viernes, 13 de diciembre de 2013

¿Neoperiodistas? (publicado el 12/12/13 en Veintitrés)

El discurso que Reynaldo Sietecase brindó en la entrega de los premios TATO generó una polémica sobre el rol del periodismo, una temática, por cierto, bastante trillada. Para quien no lo haya escuchado, Sietecase criticó muy fuertemente, aunque sin mencionarlo, a Jorge Lanata, señalando que los periodistas que denuncian “la grieta” buscan ensancharla cada vez más y que una cosa es ser un periodista crítico y otra muy distinta transformarse en el principal gestor de las operaciones de prensa que impulsa el multimedio que te contrata. Sin embargo, en la misma alocución se refirió, una vez más, sin nombrarlo, a 678, programa de claro sesgo oficialista al que acusó de defender lo indefendible y hacer periodismo militante. Algunos días más tarde en una charla en radio Vórterix, Sietecase pareció extender la crítica a “otros medios afines al gobierno” que “por defender una idea militante” a “rajatabla” acaban justificando acciones del gobierno que no tienen posibilidad de justificación. En este punto, la crítica se expande y alcanzaría, lo digo en potencial porque Sietecase no lo menciona, a medios privados que frecuentemente son acusados de “paraoficiales”. Entre estos medios no sólo estaría la Revista 23, sino también medios en los que trabaja el propio Sietecase como la revista Newsweek (de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, los mismos dueños de la revista que usted está leyendo en este momento) y la Radio Vórterix (que es propiedad del mismo Garfunkel aunque en sociedad con Mario Pergolini).
Para Sietecase, que tiene la envidiable virtud de no justificar lo injustificable pese a trabajar en medios que la oposición llama “paraoficiales”, es momento de refundar o, en todo caso, volver a hacer periodismo alejados de los extremos. Pareciera que eso podría suturar la grieta y tal propuesta es la que me interesa discutir justamente porque creo que hay buena fe en este periodista rosarino que, tras muchos años de trabajar junto a Lanata en Día D o en el diario Crítica, ha hecho un camino propio y una trayectoria meritoria. 
El primer interrogante que se plantea es cuál sería la diferencia entre esta propuesta de neoperiodismo y la siempre tan mentada bandera del periodismo tradicional: la “independencia”, entendida como una síntesis de los valores de la neutralidad y la objetividad, todos ellos, aparentemente, inherentes a la profesión de periodista.  
Es difícil responder. Pareciera que el punto estaría en que los que siempre se dijeron independientes han demostrado no serlo de lo cual se seguiría la necesidad de reemplazarlos para “refundar” el periodismo. Sin embargo, si bien resulta evidente la falta de credibilidad que existe en medios y periodistas consagrados, no se trata de afirmar que los que se dicen independientes ya no lo son. Porque no fue sólo eso lo que se logró en los últimos años. Se logró mostrar, sobre todo y de cara a la opinión pública, que es la independencia en sí misma, y no como atributo de algunos periodistas, la que resulta imposible de alcanzar.   
¿Pero acaso criticar algunas cosas del gobierno y valorar positivamente otras no son la mayor demostración de independencia? No necesariamente. Suponer eso implica confundir independencia (o neutralidad y objetividad) con un promedio entre lo bueno y lo malo que cada gobierno ostentaría. De este modo, el neoperiodismo, más que independiente, sería “promediero”, algo que, justamente, puede llevar a forzar las cosas (no sea que la audiencia interprete que el neoperiodista está “más de un lado que del otro”). Por eso el neoperiodista se encuentra en la obligación de tener que señalar que hay cosas buenas y malas en iguales dosis. Para ello, tiene que quedar bien en claro que hay dos extremos opuestos y que él, obviamente, no está en ninguno de ellos o, lo que es más preocupante aún, que ninguno de ellos califica como “periodismo”.  
El neoperiodismo es ejercido mayoritariamente por periodistas progresistas que alguna vez formaron parte (y forman parte todavía en algunos casos) de medios con línea editorial cercana al oficialismo pero han visto que la disputa cultural que ha librado el kirchnerismo viene a tocar su puerta también. Así es que mucho periodista progresista, en su mayoría generación sub 50, en un principio simpatizó con el énfasis con que el kirchnerismo denunciaba al periodismo tradicional creyendo que esto permitiría que los popes le dejaran lugar a la nueva camada. Pero se equivocaron porque la crítica al periodismo no se circunscribe a una generación ni a nombres específicos: refiere a una forma de entender la comunicación y el vínculo entre sociedad civil y representantes. Porque lo que se busca generar es una relación directa entre representante y representado, sin intermediarios ni presuntos traductores. No se trata, claro, de eliminar las distintas instancias socialmente representativas que existen en una comunidad. Se trata de señalar que ninguna es inmaculada;  que “la muerte de Dios” significó la muerte también de los grandes fundamentos y de las verdades últimas; que no hay perspectiva privilegiada ni asepsia; que la divinidad no habla por boca de nadie.   
Y cuando se hace referencia al periodismo militante nadie alude a un periodismo hecho con pecheras partidarias que distorsiona la realidad en función de sus propios intereses de facción. ¿Quién podría defender eso? ¿Quién podría llamar periodismo a esa actividad? Y, por sobre todo, ¿desde cuándo ser militante es ser idiota? Para que quede claro, entonces: cuando se habla de periodismo militante, o por lo menos lo que yo entiendo por tal, se habla de un inevitable perspectivismo, de la asunción de que cualquier acercamiento a los hechos se hace desde un determinado lugar y una determinada mirada. Desde este punto de vista, todos somos militantes. Asimismo, el periodista militante puede ser crítico y debe serlo como cualquier militante y como cualquier ser humano. Serlo significa intentar ser lo más objetivo posible reconociendo que la objetividad en sí es inalcanzable y no necesariamente un “promedio”. Porque la objetividad y la capacidad crítica pueden arrojar que la lista de lo que nos gusta y no nos gusta de un gobierno esté desnivelada. Dicho de otro modo, es porque tenemos capacidad crítica que podremos afirmar que, quizás, ser objetivos supone reconocer que hay un partido o un gobierno que ha hecho las cosas mejor que otro. Si este es el caso ¿debo forzar una crítica negativa porque soy periodista? ¿Acaso afirmar que un gobierno me gusta más que otro me lleva necesariamente a justificar lo injustificable?  
Por todo lo dicho es que no acuerdo con que haya que refundar el periodismo y me preocupa esta apuesta por lo que, a falta de un término más adecuado, llamé “neoperiodismo”, mirada que, como se habrán percatado, trasciende a la figura de Sietecase. No estoy de acuerdo porque hacerlo sería volver a darle legitimidad y capacidad performativa a una palabra corporativa autonomizada de la sociedad civil. Sería promover el regreso de una casta que costó mucho desnudar. Entiéndase bien. Esto no es ni contra Sietecase (de los mejores periodistas que hay en plaza) ni contra la mayoría de los periodistas que creen poder estar “en el medio” desde la buena fe. Es contra una institución social que, desde su surgimiento allá por el siglo XVIII, se autoproclamó portavoz de las necesidades de la sociedad y árbitro moral de la política. En la Argentina se ha puesto en tela de juicio ese lugar del periodismo y eso ha descolocado a los periodistas de distintas ideologías, incluso a muchos que se sienten afines al gobierno pero no quieren perder la legitimidad y la investidura de su condición de mediadores y de palabra autorizada. Por ello: no refundemos el periodismo. Refundemos el atreverse a pensar por uno mismo asumiendo el carácter relativo de toda mirada y exijámosles a quienes nos representan en las instituciones del Estado del modo más eficaz: participando nosotros mismos.                 



1 comentario:

  1. Estimado Dante, escribí esto hace un tiempo, sobre la misma cuestión. Te lo dejo. Saludos.
    http://letercermonde.com/2013/06/07/para-que/

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