Hasta nuevo aviso, o hasta la negociación
de las próximas horas, Scioli vuelve a ser el traidor, en este caso porque
quiere competir en una interna. En 2015 era el candidato pero seguía siendo el
traidor, no porque hubiera traicionado, sino por tibio, por no ser “del palo”,
lo cual era verdad; por eso había que apoyarlo y desapoyarlo al mismo tiempo;
tenía que ganar pero no por mucho. En realidad, para ser más precisos, en 2015
Scioli se convirtió en candidato el día que perdió; es que si hubiera ganado el
candidato iba a ser “el proyecto”, eso que se dice cada vez que CFK no es
candidata y que nadie sabe identificar bien qué es.
Seguramente porque ante la falta
de proyecto, el proyecto es CFK. Sin CFK, entonces, no hay proyecto, solo
oposición al temor que engendran “los otros”. Pueden poner un ladrillo de
candidato que a la larga, y en Argentina “a la larga” se le llama al balotaje,
el espanto cumplirá su papel.
Ahora bien, el kirchnerismo tiene
buenas razones para intentar armar una lista lo más pura posible: ¿para qué
abrirse si los que no son del riñón ya no traen votos? ¿Qué suman los Alberto
Fernández de la vida hoy? ¿Para qué aportar el 80% de los votos si la decisión final
la tomará quien pongamos de presidente? Pasemos de “las cajas nuestras y la
birome es el otro” a “las cajas nuestras y la birome también”.
Pero, ¿se puede seguir hablando
de un 80% de votos K al interior del Frente? ¿Sin la unción de CFK y con cualquier
candidato se alcanza ese 80%? ¿No pagará el cristinismo algún costo por el
gobierno de Alberto? Dejemos abierto el interrogante.
Pero el albertismo, esa
destrucción política del compañero pergeñada en estos años, también tiene razón
en algo: el kirchnerismo habrá tenido sus virtudes, pero entre ellas no se
podrá contar la selección de candidatos. ¿O quieren que repasemos la lista de
candidatos elegidos por CFK en todos estos años? Todos recordamos la interna
entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández (que, por estas horas, para la
militancia pasó de ser un canchero ricotero a un exduhaldista traidor). Pero la
lista es inmensa e incluye a los que hoy, con razón, señalan que CFK suele
elegir mal, por ejemplo, el propio Alberto Fernández o la propia Victoria
Tolosa Paz, elegidos a dedo cuando el dedo en el FDT no era antidemocrático,
esto es, hace 4 y 2 años respectivamente.
Para explicar la derrota en la
Provincia de Buenos Aires, aquella vez se tuvo que apelar a la hipótesis del
“fuego amigo” para no aceptar que Aníbal podrá ser un gran orador y un gran
defensor de las decisiones gubernamentales, pero era un mal candidato que
perdió una elección imperdible, más allá de la artera operación de Lanata
(fuego enemigo) una semana antes de la elección.
Con aquel antecedente dando
vueltas, electoralmente hablando no parece una buena idea que haya una interna
mínimamente competitiva en el oficialismo. ¿Por qué? Porque ahora sí hay un
verdadero fuego amigo con poder de daño y porque, salvo algunos energúmenos, la
gente está podrida de ver dirigentes con el presente y el futuro resuelto
peleando por una candidatura cuando hay 114% de inflación anual. Además, si
bien hay bibliografía que pudiera apoyar una lectura contraria, a priori tampoco
parece la mejor decisión exponerse a la posibilidad de una foto de las PASO en
la que se observe a candidatos del gobierno que, tomados aisladamente, ocupen
el cuarto y el quinto lugar en los resultados finales.
Pero, por otro lado, sin CFK
todos parecen jugar en el llano y necesitar una legitimidad mayor que la de su
dedo, justamente porque el dedo no funcionó. En este contexto, ¿una eventual
camporización de las listas puede arrojar un resultado distinto del que viene
arrojando en los últimos años? Me refiero a que no se ha probado en las urnas
que esa decisión sume y lo que sí se ha confirmado es que hay un montón de
dirigentes y agrupaciones peronistas que, con razón, van a pasar su factura.
¿Cuál? La que eventualmente podría pagarse por, con el mantra del recambio
generacional, imponer durante años y desde arriba a un grupo de militantes que,
salvo casos excepcionales, tienen como mérito haber nacido después. Que ese
reemplazo sea necesario e incluya deshacerse de un montón de gente de mierda,
símbolo de la peor cara de la política, no implica pasar por alto que, al mismo
tiempo, se ha desplazado a mucha gente valiosa y con mucha más experiencia y
formación. De modo que, si van a cometer errores, uno les pediría que, en todo
caso, sean errores nuevos.
Si este escenario es, a su vez,
complejo, agreguemos que el contexto de fragmentación retroalimenta una mayor
fragmentación. Porque mientras hay dos polos, el escenario es simple: hay que
unirse todos contra el otro. Eso fue, finalmente, el ahora rebautizado exFDT.
Pero cuando en frente también hay problemas y divisiones, los incentivos para
la unidad son menores porque quizás alcanza con los propios para ganar una
elección.
El insólito sistema electoral
argentino que prácticamente paraliza la gestión un año cada vez que se vota a
presidente, irá respondiendo algunos de los interrogantes aquí planteados en
las próximas semanas.
Con todo, y a manera de
confesión, déjenme decirles lo siguiente: dedicarse a escribir columnas de
opinión en un contexto donde mucha gente debe trabajar arduo y aun así sigue
siendo pobre, es un privilegio. Pero, convengamos, escribir textos para
desentrañar la trama de la política que esconde candidatos más por la falta de
rumbo que por la especulación del eventual impacto político, genera una
profunda sensación de inutilidad.
Afortunadamente la desmemoria de
los lectores arroja un manto de piedad sobre los que escribimos renovando la
confianza en cada nueva columna. Pero el rol de portavoz, consciente o
inconsciente, de la desorganización y la falta de horizonte de la clase
política que acabamos adoptando los que de alguna manera intentamos participar
del debate público, resulta patético. Especialmente cuando jugamos a las
adivinanzas o traficamos información de dirigentes que juegan a “Jorge
Suspenso” mientras el país se incendia.
La semana que viene tendremos los
candidatos y habrá que salir a “venderlos”. Sabremos sus historias de vida y lo
maravillosos que son. Incluso tratarán de convencernos de que harán un buen
gobierno aun cuando la gran mayoría ha sido parte de la gestión en los últimos
8 años de malos gobiernos cuyas decisiones le han jodido la vida a mucha gente.
Serán ellos los que nos
advertirán que debemos ser responsables y, sobre todo, serán ellos los que con
gesto adusto nos dirán que no debemos hacerle el juego a la antipolítica.
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