosa, etc.  

La lógica extorsiva que aplican muchos progresismos a lo largo del mundo lleva al extremo la dinámica del “Voto IT”: hay que votar progresismo porque enfrente está el mal absoluto capaz de encarnar todos tus miedos. Si no votas a Sánchez viene el cuco facho-heteropatriarcal-neoliberal-franquista-misógino-antiinmigrantes que, para colmo de males, se opone a la transición energética y provocará ansiedad climática entre las almas sensibles. Contra IT, entonces, vale todo y permitimos todo porque tenemos pánico. Así, la defensa de las instituciones, la constitución, la verdad y la coherencia deberá esperar a que nuestro terror disminuya. 

Dicho esto, y como una reflexión final, algunos comentarios más sobre las obras pueden ser útiles. En el caso del cuento de Bradbury, en la última escena, La Farge intenta llevar al marciano en una lancha para que se quede con él y allí es emboscado por el resto de los familiares que se habían ilusionado con recuperar a un ser querido. También aparece allí un policía para el cual el marciano adoptaba la identidad del ladrón que perseguía (sobre deseos, evidentemente, no hay nada escrito y cada uno tiene su fetiche).  

Lo cierto es que lo que sucede allí bien vale un textual: “Ante los ojos de todos, [el marciano] comenzó a transformarse. Fue Tom, y James, y un tal Switchman, y un tal Butterfield; fue el alcalde del pueblo, y una muchacha, Judith; y un marido, William; y una esposa, Clarisse (…) tomaba la forma de todos los pensamientos. La gente gritó y se acercó a él, suplicando. (…) Quedó tendido sobre las piedras, como una cera fundida que se enfría lentamente, un rostro que era todos los rostros, un ojo azul, el otro amarillo; el pelo castaño, rojo, rubio, negro, una ceja espesa, la otra fina, una mano muy grande, la otra pequeña”.

Bradbury agrega que, frente a este marciano, todos los humanos “reclamaban su sueño” pero en su afán de satisfacerlos a todos, no pudo eludir su destino trágico y acabó muriendo.

En el caso de IT, y más allá de detalles de la novela, la clave está en comprender el modo en que esa cosa funciona y poder reconocerla en su forma real. Finalmente, su existencia terrorífica es la proyección de nuestros miedos y ya hay ejemplos a lo largo de todo el mundo donde la lógica extorsiva del progresismo no ha funcionado. Incluso en España misma podría decirse que buena parte de la ciudadanía no aceptó esa imposición y obligó a Sánchez a un acuerdo fáustico para alcanzar la investidura.

El marciano y el payaso como metáfora del comportamiento electoral y de las adhesiones políticas parecen así dos caras de la misma dinámica: en ambos casos su existencia depende de las proyecciones de la ciudadanía. En el marciano se proyectan nuestros sueños y deseos; en el payaso, lo que se proyecta, es nuestro temor.

Por cierto, que el resultado de este juego de construcciones sociales y ficciones, sea el desasosiego y la insatisfacción permanente, es casi una consecuencia natural de todo este proceso.       

      

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