La marcada
penetración de las redes sociales Facebook
y Twitter en la Argentina y el mundo,
hace que buena parte de los debates públicos hoy en día no puedan pensarse por
fuera de esa caja de resonancia vertiginosa e inmediata. En términos cuantitativos,
datos de 2012 indican que Facebook
cuenta con más de 18.000.000 de perfiles en nuestro país, ocupando el puesto 12
en el mundo en una red que ya está próxima a alcanzar los 1000.000.000 de
usuarios a nivel planetario, esto es, casi 4 veces la población de los países
que forman el MERCOSUR. Por su parte, Twitter
es menos masivo que Facebook pero ya
cuenta con más de 500.000.000 de usuarios en todo el mundo. De ese impactante
número, Argentina aporta 8.000.000 y se encuentra en el puesto 17 del ranking de
los países donde la red social tiene mayores adeptos.
El crecimiento
exponencial de usuarios y las transformaciones constantes que se van
produciendo en el mundo de las nuevas tecnologías hace muy difícil teorizar o
encontrar categorías que se mantengan más o menos estables para poder extraer
algunas conclusiones a futuro. Es por ello que, circunscriptos al más inmediato
“aquí y ahora”, la pregunta que guiará este artículo es ¿qué rol juegan las
redes sociales en el establecimiento de la agenda pública hoy? Mi hipótesis es
que la importancia de las redes sociales como generadoras de agenda propia se
encuentra sobredimensionado y que, hoy en día, las condiciones las siguen
estableciendo los medios tradicionales, en particular, la televisión.
Para apoyar
esto hay que confrontar con afirmaciones como la siguiente: “el auge de las
redes sociales con la explosión de voces diversas ha puesto en crisis al
periodismo tradicional y acabará reemplazando a la principales usinas de
información, en particular, los diarios de papel y luego la misma televisión”. Analicemos
tal enunciado pues contiene verdades a medias. Por un lado, sin duda, la
pluralidad de fuentes emisoras de información y opinión con una perspectiva
crítica sobre los enfoques y las noticias que ofrecen los medios tradicionales
es un fenómeno que se da en todo el mundo y tiende a minar ese espacio de semi-deidad
que poseía la voz del periodista. Con todo, en Argentina, la crisis del
periodismo se debió a su vez a un clima cultural inaugurado por la decisión de
un poder ejecutivo que quebró esa connivencia entre corporaciones periodísticas
y dirigencia política poniendo de manifiesto el modo en que esas corporaciones
de medios se transformaban en maquinarias de extorsión. Por otro lado, es
verdad que la venta de diarios en papel ha caído en todo el mundo pero sin duda
parecen exagerados los que marcan la fecha de defunción de los mismos en
tiempos cercanos. En Argentina, por ejemplo, el diario Clarín vende aproximadamente la mitad de ejemplares respecto de un
lustro atrás pero el diario La Nación
ha mantenido sus ventas. Por último, es notorio que, especialmente las nuevas
generaciones, hoy dedican una importante cantidad de horas frente a la pantalla
de la computadora y aunque los estudios realizados difieren bastante en sus
resultados se estima que al menos en Latinoamérica la mitad de los jóvenes pasa
un promedio de 4 horas por día frente a la computadora. Sin embargo, la
paradoja es que eso no disminuyó la cantidad de tiempo que se le dedica a la
televisión. De hecho, encuestas llevadas adelante por empresas privadas
vinculadas al negocio de la televisión por cable llegan a afirmar que los
argentinos tienen prendida la televisión un promedio de 6 horas diarias.
Aun tomando
“con pinzas” esos números, no resulta descabellado afirmar que el crecimiento
de las horas que cualquiera de nosotros pasa delante de una computadora no ha
disminuido el espacio que se le dedica a la televisión. Es más, asistimos a un
momento en que al menos las capas medias y altas con accesos irrestricto a
Internet y televisión por cable, mantienen prendida la televisión al tiempo que
navegan por Internet y responden SMS a través de su teléfono celular. La lógica
del reemplazo se transformó más bien en una lógica de la superposición. Así,
pasamos de un paradigma de la secuencialidad, en donde hacíamos “una cosa por
vez”, a un modelo de la simultaneidad en donde hacemos “todo a la vez”.
Ahora bien, la
pregunta inicial que funcionaba como base de estas breves reflexiones apuntaba
a indagar acerca del poder real que poseen las redes sociales para fijar la
agenda del debate público. Una visión, creo yo, apresurada, diría que sí y
tomaría ejemplos en los que los medios tradicionales acabaron siendo los
amplificadores de una noticia que “estalló” en blogs o a partir de un video en Youtube, etc. Incluso hay quienes afirman
que las revoluciones en el Norte de África se hicieron a través de Twitter y el sistema de mensajería del Blackberry. Al respecto, varias veces indiqué
que semejante afirmación subestima e indigna a quienes han puesto el cuerpo o
han pagado con la vida las furiosas represiones de esos regímenes. En este
sentido, los que creen que una revolución se puede hacer a través de la
innegable capacidad asociativa de las redes confunden voluntad transformadora
con mera aglomeración de individuos.
Hay, entonces,
otros más pesimistas, entre los que me encuentro, que serían, como mínimo,
escépticos respecto de esta potencia de las redes en la actualidad. Justamente
hace unos días, el diario Página 12
publicó una entrevista al investigador Silvio Waisbord donde éste habla de
Internet como un complejo proceso de desmediatización y remediatización. En
otras palabras, solemos repetir que Internet ha eliminado al mediador,
especialmente al pensar en el rol que ejercía el periodista cuando, sólo a
través de él, el referente podía llegar a la opinión pública. Sin embargo, hoy,
claramente, cualquier figura pública puede hablarle directamente a sus
seguidores. No obstante, concordando con lo dicho por Waisbord, no deja de ser
real que esa desmediatización da lugar a otra cadena de mediaciones mucho más
sutiles y despersonalizadas. Desde esta columna hace unos meses, justamente, en
ocasión del intento de imposición en el Congreso norteamericano de una serie de
leyes contra la piratería en Internet (la más conocida fue la denominada Ley
SOPA) decíamos que las consecuencias de tal decisión ponía de manifiesto que la
descentralidad rizomática y horizontal de Internet era sólo aparente porque una
ley dictada en Estados Unidos acababa afectando a todo el mundo pues las
principales empresas de servicios en Internet son estadounidenses. Así, un
habitante del norte argentino que decida abrir un blog para publicar sus poemas
en idioma qom deberá recurrir a un
dominio blogspot.com que depende de Google Inc., una empresa
estadounidense.
De la misma
manera que la propia web está centralizada, puede decirse que la gran mayoría
de los temas que ocupan espacio en las redes sociales son aquellos que imponen
los medios tradicionales, en especial los diarios, pero, por sobre todo la televisión.
Los primeros, marcando la agenda de las radios, y la segunda actualizando al
instante lo que no puede lograr la irremediable vetustez de un medio creado
para una sociedad en la que de un día para el otro no pasaban grandes cosas (en
realidad ahora tampoco pero nos hacer creer que sí). Además, por supuesto, la televisión
tiene su propia agenda de contenidos y las redes sociales funcionan como
amplificador de lo que allí sucede antes que como una suerte de contrapoder con
agenda propia. Sobre este punto dos pequeños comentarios más. El primero:
Waisbord afirma que el cibernauta es profundamente conservador en el sentido de
que suele visitar siempre las mismas páginas: algún diario con información
general, alguna revista deportiva, el buscador Google, las redes sociales y las casillas de email. En este
sentido, sólo el micromundo de los interesados en análisis de medios, los
cuales, a su vez, trabajamos en los medios, utilizan la web para hacer un paneo
de las diferentes líneas editoriales de cada medio; el ciudadano medio
generalmente hace en la web lo que generalmente hacía en el papel: lee el medio
con el que coincide ideológicamente. El segundo comentario: basta observar
quiénes son los twitteros más influyentes para notar hasta qué punto las redes
son dependientes especialmente de la televisión. Tomando en cuenta el ranking
realizado en www.enriqueansaldi.blogspot.com el 10
de junio de 2012, entre los 10 argentinos más influyentes hay 8 personajes de
la televisión: Jorge Rial; Ángel Brito; Connie Ansaldi; Alejandro Fantino;
Paula Chaves; Germán Paoloski; Mariano Iúdica y “Lali” Espósito.
Hay y habrá excepciones,
sin dudas, y es de esperar que las redes sociales cada vez vayan teniendo más
peso pero a no ponerse eufóricos twitteros y facebookeros amigos: la agenda
todavía la imponen los mismos de siempre.
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