Marcelo Tinelli
no hace ganar ni perder elecciones. Suponer que el próximo presidente de la
Argentina depende de la bondad de la imitación que se le asigne al candidato en
cuestión en Showmatch es sobreestimar el alcance de una figura televisiva, despreciar
la capacidad del electorado y sostener una relación causa y efecto entre la
intención del mensaje y la decodificación del mismo por parte de la audiencia.
Es una pena,
pero si un animador con un programa exitoso fuera tan determinante, los hombres
más poderosos de la Argentina no tendrían que hacer más que cooptar al animador
o, en caso de no existir tal animador, inventarlo. ¿Para qué perderían tiempo
en intentos desestabilizadores, ataques financieros y maniobras de horadación
diversa si alcanza con que una celebridad introduzca subliminalmente el nombre
de un candidato mientras una audiencia zombie festeja el baile del famoso de
hoy?
Es llamativo,
porque aquellos que promueven este tipo de análisis y creen comprender los
procesos políticos a partir de los guiños y los enojos del animador del ciclo
que hoy compite cabeza a cabeza con una telenovela brasileña, son los que se
mofaban del gobierno kirchnerista y le adjudicaban un conato paranoide cuando
acusaba a los medios de ser determinantes de la subjetividad del ciudadano
medio. En aquel momento, la respuesta a la necesidad de avanzar con una ley que
pusiera límite a las posiciones dominantes era “la gente no es estúpida”, “no
cree todo lo que dicen en la televisión”. Sin embargo, ahora, de repente, el
futuro de Massa, Scioli, Macri, FAU y el candidato de CFK depende del buen o
mal humor de Tinelli mientras le corta la pollera a Vicky Xipolitakis.
¿Pero cómo son
las cosas entonces? Si la bajada de línea la hace Tinelli es determinante. Si
la hace la pauta oficial durante los entretiempos del Fútbol para Todos
también. Pero si la hace el periodismo independiente, desde sus centenares de
ideológicas bocas de expendio, no. Ahí la audiencia es una sociedad civil
iluminada y crítica que sabe discriminar muy bien entre la buena y la mala
información. ¿Será esa misma sociedad civil la que algunos tratan como pueblo
bárbaro cuando le bailan en el caño o le hacen rodar la pelota?
Vayamos a los
dos ejemplos más citados: ¿usted cree que De la Rúa se tuvo que ir antes del
gobierno porque casi se choca con el decorado en aquel recordado programa de
Videomatch en el que, sin dudas, se mostró como un político pacato y de pocas
luces?
En la misma
línea, ¿usted sinceramente considera que De Narváez ganó la elección en la
provincia de Buenos Aires en 2009 por el famoso “alica alicate” impuesto por su
imitador? ¿Bastaba acaso con crear un personaje que tenía tanto de simpático
como de tonto para ganarle a Kirchner? ¿Tan débil era el aparentemente
todopoderoso Kirchner que bastaba con una caricatura que abuse de un latiguillo
para vencerlo?
Esto no
significa, desde ya, negar la relevancia de la telepolítica, o el modo en que
algunos dirigentes se han constituido como tales en estudios de televisión. Ejemplos
vernáculos y a lo largo del mundo sobran. Pero de lo que se trata es de denunciar
que detrás del presupuesto de que Tinelli es determinante para poner y quitar
gobiernos no solo hay intereses (lo cual es una obviedad) sino el síntoma que
evidencia el paradigma de los formadores de opinión que promueven este tipo de
análisis.
Porque ya no
se trata solo de la farandulización de la política entendida como la estrategia
de una dirigencia política capaz de acudir a figuras cuyo único mérito es ser
“conocidas”. Más bien, es una farandulización en tanto el formato y las categorías
de análisis para enfocar la política son las utilizadas por el periodismo de
espectáculos. Así, no es casual que los programas de política con el enfoque
clásico hayan dejado lugar a formatos heredados de los programas de chimentos,
esto es, un conductor y muchos panelistas con opiniones contrarias que simulan
representar la heterogeneidad del pensamiento popular en el marco de la lógica
del escándalo y la incontinencia oral. Sucede en América 2 con “Intratables” y
en “El diario de Mariana” en Canal 13 por citar solo dos ejemplos.
Este solapamiento
entre el periodismo político y el de espectáculos, además de promover que los
supuestos analistas políticos se manejen como chimenteros, desplazando la
discusión política a “menganito, en los pasillos, dijo tal cosa de un alto
funcionario sultanito y se va a aliar con el reconocido barón pepito sin que el
diputado montotito se entere”, no es inocente y obliga al dirigente político a
jugar en el campo de los mass media,
es decir, de visitante, en un espacio donde las presentaciones las hacen otros,
la imagen no es lo que es y, desde la misma disposición de las butacas en el
estudio, se comienza la disputa con una desventaja casi irremontable.
Pero
los que sobredimensionan la importancia de Tinelli en el arena política exponen,
además, sin desearlo, toda una visión del mundo. Pues consideran que no es el
hombre común, el de la calle, el que hay que oír para poder vislumbrar el humor
social que hay que sondear cuando se acerca una elección presidencial. Más
bien, lo contrario. Así, el argumento indicaría que la llave del futuro no está
en el ciudadano de a pie sino en el empresario exitoso. En otras palabras, dado
que Tinelli es un empresario exitoso y los empresarios exitosos saben dónde
está el poder, los alineamientos políticos del animador anticipan los senderos
de la Argentina hacia 2015. Así de
fácil. Basta ver Showmatch para que mientras las chicas bailan reggaetón “el
tipo canchero que se las sabe todas te cante la justa”. Este es el nivel de los
analistas políticos de los medios argentinos que creen haber encontrado, entre glúteos
turgentes, el “Código Tinelli”. Según éstos, develar el código supondría no solo adentrarse en la más
pura expresión de la cultura argentina sino que, con visos oraculares, permitiría
anticipar los procesos y reacomodamientos políticos que se avecinan. Así, las
palabras de Tinelli y su programa son vistos por los analistas, absurdamente,
como una suerte de aleph que contiene todas las formas populares de la argentinidad
y el futuro de la política.
Para finalizar,
entonces, sin dudas, una imitación en un programa tan visto puede generar un
bien preciado para políticos que intentan posicionarse pues aumenta el nivel de
conocimiento pero no puede ser capaz de transformar radicalmente el clima
político en pos de uno u otro candidato. Ayuda, empuja, acomoda y acompaña pero
no determina totalmente. Es un dato. De cierta relevancia. Nada menos pero nada
más.
coincido en la crítica de que "tinelli y la propaganda oficial influyen y determinan a la gente, pero cuando tn hace informes la gente 'es libre y es imposible que produzcan efecto alguno en la gente', se aplica para todos o para ninguno (claramente se aplica para todos). Lo de alica-alicate Dante, creo que habría que fijarse en las encuestas (que no las sé) para comprobar la intención de voto de De Narvaéz contra la de Kirchner, así con todo, es alarmante que uno de los mejores presidentes de la república perdió una elección contra un candidato casi desconocido que se hizo famoso por tinelli, ¿hacia dónde va la política?
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