En los
tratados de demonología europeos durante la Edad Media se mencionaba a unos
espíritus que tenían capacidad de adoptar formas femeninas y/o masculinas para
aprovecharse de los seres humanos mientras dormían. Si bien casi siempre se los
vinculaba a actividades sexuales, también eran acusados de robar el aliento y
generar opresión en el pecho. Cuando estos espíritus se interesaban por un
varón adoptaban el cuerpo de una hermosa doncella y se los denominaba súcubos;
cuando, en cambio, intentaban poseer a una mujer, estos espíritus se
masculinizaban y se los llamaba íncubos. Es más, algunos investigadores afirmaban
que cuando estos espíritus deseaban embarazar a una mujer primero adoptaban una
forma femenina para copular con un varón y extraer el semen que luego
utilizarían, ya en forma de íncubo, con la elegida. Eso sí: dado que solía
pasar un lapso importante de tiempo entre su copulación en tanto súcubo y su
copulación en tanto íncubo, era fácil reconocerlos pues su pene y su semen eran
fríos.
Con la
universalización del voto estos espíritus fueron utilizados por partidos y
corporaciones no sólo para explicar manchas en sábanas y poluciones nocturnas
sino para robar voluntades cerca de cada elección posándose en el pecho de la
víctima durante los momentos de sueño profundo. Si bien eran algo toscos al
principio y su accionar dejaba una sensación de angustia, molestia toráxica,
sed y nudos en la garganta, con los siglos su accionar se ha perfeccionado
hasta transformarlos en imperceptibles y se dice que varios presidentes en
Argentina han tenido íncubos de su lado.
Por qué estos seres actúan sobre algunas personas y no sobre otras se desconoce
pero está claro que su patrón de belleza debe ser amplio y que no discriminan
por clase social ni formación, lo cual echa por tierra el mito de que estos
espíritus atacan sólo a los pobres y los analfabetos. Con todo, se sabe que los
atrae la luz y tienen cierta predilección por aquellas personas que duermen con
la televisión prendida.
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