Si bien
resulta claro que nadie que haya obtenido el doble de votos que su rival puede
ser considerado un perdedor, el Frente para la Victoria realizó una performance
bastante por debajo de lo esperado en las PASO. Explicar este fenómeno
multicausal supone tomar en cuenta variables no dependientes del gobierno pero también
errores propios y no forzados. Si bien será difícil ser original, a
continuación, un intento de explicar lo sucedido.
Comencemos por las variables externas,
aquellas que no dependen del gobierno. La primera, de carácter formal, por
decirlo de algún modo, es el hecho de enfrentarse a las primarias de una
elección de medio término, esto es, elecciones que históricamente promueven una
dispersión de los votos amparada en la idea de necesidad de limitar al poder
ejecutivo de turno y en la libertad que conlleva la equivocada percepción de
que en este tipo de elecciones “no se juega nada”. Hacer esta aclaración muestra que es necesario
comparar esta performance con la de las elecciones de 2009 y no con las de 2011,
lo cual mostraría que el resultado sería casi calcado ya que el Frente para la
Victoria no ha perforado su piso de alrededor de 30 puntos a nivel nacional.
Asimismo, a diferencia de aquella elección, el kirchnerismo no ha jugado todas
sus cartas pues, recuérdese, la lista testimonial de aquel año llevaba a
Kirchner y a Scioli como líderes. Con todo, también cabe mencionar que aquella
elección sucedía un año después del conflicto con el campo y con una crisis
internacional que había paralizado el crecimiento. Y, también hay que recordar,
aunque resulte menor ante semejantes avatares, Nuevo Encuentro (hoy
decididamente dentro del gobierno), con Sabbatella a la cabeza, le había
“robado” unos 6 puntos que en ese momento hubieran significado vencer a De
Narváez si es que la ciencia política permitiera hacer aritmética rápida.
Pero en 2013 la economía crece a casi el 5% y
no ha habido ningún conflicto que siquiera se le parezca a aquel que tuvo en
vilo al país en el año 2008. Esto obliga a buscar otras variables externas y
creo que sin caer en una anacrónica lectura acerca del modo en que influyen los
medios en la sociedad, es preciso afirmar que el cambio de estrategia del grupo
Clarín esta vez sí afectó el caudal electoral del kirchnerismo. Insisto, con
esto no quiero decir que el electorado sea presa pasiva de los dictados del
marketing mediático pues, de hecho, las corporaciones periodísticas estuvieron
contra el gobierno desde 2007 y en 2011 recibieron una paliza electoralmente
hablando. Pero el factor Lanata ha sido decisivo en varios aspectos: en primer
lugar, se dejó de lado la disputa entre periodismo militante y periodismo
independiente para realizar un enfrentamiento abierto en el barro. Me refiero a
que Lanata pocas veces reivindica su rol de periodista pulcro. Más bien, en sus
raptos de honestidad, reconoce su carácter destructivo sin pretensión de asumir
un escalón moral superior al resto. En esta línea, el discurso de Lanata no es el
de alguien que busca reivindicar la profesión sino el de aquel que pretende que
el discurso opuesto, el de la política, vuelva a caer en el descrédito. Claro
que este “efecto Lanata” no podría entenderse sin el potencial reproductivo de
las diferentes bocas de expendio de noticias del grupo Clarín, pues Lanata
siempre ha hecho más o menos lo mismo: lo que ha cambiado es la maquinaria
publicitaria que tiene detrás. Tal maquinaria también ha colonizado los medios
alternativos que en un principio estaban en manos de la militancia kirchnerista
como espacio contra-hegemónico. Me refiero a la redes sociales y considero que
sin este tándem “Lanata mascarón de proa más control de tendencias en redes
sociales” no podría explicarse la enorme capacidad de movilización que tuvieron
algunos de los cacerolazos que se hicieron durante el último año.
Como variables ajenas al gobierno y sobre las
cuales resultaría difícil encontrar alguna responsabilidad yo agregaría el
natural desgaste y una suerte de espantosa comprobación de la desmemoria
selectiva de la naturaleza humana. Me refiero a que una buena cantidad de los
votos perdidos se explica por una franja de la sociedad que hace 10 años no
tenía trabajo y ahora vota a opositores porque cobra más de 10000 pesos y debe
pagar ganancias.
¿Pero qué ha pasado con las variables
dependientes del kirchnerismo, o, mejor
dicho, cuáles han sido los errores que cometió el gobierno para llegar a esta
situación? Digamos que tales errores son más fáciles de reconocer con “el
diario del lunes” y que no se encuentran en la lista de aquellas cosas que la
oposición le pide al gobierno que cambie. No es ni la inflación, ni la
inseguridad, dos aspectos indeseables que existen pero que ya existían cuando
el gobierno obtuvo el 54%. En cuanto a la inflación, las paritarias siguen
cerrándose por encima de los índices que dan los privados y durante el primer
semestre el acuerdo de precios logró poner un freno coyuntural. Le queda al
gobierno, claro está, intentar reducirla apuntando a los formadores de precios.
El tema de la inseguridad, por su parte, no parece haberse agudizado más allá
de que seguramente todos hemos sufrido o tenemos un conocido que directa o
indirectamente ha sido víctima de algún atentado contra su propiedad.
La restricción a la compra de dólares, en
cambio, es una medida que no estaba presente en 2011 y que ha generado un mal
humor desproporcionado en cierta clase media y que el gobierno no ha sabido
resolver por torpezas logísticas y comunicacionales. En otras palabras, una
medida económica de necesidad acaba siendo deslegitimada por un sistema que, en
lo que refiere a la compra de moneda extranjera para viajar al exterior, por
ejemplo, supone un maltrato injustificado: hasta una semana antes de viajar el contribuyente
no sabe cuánto dinero se le dará y aun dentro de la semana en que le es
permitido pedir el dinero a la AFIP el sistema deniega solicitudes sin
explicación alguna, lo cual promueve la sensación de discrecionalidad. ¿El
kirchnerismo ha perdido votos por ese pequeño porcentaje de clase media que
quiere viajar al exterior? No, pero generar un mal humor gratuito no ayuda.
Otro elemento “novedoso” fue el accidente de
Once, algo que golpeó de lleno al votante popular y que obligó al gobierno, en
silencio, a revisar, quizás, el área en la que más problemas y errores cometió
en 10 años: el transporte. Con la administración Randazzo las cosas parecen
haber cambiado pero aquel accidente resuena todos los días en el espíritu de
los miles que viajan en pésimas condiciones en la zona metropolitana. En cuanto
a la ruptura con Moyano, otra novedad de los últimos años, considero que ha
dañado mucho más al camionero que hoy junto a su hijo se transforman en una
caricatura de sí mismos sentados en el diván de La Nación para hablar de “zurdos” y “montos”.
Después podría
pensarse si Insaurralde ha sido el candidato adecuado para enfrentar a Massa.
No se trata, claro está, de echar culpas, pero no deja de sorprender que para
enfrentar a Massa se haya elegido alguien con un perfil similar al del
intendente de Tigre, esto es, un intendente joven con un discurso proactivo y
no confrontativo diferente al del kirchnerismo de paladar negro. Asimismo, la
campaña pareció basarse en lo hecho sin especificar demasiado propuestas de futuro.
Tal decisión puede estar justificada en que el kirchnerismo ya tiene bastantes
credenciales como para que no le haga falta prometer nada. Sin embargo, también
puede que la ciudadanía desee saber qué va a hacer el gobierno en estos
próximos dos años.
Por último,
algo que no se mencionó demasiado, han sido los errores en el armado
territorial. Con esto no me refiero a las broncas que siempre quedan cada vez
que se arma una lista, sino al modo en que la decisión de la postulación de
Massa tomó por sorpresa a muchos intendentes al punto que varios votantes de la
provincia de Buenos Aires cuyo vínculo con la política se realiza a través del
referente barrial, creen que votar a Massa es votar al kirchnerismo.
Probablemente
existan otros elementos que expliquen la pérdida de votos del Frente para la
Victoria y todos los mencionados hayan aportado su granito de arena en mayor o
menor medida pero el kirchnerismo debe asumir que la ciudadanía tiene hoy un
alto grado de exigencia, algo que sólo puede ser explicado por las conquistas
que impulsó y logró el propio kirchnerismo. Esto significa que al gobierno no
le va a alcanzar con todo lo hecho porque lo logrado pasó a estar naturalizado
y se ha internalizado como un derecho que, encima, en algunos casos, es visto como
una conquista por mérito personal. Además, la advertencia de que esto puede
cambiar y que hay quienes quieren un retroceso puede no ser suficiente porque
hay nuevas generaciones para las que el 2001 es sólo un recuerdo de una foto en
la escuela primaria. Es ingrato, pero es así: muchas veces el voto no se decide
por el balance de una década sino por la bronca del día de ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario