sábado, 4 de febrero de 2023

¿Para qué ir a votar? (editorial del 4/2/23 en No estoy solo)

 El año en que Argentina deberá elegir gobierno no promete brindarnos demasiadas opciones para las discusiones de fondo. La distancia entre las elites gobernantes y el ciudadano común se hace más ostensible y quedan en evidencia cuando las agendas interpelan a pocos. La política, antes que el gobierno, es la que pierde la calle y la necesidad de movilización se canaliza a través del fútbol o la reivindicación puntual y fragmentaria de turno.

El gobierno, mal y tarde, trata de al menos exponer las tropelías de la Corte mientras busca convencer a la ciudadanía de que la inflación es responsabilidad del cuarteto vitalicio porque sus fallos favorecen a determinados sectores económicos. Sin embargo, siempre favorecieron a esos grupos económicos y hacía tres décadas que no teníamos inflación de casi tres dígitos. Se dice también que esta Corte, o en el formato que tenía durante el gobierno de CFK, fue central para poner límite a las iniciativas del gobierno popular y ese es un dato real. Sin embargo, aun con esa Corte, el kirchnerismo pudo avanzar muchísimo más que lo que ha avanzado el actual gobierno.

A esta agenda, los sectores más radicalizados dentro del gobierno, le agregan la “Batalla de Lago escondido” con gauchos paraoficiales y otra fauna. Sumemos que desde la campaña de 2019, muchos funcionarios parecen entender que la única discusión en términos de igualdad pasa por modificar la forma de hablar, y lo que tendremos es una sociedad apática y desentendida con referentes políticos aturdidos en su cámara de eco. No es solo un problema exclusivo del oficialismo, claro. Pues, ¿acaso ustedes creen que en las panaderías están discutiendo sobre Jones Huala? 

Lo cierto es que dentro del gobierno no lo van a aceptar, pero si éste tiene todavía alguna esperanza de ser competitivo, se debe a algún mérito propio y a una serie de circunstancias fortuitas.

El mérito está en haber logrado la estabilidad de la inflación. Es altísima y es imposible continuar con estos números sin que se generen desequilibrios pero lo cierto es que hay una tendencia a cierta estabilidad en un número cercano a 5% mensual con alguna levísima tendencia decreciente en el mediano plazo. En cualquier otro escenario no alcanzaría, pero en la Argentina todo es posible especialmente porque cada vez se vota más contra el adversario que a favor del candidato propio. Una sola cosa sabe el ciudadano medio: a quién no votará. El resto se verá. Especialmente en escenarios de balotaje, es el nivel de irritabilidad que genera el contrincante lo que corona presidentes.  

¿Cómo se logró la estabilidad? Al borde del abismo, Alberto delegó algo y el kirchnerismo dejó de obstruir y aceptó mirar para otro lado. Miedo mata prejuicios ideológicos y aventuras irresponsables.

Así, la muchachada se entretiene pidiendo por Milagro Sala, Alberto hace campaña sin tener votos, y el que gobierna es Massa, quien parece el candidato puesto aunque naturalmente no lo pueda decir hasta que el presidente decida dar un paso al costado. 

¿Pero dará efectivamente el paso al costado? En las últimas horas parece haber cedido y llamar a una mesa política donde se le dé espacio a los socios mayoritarios que lo pusieron en la presidencia. ¿Necesidad? ¿Cortina de humo? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que allí hay un problema porque, como alguna vez indicamos en este espacio, Alberto es el candidato del desacuerdo aunque se diga lo contrario. Con esto quiero decir que la única oportunidad para que él vuelva a ser candidato es una economía que continúe al menos así, sin explotar, más un escenario de empate al interior de la coalición de modo tal que ninguno de los actores pueda imponer su candidato. Sin acuerdo en torno a otra figura, el presidente es el candidato por descarte.

Si esto sucediese, cabe pensar qué intentará negociar el kirchnerismo en ese escenario. Para romper no hay espacio. De modo que, supongo, se buscará negociar una mayoría abrumadora en las listas a cambio de no putear en público al presidente. Veremos.   

Donde parece haber más esperanza para el oficialismo es en la provincia de Buenos Aires. Allí, una performance de Milei cerca de los 15 puntos llevaría los suficientes votos a su candidato como para darle a Kicillof su reelección dado que, como ustedes saben, allí no hay balotaje y alcanza 1 voto para ganar.

De modo que al día de hoy no parece del todo descabellado un escenario en el que el oficialismo pudiera ganar la provincia y perder la nacional en segunda vuelta. Allí hay muchas cuentas para hacer y muy curiosas, por cierto.

Pero también indicamos que había circunstancias fortuitas ajenas al gobierno más allá de sus méritos. Esto tiene que ver con el crecimiento de Milei, la interna opositora y el sistema electoral.

Es que tal como están las cosas planteadas hoy, es probable que la única esperanza del oficialismo esté en un triunfo en primera vuelta obteniendo un 40 con diferencia de 10. ¿Cómo es posible esto? Más allá de las encuestas que circulan, lo cierto es que, si la economía no explota, vale la pena aclararlo una y otra vez, es posible que el oficialismo unido pueda estar en un número cercano al 35%. Si Milei obtuviese los 20% que le dan algunas encuestas, es sensato imaginar que JxC no tenga mucho más que un 30% en la primera vuelta. De esta manera, el oficialismo no estaría tan lejos de la posibilidad de alcanzar un 40%. Con el candidato adecuado y algunos errores de la oposición, es una situación improbable pero no absolutamente imposible. De aquí que el gobierno debe, o bien hacer todo lo posible para mejorar su imagen, o bien hacer todo lo posible para que Milei siga creciendo. Es un riesgo, pues no sea cosa que crezca demasiado…. Pero ahí está la clave.

Siguiendo con las curiosidades, si JxC lleva un candidato “halcón” (Macri/Bullrich, etc.) obtendrá mejor resultado en primera vuelta que si llevase a la “paloma” Horacio. La razón es que un halcón le robaría votos a Milei. Sin embargo, no queda claro que los halcones ganen holgadamente en la segunda vuelta como sí podría hacerlo Rodríguez Larreta con una imagen negativa no tan fuerte. El problema es que, en primera vuelta, mucho voto ultra opositor elegiría a Milei antes que al Jefe de Gobierno. Entonces JxC tiene una opción ultra que es fuerte en primera vuelta pero más débil en la segunda, y una opción presuntamente moderada que es más débil en la primera vuelta pero fuerte en la segunda. ¿Cómo lo resolverán? Desconozco. Una interna puede ser feroz.

En el caso del gobierno, una interna en la que participe el presidente sería el final que coronaría un sinfín de errores de gestión y electorales. Dicho de otra manera, la única manera en la que podría haber internas en el FDT es para el caso de que el presidente se baje. Si eso no sucede, el presidente debería ser el candidato porque exponerse a una interna para perderla y sumir a la administración en el desgobierno desde agosto, sería suicida. Alguien dirá que fue el propio presidente el que llamó a las fuerzas de la coalición a participar en unas PASO. Es cierto. ¿Pero qué otra salida tenía? Perdido por perdido ante el dedo de CFK que tendría el pulgar hacia abajo, el presidente lleva a toda la coalición al borde del abismo. ¿Massa lo va a enfrentar en una PASO? ¿El ministro de economía contra el presidente? Inviable. ¿Quién entonces? ¿Un k duro contra él? ¿Cree el presidente que puede sacar más de los 25% que, pongamos, tendría un candidato que más o menos “fidelice” los votos de CFK? La respuesta es “no”. De modo que son jugadas de ajedrez de la política. Pero el presidente no puede ir a unas PASO. 

Volviendo al principio, para finalizar, no tengo otra cosa que ofrecer más que especulaciones de política electoral, las cuales pueden ser muy entretenidas para algunas personas. Dicho esto, no hay nada relevante ni estimulante ideológica o políticamente hablando. De hecho, notarán que hablé de coaliciones y no de proyectos porque en el fondo nadie proyecta nada.

Es que, como dijimos varias veces aquí, el péndulo de la política pareciera llevar a pensar que la versión presuntamente moderada de la oposición encarnada en Rodríguez Larreta, es la que llevaría las de ganar hoy. ¿Hay grandes diferencias entre las versiones presuntamente moderadas de ambos espacios? Eso no quiere decir que dé lo mismo votar a uno a otro, pero vuelvo a preguntar: ¿hay efectivamente allí dos modelos de país como de alguna manera se puede encontrar cuando oponemos la versión del kirchnerismo duro al macrismo? ¿Pasará el macrismo por un proceso de pasteurización como el que tuvo que pasar el kirchnerismo para ganar la elección? ¿Qué están representando las versiones ultras y moderadas de cada espacio? ¿En qué tendencias a nivel planetario podemos ubicar lo que aquí está ocurriendo?

Nada de esto será discutido y restan varios meses de insignificancias diarias en el que el carancherío de la política chiquita obtenga sus victorias pírricas al ritmo de lo que indican los asesores. Cada vez más distanciados de la política, los ciudadanos irán a votar, algunos con tedio y desencanto; otros por temor a lo que hay en frente.

El peor regalo que la Argentina tiene para darle a una democracia próxima a cumplir 40 años, es que los desaciertos de las clases dirigentes hacen que mucha gente vaya al cuarto oscuro con la sensación de que todo de la mismo y, lo que es peor: sin saber exactamente para qué.

      

 



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