La lluvia
excepcional que se cobró decenas de vidas entre provincia de Buenos Aires y
Capital Federal ha sido el epicentro de la política argentina en la última
semana. Primero el énfasis estuvo puesto en Mauricio Macri y sus continuas
salidas vacacionales algo que bien podría haberse pasado por alto si los
protocolos sobre inundaciones y los tan renombrados “equipos de gestión”
funcionasen como corresponden, algo que, claro está, debería suceder aun en
ausencia del Jefe de Gobierno.
Pero la
magnitud de lo sucedido en La Plata desvió la atención hacia el intendente
Bruera y hacia Scioli, cuando no también, al gobierno nacional. Existen
numerosos artículos y opiniones muy elocuentes respecto a las responsabilidades
en torno a lo sucedido y aunque no me interesa indagar en ellas, bien cabe
mencionar el retraso en las obras de la ciudad, la subejecución del presupuesto
en el área de infraestructura pluvial y el nunca encarado debate acerca del
modo en que el negocio inmobiliario avanza casquivanamente atentando contra
zonas que nunca se habían inundado. En lo que respecta a La Plata no parecen
tan claros los defectos de gestión en obras capaces de hacer frente a un
fenómeno de cambio climático evidente como sí lo marcan los antecedentes
inmediatos de la ciudad pero hay quienes afirman que la intendencia desoyó advertencias en cuanto a la necesidad del
mantenimiento de los sumideros y los desagües además del freno al Plan Maestro
Hidráulico.
Dicho esto,
quisiera proponerles un experimento mental que puede pecar de demasiado
abstracto pero que puede servir para comprender el modo en que nuestra cultura
se posiciona frente a un desastre
natural como el sucedido. Lo haré no sin antes aclarar que este experimento no
intenta eximir de responsabilidades a los gobiernos de las jurisdicciones que
se vieron afectadas por este desastre que tocó vivir hace unos días. Lejos de
ello, insisto, creo que existen responsabilidades políticas que el tiempo, y
quizás la justicia, deberá evaluar. Pero supongamos que se diese la siguiente
situación. En un futuro lejano llegan al poder una casta de políticos ideales
que tomando en cuenta los antecedentes y las advertencias se reúnen con
especialistas también ideales y resuelven realizar todas las obras de
infraestructura que resultan necesarias. Es más, dado que son políticos tan
ideales, son también muy precavidos y, por cualquier eventualidad, no sólo
realizan las obras necesarias sino otras que permitan enfrentar situaciones
híper excepcionales. Pasan los años y las obras responden holgadamente ante la
demanda de las lluvias abundantes, hasta que un día, una particular conjunción
de fenómenos naturales, deriva en una lluvia sin precedentes que supera todas
las previsiones con consecuencias nefastas entre las que se incluyen pérdidas
de vidas y de bienes materiales.
¿Qué sucedería
en esa situación? ¿Usted cree que la opinión pública y los medios de
comunicación resaltarían que estos gobiernos ideales realizaron todas las obras
pertinentes? ¿O más bien, seguramente, acusarán a la dirigencia política ideal
de ladrones, corruptos, desaprensivos e inútiles? Vuelvo a repetirlo. No estoy diciendo que lo
sucedido en La Plata y en Buenos Aires exima de responsabilidades políticas a
esas gestiones. Simplemente quiero profundizar, a partir de este experimento,
en una matriz de pensamiento ni siquiera argentina, sino, yo diría, occidental,
que no puede tolerar la posibilidad de un hecho que no tenga responsables
(políticos). En otras palabras, y de aquí el título de la nota, aquel dicho italiano
famoso que se traduce “Llueve. ¡Gobierno ladrón!” resume maravillosamente el
modo en que muchas veces, la necesidad de hallar responsables de todo, hace que
acusemos a los gobiernos de cualquier cosa que suceda. Para entender el origen
de esta lógica hay que remontarse al modo en que ya Aristóteles establecía que todos
los efectos tienen una causa y luego atravesar la revolución científica de la
modernidad por la cual se deja de lado la mirada especulativa sobre la naturaleza
para entender que el progreso de la humanidad es posible sólo a través de la
dominación de un entorno muchas veces hostil para el Hombre. Pero el cuadro
conceptual no puede cerrarse sin mencionar el clásico discurso antipolítica
proveniente de los medios de comunicación y representativo de una importante
cantidad de ciudadanos. Porque no alcanza con noticiar el desastre. Se necesita
además insuflarle al relato periodístico el sentimiento de indignación pues un
Estado presente que resuelve los problemas de los vecinos no “vende” tanto como
la noticia de la solidaridad entendida como aquello opuesto a la política.
Asimismo, siempre es mucho más interesante mediáticamente la exacerbación
amarillista de testimonios e historias de vida en primera persona que mencionar
los números “fríos” de un Estado que pueda estar presente antes, durante y
después (si es que esto sucediera, claro está).
Con esta
pretendida reflexión, espero que quede claro, no le estoy exigiendo nada a los
damnificados cuya condición exime de cualquier pedido. Sí les exijo a aquellos
que tienen responsabilidad frente a la opinión pública el esfuerzo por incluir
en los diagnósticos la quizás, por ahora, remota posibilidad de que en algún
momento pudiera suceder un fenómeno natural sobre el cual no hubiera ningún
responsable político ni humano (ni trascendente). Simplemente un episodio
explicable en términos físicos donde no interviene ninguna voluntad y que
resulta imposible de enfrentar. Un episodio donde nadie tenga la culpa y donde
solamente se pueda maldecir a la puta lluvia e insultar al aire mientras
aquellos que tienen la suerte de no haber sido afectados comienzan a
organizarse para ayudar a los desahuciados. En otras palabras, entiendo que
genera una profunda angustia no tener a quién echar culpas (en general) y no
tener a qué político castigar en particular, pero podría darse un caso el día
de mañana en que así sucediera y simplemente haya que dedicarse a reconstruir
lo perdido. Es una afrenta espantosa hacia el Hombre que tras siglos de
civilización estemos todavía expuestos a fenómenos naturales que pueden acabar
con todo. Es, además, una profunda herida narcisista observarnos
insignificantes ante un fenómeno tan banal como una lluvia. Pero es así y puede
seguir siéndolo aun cuando se tomen todos los recaudos y nuestros gobernantes
sean semidioses. Por ello, sin desatender cómo muchas veces el propio progreso
humano genera transformaciones en el clima capaces de destruir lo más preciado,
habrá que aceptar que no se puede dominar todo y que si bien la civilización ha
dado pasos enormes frente a las dificultades que plantea vivir en el planeta,
hay fenómenos que no puede controlar.
(Cuentan que
en un futuro ideal, reconociendo la pequeñez de lo humano, un insignificante
como cualquiera de nosotros notará que piove
y que de ahí no se sigue que haya un governo ladro. Se dará cuenta así que
puede darse que lo único que suceda es, simplemente, que piove y piove y que,
aunque no le guste, puede ser que nadie tenga la culpa).
Por ahí alguien dijo algo parecido a esto: "Hagas lo que hagas en vida el largo de tu cortejo fúnebre dependerá del clima"
ResponderEliminarInteresante el ejercicio Dante. La duda que viene enseguida a mi cabeza es: Entonces, ¿Qué pesa más a la hora de tomar decisiones como ciudadano, como animal social? ¿El paradigma interpretativo?, en donde la realidad está sostenida a través del discurso, del texto, del diálogo, ¿O el paradigma funcionalista?, en donde la realidad simplemente es y es, valga la redundancia, anterior a la interpretación?. Te mando un abrazo y espero que se abra un debate interesante a partir de este artículo.
ResponderEliminarInteresante, como siempre tu reflexión. Puedo aportar que definitivamente "es" parte de la cultura, por lo menos capitalista, buscar "quién fue", en los ámbitos de trabajo, en la escuela, en los hogares. Parece ser más importante encontrar el o los responsables que la causa (justamente para, ahí sí, indagar sobre las posibilidades de evitar, minimizar o saber cómo responder eficientemente frente al hecho.
ResponderEliminarAl margen de ésta opinión, la concentración de poder que intenta sostener el multimedio y con ello la utilización por parte de interesados políticos afines a ese pensamiento, ha desvirtuado tanto la labor periodística que realmente me he vuelto una especie de cínica.
Entendí el punto y para variar acuerdo. Me gustó la mayúscula en Hombre...y la real verdad es que nunca podrá "controlar" a la naturaleza.
ResponderEliminarMe encanta como escribis dante y concuerdo en que la cantidad de lluvia hubiera superado cualquier recaudo, pero muchas grandes ciudades del pais siguen teniendo sistemas cloacales de hace 50 años y a lo mejor con otras obras no se hubiera podido evitar la tragedia, pero atenuarla hubiera sido importante.
ResponderEliminarCon respecto al trato mediático, el oportunismo de estos no sorprende a nadie. Cabe aclarar que fue mal tratado tanto por los medios hegemonicos como por los de visión "oficialista", ( teniendo en cuenta los sucesos de La Plata, de Capital Federal y también los de Santa Fe)
No sé, si contestas los comentarios, pero tengo que felicitarte por tus aportes en 678, y eso que no concuerdo, en general, con la forma de comunicar del gobierno nacional, pero es bueno que intentes ser imparcial en cuanto se analiza los medios.
Saludos desde Rosario
Me parece que ya es hora de darnos cuenta de 2 cosas.
ResponderEliminar1) No nos gobiernan los políticos sino el sistema monetario.
2) Los políticos no resuelven problemas, gestionan su solución pero es la tecnología la que los soluciona.
Me resultó interesante el ejercicio que planteaste, porque yo me planteé que por más que no sean políticos, deben haber culpables (je!), y ya que los políticos son perfectos y que no los puedo culpar, entonces a quién? Y ahí es cuando voy a las capas más profundas que rigen a la sociedad, y me encuentro con la corpotocrasia, sinónimo de sistema monetario, sinónimo de barbarie, verdadero culpable de que a pesar de toda la tecnología existente con la cual podríamos usar los recursos del planeta sin hacerlo mierda, lo seguimos haciendo en pos de beneficios económicos.
Es más que obvio que así vamos a producir cambios climáticos que nos van a perjudicar, además de que el sistema monetario mismo impide que la tecnología sea aprovechada en ciudades modernas, sino tranquilamente podríamos vivir en ciudades futuristas que la mayoría ni se imagina.
Siempre podría ocurrir un fenómeno natural que nos supere de todas formas, por supuesto, pero antes de imaginar un futuro con políticos perfectos, prefiero imaginar un futuro donde no le demos valor a papelitos pintados de verde, si fuese así no necesitaríamos ni políticos, ni fronteras, entre otras tantas cosas.
Y bue, al final no sé si culpar a la corpotocrasia o a la misma codicia y ambición del ser humano, y a su instinto primitivo de no conformarse con nada y por ello no darse cuenta que está cavando su propia tumba.
Dante, realmente a veces me pareces un tipo inteligentisimo y capaz y otras (lamentablemente muchas ultimamente) llego a pensar que la Filosofia que empleas se parece cada vez mas a zapatos de goma.
ResponderEliminarMacri es malo, Scioli y Bruera mas o menos, pero en definitiva la gente es una mierda, Brillante Analisis, segui desaznandonos a nosotros, pobres boludos que no entendemos nada.
Gracias a todos los que comentan. Los leo siempre y me ayudan mucho. Besos y abrazos. Dante
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