domingo, 17 de abril de 2022

Todas las bofetadas de Wil Smith (publicado el 14/4/22 en www.disidentia.com)

 

A días de una de las bofetadas más reproducida de todos los tiempos, el episodio que tuvo como protagonista a Will Smith, Chris Rock y Jada Pinckett, mujer del primero, amenaza con transformarse en uno de los más sobreinterpretados del mundo contemporáneo. Acostumbrados a darle un marco teórico a todo, incluso a aquello que muchas veces no lo necesita, la multiplicidad de enfoques que tuvo la agresión no deja de sorprender.

Efectivamente, mientras los protagonistas se convertían en memes, gifs y stickers para dar la vuelta al mundo, todos creemos tener algo para decir y alguna conclusión moral para sacar como si la existencia de las redes sociales hubiera convertido la libertad de expresión en una obligación de opinar. Lo cierto es que las consecuencias ya se hacen sentir y mientras los proyectos de Will Smith se cancelan y/o postergan, los comediantes, especialmente los “standuperos”, temen que la repudiable actitud del protagonista de Hombres de negro se imite y comiencen a sucederse agresiones de parte de cualquier integrante del público que se sienta ofendido por un chiste.

Si bien no lo desarrollaremos aquí, la cuestión de los límites del humor fue uno de los temas que estuvo en la agenda y allí la pregunta sería: ¿puede tomarse como límite para hacer humor el hecho subjetivo de que alguien se sienta ofendido? El humorista británico, Ricky Gervais, reconocido por The Office o After Life, entre otras exitosas series, tiene una respuesta para ello: “El hecho de que estés ofendido no significa que tengas razón”. Con todo, parece razonable preguntarse por el hecho de si se puede considerar humor burlarse de la enfermedad de otro. Si la respuesta fuera afirmativa, ¿deberíamos extender ese límite a la lotería natural? Esto es, ¿debería dejar de hacerse humor sobre características particulares de las personas como ser tener una nariz grande, ser flacos, gordos, pelados, petisos, lungos, etc.? Dejemos abierta la pregunta.    

Otro aspecto que circuló mucho y que apenas vamos a mencionar gira en torno a la necesidad de castigo, en este caso, de Will Smith. No solo la Academia de Hollywood sino buena parte del mundo clamaba por un castigo ejemplar, ese que siempre queremos que le den a los otros por sus errores. Allí la pregunta sería: ¿el hecho de dar una bofetada es razón suficiente para negarle a alguien un premio o quitarle el trabajo para siempre? Yendo incluso más allá del bofetón: ¿La Academia de Hollywood otorga premios a los mejores actores o a las mejores personas? ¿Desde cuándo hemos comenzado a aceptar que quienes otorgan un premio sean también guardianes morales que juzguen lo que somos?

Pero en lo que me interesaría detenerme es en otro aspecto que expresa un fenómeno que a veces suele pasarse por alto. Veámoslo así. Tomemos el hecho “desnudo”. Este podría describirse de la siguiente manera: en el marco de la entrega de premios más importante del mundo, la persona encargada de la presentación se burla de la enfermedad con consecuencias estéticas que padece la pareja de una de las personas que protagoniza la gala. Como consecuencia de ello, la persona pareja de la persona aludida en el chiste, agrede a través de una bofetada a la persona que presentaba el evento. La cantidad de veces que aparece aquí la palabra “persona” es adrede porque en lo que quisiera posarme es en el modo en que un hecho como éste acaba siendo evaluado por toda una serie de aspectos que son ajenos al hecho en sí. Lo diré con algunos ejemplos: ¿qué hubiera pasado si Will Smith fuera blanco? ¿Habría sido interpretada la agresión como un hecho racista? Puede que hasta tuviéramos movilizaciones y revueltas en todo Estados Unidos a partir de ello. ¿Y qué si hubiera sido al revés? Esto es, ¿qué hubiera sucedido si Chris Rock hubiera sido blanco? Seguramente no se hubiera interpretado la agresión de Smith como una agresión en términos de raza. Es más, probablemente se hubiera dicho que el chiste de Chris Rock fue un chiste racista porque, más allá de burlarse de una enfermedad, lo que estaba de fondo era la idea de que un blanco puede burlarse de un/a negro/a. El hecho hubiera sido el mismo pero hubiera sido interpretado de manera distinta por el color de piel de los intervinientes.

Pero sigamos con las preguntas: ¿Qué sucedería si independientemente del color de los protagonistas, Will Smith fuera una mujer lesbiana que agrede a la persona que realiza un chiste sobre su pareja mujer? ¿Se habría interpretado el chiste de Rock como una afrenta lesbofóbica? Si en el caso concreto operó una actitud que podría juzgarse “machista” de parte de Will Smith, ¿podría decirse lo mismo si quienes intervienen son mujeres? ¿Y qué si la mujer lesbiana hubiese sido Rock? El hecho a evaluar es el mismo: tres personas, una hace una broma sobre una de ellas y la tercera en cuestión agrede a la primera.

¿Y si Will Smith fuera una mujer heterosexual que le pega una bofetada a un presentador varón que se burla de su marido? ¿Sería interpretado el gesto como el resabio heteropatriarcal que permanecería en algunas mujeres? ¿Se pondría en valor su empoderamiento? A la inversa la situación sería más compleja aún porque si Chris Rock hubiese sido una mujer y Smith un hombre de la etnia que fuese, el hecho podría encuadrarse dentro de la violencia de género. Si estas variables complejizan enormemente el hecho imaginemos lo que hubiera sucedido si quien recibiera la bofetada hubiera sido una persona transexual.

Por último, en lo personal desconozco las religiones que profesan los protagonistas en la vida real pero ¿podemos imaginar cómo podría haber cambiado la interpretación de la bofetada si alguno de los intervinientes fuera musulmán y/o católico practicante?

La posibilidad de combinar aspectos religiosos, raciales y/o de sexo/género alrededor de una situación donde intervienen tres protagonistas podría continuar hasta el infinito y hasta puede ser un interesante experimento mental para tomar en cuenta los valores que hoy atraviesan las discusiones públicas. Asimismo, no cabe duda que juzgar un hecho “desnudo” sin tomar en cuenta el contexto y los protagonistas puede conllevar injusticias, pero el excesivo celo en las características identitarias de los intervinientes tampoco parece el mejor camino pues dejamos de evaluar la acción en sí para poner el énfasis en alguna de las características de los que realizan esa acción. Dicho de otra manera, si ha resultado sensata la crítica a los ideales iluministas y moderno-liberales que consideraban que el problema de la desigualdad y el acceso a la justicia se solucionarían siendo ciegos a las diferencias personales en materia de religión, ideología, sexo/género, raza, etc., la situación actual donde cualquier hecho pasa a ser analizado y justificado en términos de religión, ideología, sexo/género o raza, está generando, al menos, una enorme cantidad de preguntas que es necesario responder. Porque no tomar en cuenta el contexto o las particularidades de los intervinientes en un hecho es un error pero no puede ser que eso sea lo único que se tome en cuenta; debería poder establecerse de manera mínimamente objetiva si una broma y una bofetada son o no agresiones independientemente de las características personales y del contexto. Por supuesto que deben existir márgenes y espacio para la interpretación pero algún punto de acuerdo básico tiene que existir. En este caso, no resulta correcto juzgar si una bofetada es o no una agresión en función de que quien la realice sea musulmán, católico, mujer, varón, heterosexual, homosexual, blanco, negro, trans o cisgénero. Definiciones objetivas aplicadas a contextos particulares. Así debería más o menos funcionar. Si solo hay definiciones objetivas, estaremos legislando para un mundo ideal; pero si sólo hay contextos particulares viviremos en un infierno de casos concretos que crearán nuevos focos de desigualdad que la modernidad y la ilustración ya habían dado por superados.         

 

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