sábado, 17 de junio de 2023

El traidor, el dedo y la confesión (editorial del 17/6/23 en No estoy solo)

 

Hasta nuevo aviso, o hasta la negociación de las próximas horas, Scioli vuelve a ser el traidor, en este caso porque quiere competir en una interna. En 2015 era el candidato pero seguía siendo el traidor, no porque hubiera traicionado, sino por tibio, por no ser “del palo”, lo cual era verdad; por eso había que apoyarlo y desapoyarlo al mismo tiempo; tenía que ganar pero no por mucho. En realidad, para ser más precisos, en 2015 Scioli se convirtió en candidato el día que perdió; es que si hubiera ganado el candidato iba a ser “el proyecto”, eso que se dice cada vez que CFK no es candidata y que nadie sabe identificar bien qué es.

Seguramente porque ante la falta de proyecto, el proyecto es CFK. Sin CFK, entonces, no hay proyecto, solo oposición al temor que engendran “los otros”. Pueden poner un ladrillo de candidato que a la larga, y en Argentina “a la larga” se le llama al balotaje, el espanto cumplirá su papel.

Ahora bien, el kirchnerismo tiene buenas razones para intentar armar una lista lo más pura posible: ¿para qué abrirse si los que no son del riñón ya no traen votos? ¿Qué suman los Alberto Fernández de la vida hoy? ¿Para qué aportar el 80% de los votos si la decisión final la tomará quien pongamos de presidente? Pasemos de “las cajas nuestras y la birome es el otro” a “las cajas nuestras y la birome también”.

Pero, ¿se puede seguir hablando de un 80% de votos K al interior del Frente? ¿Sin la unción de CFK y con cualquier candidato se alcanza ese 80%? ¿No pagará el cristinismo algún costo por el gobierno de Alberto? Dejemos abierto el interrogante.

Pero el albertismo, esa destrucción política del compañero pergeñada en estos años, también tiene razón en algo: el kirchnerismo habrá tenido sus virtudes, pero entre ellas no se podrá contar la selección de candidatos. ¿O quieren que repasemos la lista de candidatos elegidos por CFK en todos estos años? Todos recordamos la interna entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández (que, por estas horas, para la militancia pasó de ser un canchero ricotero a un exduhaldista traidor). Pero la lista es inmensa e incluye a los que hoy, con razón, señalan que CFK suele elegir mal, por ejemplo, el propio Alberto Fernández o la propia Victoria Tolosa Paz, elegidos a dedo cuando el dedo en el FDT no era antidemocrático, esto es, hace 4 y 2 años respectivamente.

Para explicar la derrota en la Provincia de Buenos Aires, aquella vez se tuvo que apelar a la hipótesis del “fuego amigo” para no aceptar que Aníbal podrá ser un gran orador y un gran defensor de las decisiones gubernamentales, pero era un mal candidato que perdió una elección imperdible, más allá de la artera operación de Lanata (fuego enemigo) una semana antes de la elección.  

Con aquel antecedente dando vueltas, electoralmente hablando no parece una buena idea que haya una interna mínimamente competitiva en el oficialismo. ¿Por qué? Porque ahora sí hay un verdadero fuego amigo con poder de daño y porque, salvo algunos energúmenos, la gente está podrida de ver dirigentes con el presente y el futuro resuelto peleando por una candidatura cuando hay 114% de inflación anual. Además, si bien hay bibliografía que pudiera apoyar una lectura contraria, a priori tampoco parece la mejor decisión exponerse a la posibilidad de una foto de las PASO en la que se observe a candidatos del gobierno que, tomados aisladamente, ocupen el cuarto y el quinto lugar en los resultados finales.           

Pero, por otro lado, sin CFK todos parecen jugar en el llano y necesitar una legitimidad mayor que la de su dedo, justamente porque el dedo no funcionó. En este contexto, ¿una eventual camporización de las listas puede arrojar un resultado distinto del que viene arrojando en los últimos años? Me refiero a que no se ha probado en las urnas que esa decisión sume y lo que sí se ha confirmado es que hay un montón de dirigentes y agrupaciones peronistas que, con razón, van a pasar su factura. ¿Cuál? La que eventualmente podría pagarse por, con el mantra del recambio generacional, imponer durante años y desde arriba a un grupo de militantes que, salvo casos excepcionales, tienen como mérito haber nacido después. Que ese reemplazo sea necesario e incluya deshacerse de un montón de gente de mierda, símbolo de la peor cara de la política, no implica pasar por alto que, al mismo tiempo, se ha desplazado a mucha gente valiosa y con mucha más experiencia y formación. De modo que, si van a cometer errores, uno les pediría que, en todo caso, sean errores nuevos.  

Si este escenario es, a su vez, complejo, agreguemos que el contexto de fragmentación retroalimenta una mayor fragmentación. Porque mientras hay dos polos, el escenario es simple: hay que unirse todos contra el otro. Eso fue, finalmente, el ahora rebautizado exFDT. Pero cuando en frente también hay problemas y divisiones, los incentivos para la unidad son menores porque quizás alcanza con los propios para ganar una elección. 

El insólito sistema electoral argentino que prácticamente paraliza la gestión un año cada vez que se vota a presidente, irá respondiendo algunos de los interrogantes aquí planteados en las próximas semanas.

Con todo, y a manera de confesión, déjenme decirles lo siguiente: dedicarse a escribir columnas de opinión en un contexto donde mucha gente debe trabajar arduo y aun así sigue siendo pobre, es un privilegio. Pero, convengamos, escribir textos para desentrañar la trama de la política que esconde candidatos más por la falta de rumbo que por la especulación del eventual impacto político, genera una profunda sensación de inutilidad.

Afortunadamente la desmemoria de los lectores arroja un manto de piedad sobre los que escribimos renovando la confianza en cada nueva columna. Pero el rol de portavoz, consciente o inconsciente, de la desorganización y la falta de horizonte de la clase política que acabamos adoptando los que de alguna manera intentamos participar del debate público, resulta patético. Especialmente cuando jugamos a las adivinanzas o traficamos información de dirigentes que juegan a “Jorge Suspenso” mientras el país se incendia.

La semana que viene tendremos los candidatos y habrá que salir a “venderlos”. Sabremos sus historias de vida y lo maravillosos que son. Incluso tratarán de convencernos de que harán un buen gobierno aun cuando la gran mayoría ha sido parte de la gestión en los últimos 8 años de malos gobiernos cuyas decisiones le han jodido la vida a mucha gente.

Serán ellos los que nos advertirán que debemos ser responsables y, sobre todo, serán ellos los que con gesto adusto nos dirán que no debemos hacerle el juego a la antipolítica.  

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