1
El antiperonismo tardío te invita
a su primera proscripción. Pero si la primera de 18 años fue trágica, la
segunda se repite como farsa. He aquí entonces una especulación: los sectores
del antiperonismo más recalcitrante avanzaron hasta este lugar porque también
saben que en la práctica esto no tiene consecuencias inmediatas. Caso
contrario, es probable que el clima social los hubiera hecho, como mínimo,
tomar algunas precauciones.
2
Al mismo tiempo, hay que decirlo,
tocaron a CFK y el quilombo no se armó. No solo la tocaron. También le
gatillaron 2 veces en la cabeza y el quilombo tampoco se armó. Falló la
performatividad del lenguaje. Dijimos “quilombo” y no se armó. Pareciera que el
quilombo, además de decirse, debe hacerse. Con todo, digamos que
afortunadamente “nomeolvides” entra en 140 caracteres. Por cierto: 2022 no es 2010: la Argentina de Alberto y
CFK perseguida no es la del bicentenario. De la Argentina proyectada de la CFK
de 2010 a la Argentina transcurrida de Alberto y la Argentina recordada de la
CFK de 2022.
3
A nadie le importa lo que diga la
justicia. Los culpables y las víctimas ya están determinadas de antemano.
Además juegan de fondo aquí dos ideas bastante extendidas que a veces son
compatibles y a veces no: el denunciante siempre tiene la razón porque así lo
reza el mantra del empoderamiento que estimula tanto la derecha liberal como la
izquierda; y el poder judicial está corrompido porque revestido de poder
republicano solo expresa los intereses del poder real contra las mayorías.
Los que forman parte del sistema
judicial tampoco están interesados en la justicia. Para el fiscal Luciani la
idea de asociación ilícita contra CFK (acusación que finalmente no prosperó) no
tenía que ver con los hechos. No se necesitan pruebas para aseverar ello. Es
que el fiscal solo quería decir que “el otro”, aquel espacio que él no votaría,
es una “banda de delincuentes”; el otro es malo. La política deviene moral. Los
salierys de Carrió entran a escena. El pueblo se cagará de hambre pero
moralmente. El peronismo, en cambio, es una asociación ilícita que incluye
desde su líder a sus votantes. “Nadie es peronista gratis”; se es peronista
porque se obtiene un beneficio espurio. Nosotros somos distintos, claro.
4
El escándalo del viaje a Lago
escondido es escandaloso porque es banal y no porque sea parte de una
confabulación; es escandaloso además porque es una acción trivial habitual y no
excepcional. No hace falta ningún cónclave para confabular. Lo dice uno de los
chats. Los confabuladores confabulan donde quieren. Aquí hay solo exhibición de
la promiscuidad y de la vulgaridad. Van porque les pagan unos hoteles caros y
lindos, buena comida y unas excursiones. Nada menos pero nada más. Son eso
(también). Lo hacen siempre con impunidad. Solo que esta vez alguien interesado
en que se filtrara lo filtró. Algo de la propia medicina, dicen. Filtración del
mal frente a las filtraciones del bien que filtra Majul.
5
CFK está podrida. Ya lo estaba en
2015 cuando terminó su mandato y lo está ahora más después de cargar sobre sus
espaldas con ser la responsable de elegir a un presidente que no ha hecho una
buena gestión. Agreguemos a ello dos puntos. El primero, el ya mencionado episodio
de un grupo de lúmpenes descerebrados a punto de volarle la cabeza. El segundo:
el avance de las causas judiciales que, se suponían, en un gobierno “propio”
debían cesar. Frente a ello el albertismo decidió ser el espectador de la
autodepuración que no llegó. Es que si hay mafia no hay autodepuración salvo
que haya una mafia del bien. Para alguien que en 2015 fue despedida con una
plaza llena y cuya única motivación podía ser el reconocimiento de la historia,
de la cual se espera ahora la absolución, es un golpe al narcisismo.
Si CFK fue candidata en 2017 lo
hizo para ordenar la tropa propia y acabar con las tentaciones acuerdistas de
quienes decían reivindicar al peronismo mientras negociaban con el macrismo; si
fue candidata en 2019 fue solo para vencer a Macri y para que no queden dudas
de que los kirchneristas debían votar a Massa y a Alberto Fernández, quienes no
habían ahorrado demostraciones de todos los lugares comunes del
antikirchnerismo más burdo. ¿Para qué ser candidata a presidente en 2023? ¿Para
ir al frente y exponerse a perder en un balotaje pagando los platos rotos de
una gestión a la cual se refiere en tercera persona? ¿Para qué ser candidata a
vice en 2023? ¿Para volver a avalar a alguien que hará un gobierno que puede
volver a darle la espalda? ¿Para qué ser candidata a senadora en la provincia
de Buenos Aires? ¿Para ganar la provincia y llevar al kirchnerismo allí ante
una eventual derrota a nivel nacional? Esta última opción no es despreciable
pero es razonable pensar que CFK es una persona capaz de decir “muchachos y
muchachas… no es que haya devenido una leona herbívora pero ahora el cuerpo
pónganlo ustedes”.
6
El odio ordena. Por eso la
persecución pública de Luciani en modo cadena nacional ordenó políticamente al
oficialismo y encolumnó a todo el peronismo detrás de ella, incluso a quienes
no la soportan; y la aparición de Massa en el ministerio ordenó
administrativamente al gobierno. Ambos movimientos que se dieron casualmente
casi en simultáneo aumentaron las expectativas electorales de la actual
administración que hoy entiende que hay 2023. Difícil, pero hay.
Sin embargo la candidatura de CFK
que algunos daban por hecho se desvanece en el aire y ha dejado al oficialismo
en estado de shock. Ella no quiere la papa caliente; Massa dice no quererla
tampoco; Alberto la quiere pero nadie desea dársela; los gobernadores no tienen
espalda ni para llegar a la verdulería.
La oposición tampoco sabe bien
qué hacer porque su orden depende de poder subir al ring a CFK. Sin retador
deseado los golpes pueden volver contra ellos mismos. Los payasos de siempre
dirán entonces que se trata de una estrategia de CFK. No sabemos si lo dicen
porque lo creen o porque es lo único que saben decir. Especulamos aquí también
que pueden ser las dos cosas.
7
El candidato es el proyecto
cuando no está CFK. Si está CFK el candidato es ella y no el proyecto. Eso ya
fue un problema cuando en 2015 una mayoría escasa se acercó a votar a Macri, es
decir, se acercó a votar cualquier cosa menos el proyecto. Sin CFK como
candidata, aun cuando podemos especular con que tendrá un rol central en las
decisiones del armado electoral, el problema del oficialismo es que tiene que
salir a mostrar que además de una suma de espacios es un proyecto. Es
importante el “Quién” y es muchas veces determinante. Pero ante la inédita
situación de un oficialismo sin CFK y sin candidato puesto, es necesario,
además del “Quién”, el “Hacia dónde” y, sobre todo, el “Para qué”.
Los culpables y las víctimas ya están determinadas de antemano.
ResponderEliminarA nadie le importa lo que diga la justicia.
Y si los jueces no dicen lo que el poder quiere, les hacen escraches y juicio político para que sirvan de ejemplo a los otros.