La carta que
la presidenta CFK envió al actor Ricardo Darín como modo de respuesta al
interrogante público que éste había planteado acerca del origen del patrimonio
millonario de la familia Kirchner, generó un revuelo propio de los tiempos
estivales en los que las noticias de relevancia son llevadas a un segundo plano
en detrimento de informes en los que nunca faltan glúteos turgentes ni agua
salada.
Como ocurre cada vez más a menudo, las redes
sociales y, en especial twitter, replicaron la agenda de los medios
tradicionales y pusieron a millones de argentinos a debatir a partir de dos
slogans en forma de lo que en la jerga se conoce como hashtag: #TodosConDarin y #RicardoClarin. Se sigue de esto que no
había demasiado lugar para los matices. Los kirchneristas utilizaron
ingeniosamente la sonoridad del apellido del protagonista de Nueve Reinas para vincularlo con los
intereses que están detrás de la amplificación de sus declaraciones. Por su
parte, los antikirchneristas salieron a hacer causa común con Darín buscando
también una polarización pues de lo que se trata es de sumar adeptos como sea aunque
esto no genere más que un conato de Armada Brancaleone.
La carta abunda en tópicos habituales de los
discursos que CFK transmite desde su atril: la crítica a la cobertura de los
medios (que en este caso le sirvió, de paso, para denostar a Daniel Scioli,
quien a pesar de gozar de una cuantiosa fortuna no es tapa de ningún diario);
una aclaración respecto a ese cliché que confunde “reconciliación” con “acuerdo
de impunidad” e incluso algún párrafo acerca de la etimología del término
“tolerar”. No faltó la mención a la libertad de prensa, latiguillo de
periodistas opositores y claques de la oposición, y, en forma irónica, una
posdata en la que se quiere mostrar a un Darín comprometido con el modelo
existente hasta el año 2003.
Pero dado que
estos aspectos no son novedosos me gustaría profundizar en otros puntos que se
siguen de esta carta. El primero de ellos, para seguir el orden expositivo,
aparece como emergente del contenido de la misma. Se trata de aquel párrafo en
el que CFK le recuerda a Darín aquel inolvidable caso de la camioneta ingresada
al país con una franquicia especial para discapacitados. En aquel momento,
1991, la justicia actuó y procesó al actor pero los tiempos se alargaron y la
causa prescribió. Sin embargo, la presidenta le recuerda que los jueces
aclararon que “debe descartarse bajo todo punto de vista la buena fe de la
compra” y que el actor “tuvo una actitud claramente responsable”.
En lo que a esta nota compete, el caso de la
camioneta y la culpabilidad de Darín al respecto es un elemento secundario pero
es el dato que permite reflexionar acerca del costo de la intervención pública
y de la enquistada imagen del sentido común que traza un hiato insalvable entre
ciudadanos comunes y dirigentes políticos. Dicho de otro modo, CFK le advierte
a Darín que si se decide levantar el dedo e inmiscuirse en asuntos públicos, es
mejor no andar flojo de papeles. Lo dice, me da la sensación, más como
ciudadana que como presidenta en una reacción humana, demasiado humana pero
también política, demasiado política. Pues si no pareciese que los únicos que
tienen obligaciones ciudadanas son los funcionarios. En otras palabras, lo que
creo que debe seguirse de la referencia que hizo la presidenta al caso del
contrabando de la camioneta es que ciudadanos somos todos y cada uno desde su
lugar debe realizar su aporte. No olvidemos que la clase política argentina y
mundial no es producto de la generación espontánea y refleja simplemente lo que
es cada una de las sociedades. En esta línea, es verdad que “desde arriba” hay
que dar el ejemplo porque la labor de gobernar también es educativa pero la
lógica especular va para un lado y para el otro: la sociedad es en parte
determinada por quienes la gobiernan pero también la dirigencia política es
reflejo de la sociedad de la que emana. De aquí que hasta ahora no se conozca
ninguna república de ángeles gobernada por demonios.
Por otra parte, en la respuesta presidencial no
veo ninguna amenaza como quieren insólitamente instalar aquellos que afirman
que cada vez que un ciudadano común interviene, el gobierno nacional le manda
la AFIP. Aquí no apareció ninguna AFIP y, en todo caso, la AFIP se transforma
en amenaza cuando se están evadiendo impuestos, es decir, cuando se está
estafando a los 40 millones de argentinos. En todo caso, si quieren preguntar,
quieran también escuchar la respuesta. Si quieren intervenir, bánquense también
las intervenciones ajenas.
Y ya que hablamos de intervenciones, los otros
aspectos que se siguen de esta carta no refieren a su contenido sino,
justamente, al tipo de intervención pública que supone. En otras palabras, es
inédito observar en la Argentina a un primer mandatario que utiliza Twitter y
Facebook para enviar mensajes aunque es de esperar que esto sea cada vez más
común. Sin dudas, a diferencia de un diálogo cara a cara, este tipo de
intervenciones impide el intercambio y la repregunta pero es un canal más para
comunicar con un fuerte alcance y replique. En todo caso, una cuestión más
interesante y compleja es preguntarse si la presidenta en tanto tal debe responderle
a un actor un interrogante que está saldado en la justicia y que ocupa la
primera plana porque Darín está dando reportajes para publicitar su nueva
película y porque el periodista que lo entrevista desvía la conversación hacia
el terreno político que le permita alcanzar el título deseado. Creo en este
punto que puede haber buenas argumentaciones a favor y en contra. Por un lado,
la investidura de por sí plantea ya un status de desigualdad por el cual en
este caso el ciudadano Darín, lleva las de perder. Quizás justamente por ello no
sería descabellado suponer que algún asesor de CFK le hubiera recomendado no
responder pues la condición de debilidad del respondido hará que la opinión
pública tome partido por éste aun cuando sus razones fueran pobres.
Sin embargo, también podría verse desde otra
perspectiva e indicar que una presidenta, o un funcionario, tiene todo el
derecho a responderle a quien quiera si se siente agraviado o simplemente, si
un ciudadano así lo requiere. Asimismo, en este caso puntual, dado que el tema
en cuestión (el origen de la fortuna de la presidenta) es un tema de
sensibilidad pública, nadie podría oponerse a que CFK aclarase, una vez más,
que la justicia se ha expedido sobre el asunto y que su declaración jurada es
pública y de libre acceso.
Probablemente, aquellos interesados en los
tipos de discurso tengamos que seguir reflexionando acerca de estas formas de intervención
pública y de los nuevos modos de comunicar que tiene un funcionario. Mientras
tanto, y ya que tanto nos interesa lo público, sería deseable aprovechar el
contenido de la epístola e interpretarla como una suerte de “carta de
ciudadanía”, esto es, una invitación a asumir los derechos y las obligaciones
que supone formar parte del debate público. Hacer esto sin hipocresías puede
ayudar a que, de a poco, todos comencemos a ser mejores ciudadanos.
Me gusto mucho tu nota. Por un lado creo que ya se insiste demasiado en el tema, ya está, Cristina puso las cosas en su lugar y, como decís lo hace en su condición de ciudadana y también de Presidenta con obligación de aclarar sus cuentas. No creo sin embargo que a Darin se lo vea "como el más debil", sabes Querido Compañero que participo mucho de las redes sociales y sinceramente, la carta contó con un impresionante respaldo, que se hizo más solido cuando la hermana de Darín, representante de actores, salió a respaldar a los dos, negandose a usar la organización que los nuclea contra el Gobierno. En fin, que creo que Darín debe haber aprendido la lección...eso espero. Adriana Brennan (Lorena Cormick)
ResponderEliminar