lunes, 23 de diciembre de 2013

Limitando el presente extendido (publicada el 17/12/13 en Diario Registrado)

En mi último libro, El Adversario, me referí a lo que denomino “presente extendido”. Se trata de la nueva temporalidad en la que los medios nos sitúan. Porque la noticia urgente, deshistorizada y descontextualizada, borra todo vínculo con el pasado. Todo es aquí y ahora nuevo. Asimismo, tampoco hay futuro porque éste no es otra cosa que la vicisitud próxima a venir, inminente y cercana. El presente extendido se mueve, entonces, entre lo que acaba de pasar y será reemplazado rápidamente y lo que está por venir de inmediato que tampoco perdurará en este frenesí de la noticia urgente. Ninguna otra cosa importa más que lo que está sucediendo y eso que sucede tiene un carácter totalizante y asfixiante. Puede ser el calor, un saqueo o un asesinato. Lo que sea ocupará todo el espectro y todo el espectro es lo que aparentemente es digno de atención. Este presente extendido no sólo se apoya en la repetición incesante del mismo hecho y en la ideología que supone la deshistorización antes marcada sino en algunas estrategias técnicas. Una de ellas, muy frecuente, es el “hace instantes”. Me refiero, claro está, a esa indicación que suele aparecer al costadito de la pantalla y es el artilugio perfecto para la extensión del presente pues se muestran imágenes del pasado para en cada presentación volverlas al presente. Lo que muestran no está pasando pero está tan cerquita que, aparentemente, es como si estuviese pasando. Pero hay en ello una estafa al televidente similar a aquella que se realiza cuando se utiliza una foto de lo sucedido en un lugar y en un determinado momento para graficar lo que sucede en otro lugar y en otro momento (de hecho, hace pocos días circuló por internet el modo en que la misma foto de un colchón robado había servido para graficar los saqueos en 4 provincias distintas). En este sentido, en los últimos días, el AFSCA lanzó una directiva que obliga a los medios a indicar día, hora y lugar de las imágenes y distinguir si se trata de una transmisión en vivo o material grabado. Parece una cuestión menor pero, de no poner este tipo de límites, en algunos años pasaremos de exigir el total cumplimiento de la ley de medios a implorar encarecidamente por, al menos, la devolución del tiempo y el espacio.              


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