La cuenta regresiva de cara a las
elecciones generales llega de la peor manera: escuchas, cámaras ocultas,
operaciones que se hacen a partir de hechos reales, operaciones de las otras, servicios
de inteligencia, escándalos, denuncias, acusaciones cruzadas.
Mientras tanto, una nueva corrida
cambiaria lleva el precio del dólar a un número completamente irracional, una
suerte de “precio pánico” como tantas otras veces sucedió en la Argentina. El
punto es que en este caso ha superado la barrera psicológica de los 1000 pesos haciendo
que el billete de máxima denominación equivalga a menos de 2 dólares.
El gobierno le echa la culpa a
Milei por sus declaraciones acerca de qué hacer con los pesos y Alberto
Fernández, aparentemente de manera unilateral, denuncia a Milei y a Marra,
sirviéndole en bandeja a LLA el rol de víctima. Así, en tiempos donde el eje
está puesto en la libertad, desde el gobierno avanzan con proyectos y denuncias
que intentan acallar al espacio de derecha representado por Milei. Podríamos
teorizar las diferencias entre un caso y el otro pero tanto con el proyecto que
busca penalizar el negacionismo como con este tipo de denuncias, el gobierno
avanza por un sendero peligroso, como si no alcanzara con toda la masa crítica
que durante 40 años supimos construir como democracia para dejar en claro que
más allá del número de desaparecidos (esto es, los algo más de 8000 de la
CONADEP, los 22000 que habrían sido registrados por la dictadura hasta el 78, o
el simbólico 30000), aquí hubo un genocidio y terrorismo de Estado. Esta era
una discusión que creíamos saldada pero que evidentemente no lo está, de lo cual
se sigue que habrá que seguir dándola. De aquí que cancelarla por ley me parezca
un error. Argumentemos más y prohibamos menos.
Volviendo a la denuncia del
presidente por intimidación pública contra, entre otros, Javier Milei, es
llamativo que se realice ahora porque es lo que viene diciendo hace años. Sin
embargo, claro está, una cosa es decirlo desde un estudio de TV cuando se
cumple el rol del economista liberal y gritón que ameniza una cena mientras se
lo consume irónicamente, y otra cosa es hacerlo cuando todas las encuestas lo
dan como favorito a entrar primero en el balotaje.
Pero vamos a decirlo claro:
¿Milei se favorecería con que todo estalle? Por supuesto: ya sabemos que las
recetas más radicales solo son digeridas en situaciones de shock. ¿Sus
declaraciones son, como mínimo, irresponsables en este contexto y desde el rol
que ahora cumple? Claro que sí.
Sin embargo, la sobreactuación de
Alberto Fernández, además de victimizar a Milei, abre una ventana a la
judicialización de prácticamente todas las intervenciones que hagan los
candidatos. Un delirio, verdaderamente. Pero además, aun con la responsabilidad
que recién admitíamos, es falso que Milei haya provocado esto. ¿O acaso ustedes
se creen que la gente es pelotuda y no renovó los plazos fijos en pesos porque
lo escuchó a Milei? La gente no renueva porque todos sabemos que lo que viene
es una devaluación feroz y la única duda que tenemos es cuándo se va a dar:
puede ser el 23 de octubre, el 20 de noviembre después de un eventual balotaje,
o el 11 de diciembre, gobierne quien gobierne. Esto no significa que dé lo
mismo quién se siente en el sillón de Rivadavia pero, en todo caso, lo que está
en juego es si la devaluación la hace el mercado de manera descontrolada y en
modo pánico, o si la devaluación es administrada mínimamente por el gobierno
con las pocas herramientas (dólares) que tiene. Ajuste y shock. Es una mierda
pero es lo que viene y lo va a tener que hacer también Massa si le toca
gobernar. Por cierto, ¿en serio nos van a plantear que quedarse con un plazo
fijo en pesos es un acto patriótico? ¿Alguien puede creer que un argentino es
incapaz de darse cuenta que si un Plazo Fijo te da 209% de Tasa efectiva anual
es porque en cualquier momento el país vuela por el aire?
Por otra parte, ya todos sabemos
el condicionamiento que legó Macri y las enormes vicisitudes que atravesó la
administración entre pandemias, guerras y sequías. Pero lo cierto es que al
asumir el gobierno en 2019, el dólar estaba 60 pesos y hoy está a 1000, lo cual
nos hace presuponer que para fin del mandato se habrá multiplicado por 20. ¿En
serio la culpa es de Milei?
Respecto al FMI: ¿hace falta que
repasemos el desastre originado por sus políticas? Entiendo que no. Pero ahora
se dice que el gobierno (del presidente Martín Guzmán) firmó un “acuerdo
inflacionario”. Es curioso porque siempre se ha dicho que las recetas del FMI
suponen ajuste y recesión, más allá de que muchas veces, efectivamente, el
ajuste se puede hacer vía inflación. Pero aun cuando aquí estamos lejos de
defender este tipo de políticas, lo cierto es que hay puntos del acuerdo y
exigencias que parecen razonables. Dicho en otras palabras, lo que es
(potencialmente) inflacionario es que haya variables centrales de la economía
que están artificialmente retrasadas y en algún momento algún gobierno deberá
pagar el costo de ello, especialmente, el tipo de cambio oficial (a 365) y los
subsidios al transporte y a la energía. Sumemos a esto la bomba de las Leliq
cuyo horizonte es verdaderamente terrorífico y lo que veremos es que el
desajuste de esas variables augura una espiral inflacionaria en una economía
que en 4 años duplicó una inflación que a su vez había sido duplicada también
por el gobierno anterior. En todo caso, que el FMI busque que el costo de ese
ajuste y ese shock lo paguen los mismos de siempre, no hay dudas, pero es la
economía argentina la que está mal y la que, por supuesto, también está
condicionada por tener que pagar intereses de una deuda que ha sido fugada por
el anterior gobierno.
Frente a esto, Massa, que en el
debate volvió a demostrar que es quien más conoce el Estado y quien tiene una
mejor preparación, sale con una insólita propuesta de exigir un examen
psicofísico de los candidatos, tomando en cuenta que “una vez el alcoholismo de
un general nos llevó a una guerra”. El examen detectaría adicciones y la
estabilidad mental de los candidatos. Para decirlo sin eufemismos, Massa está
dando a entender que Bullrich no pasaría ese examen por su presunta adicción al
alcohol y que Milei no lo pasaría porque es un desequilibrado que necesita un
tratamiento psiquiátrico. Desconozco los psicodiagnósticos de los candidatos,
pero plantear esto es peligrosísimo. ¿Se imaginan a un grupo de expertos
haciendo un psicodiagnóstico de CFK después de que, durante años, periodistas
con Hubris y buena parte de la
dirigencia política la trataron de desequilibrada por el simple hecho de que
llevaba adelante políticas que no les gustaban? ¿Se imaginan qué pasaría si ese
grupo de “expertos” determinara que ella o el candidato más popular no está en
condiciones de gobernar? “El inestable emocional (y el borracho) siempre es el
otro”, podría llamarse la segunda temporada de la saga y abriría una puerta
hacia la idea de que quien no piensa como yo lo hace por adicto o por enfermo
psiquiátrico.
Más preocupante sería todavía si,
siguiendo esa misma lógica, llegamos a la conclusión de que el gobierno no
puede ganarle a la supuesta alcohólica que en un debate tiene dificultades para
hablar en castellano y tuvo que servirse de textos repletos de slogans escritos
por sus asesores; ni tampoco puede con un presunto desequilibrado cuya suerte
de supremacismo de mercado de biblioteca lo lleva a defender torpemente
posiciones indefendibles sobre mercado de órganos, vouchers, privatización de
las calles, etc. Y peor aún sería que el gobierno crea que puede perder esta
elección porque el electorado es manipulado, lo cual no es otra cosa que
suponer que el electorado es idiota salvo que, claro está, vote al gobierno.
Como les indicaba anteriormente,
de los tres candidatos, Massa es ampliamente quien está mejor preparado y quien
tiene un mayor sentido de la responsabilidad y de los desafíos futuros.
Bullrich brilla por sus limitaciones y Milei se ofrece como un joker
incendiario para quien un triunfo sería un verdadero problema porque bastaría
poco tiempo para darse cuenta que buena parte de sus “soluciones” chocarían con
la constitución, el poder político formal, el poder real y, lo más importante,
contra el bienestar de las mayorías. Asimismo, como se indicó hasta el
hartazgo, es este escenario el único capaz de hacer que Massa sea competitivo
después de una gestión cuyos parches ya no alcanzan.
Para finalizar, digamos que lo
más doloroso es que aun cuando sea clave para el futuro del país quién será el
próximo presidente, (porque no todos los candidatos son lo mismo), se sabe que
esta crisis insoportable es solo el largo preludio de una crisis peor e
ineludible que deberá atravesar el pueblo argentino y quien pretenda gobernar el
país por los próximos 4 años.
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