martes, 17 de agosto de 2021

La foto, la dirigencia mediocre y el silencio de Dylan (editorial del 17/8/21 en No estoy el solo)

 

La política argentina se ha transformado en una competencia de goles en contra a partir de la cual cada uno de los espacios se refuerza menos por méritos propios que por errores ajenos.  Efectivamente, en las últimas horas apareció una foto del presidente y su perro Dylan festejando con asesores, estilistas y amigos de su pareja el cumpleaños de ésta en la Quinta de Olivos. La foto habría sido tomada en tiempos donde las restricciones eran duras y donde muchos las respetaban por razones prudenciales y otros por el temor al castigo que el propio presidente se encargaba de recordar en buena parte de sus intervenciones públicas. El distanciamiento social no corrió en Olivos y ahora todos los que respetaron las restricciones y los que militaron casquivanamente en su contra, salen con los tapones de punta. Y tienen razón en hacerlo más allá de que cada uno conocerá su grado de hipocresía y estatura moral para criticar. Ginés debe estar haciendo una mueca irónica y hasta es de esperar que reaparezca “El surfer” que había sido “linchado” por cadena nacional para preguntar: “¿y ahora? ¿Quién es el boludo?”

Pero más allá de las ironías del destino y de las razones por las que se obedecieron las disposiciones, todos tenemos una anécdota de los sacrificios realizados. Desde la más trivial de festejar cumpleaños por zoom hasta la verdaderamente traumática de no poder asistir al entierro de un ser querido. De aquí que la foto genere impotencia y un rechazo visceral.

El gobierno primero negó la reunión, luego habló de foto trucada y finalmente, a través del jefe de gabinete, admitió que fue un error y que no debería haber ocurrido, línea discursiva a la que se plegó horas más tarde el propio presidente. Otras espadas mediáticas del oficialismo intentaron defender lo indefendible o pusieron el eje en que existen cosas más graves, lo cual es cierto: es mucho más grave que Macri se haya reunido con jueces que luego fallaban en contra de la oposición o es más grave la pobreza, la desigualdad, etc. Pero ese razonamiento es falaz ya que si bien es verdad que todo esto es más grave, que haya habido una reunión social en Olivos está mal. Punto. Por eso, hay momentos donde la mejor defensa es el silencio y/o plegarse al reconocimiento de Cafiero, hacer control de daños y aceptar que vendrán días difíciles porque, además, es de esperar que quien reveló la foto haya accedido a más fotos que irán apareciendo con el tiempo para estirar lo más posible el desgaste. No está ni bien ni mal. O sí pero es la especulación de la prensa y la política con la indignación de la gente y pasa siempre. Una vez más, como hecho en sí el festejo del cumpleaños no es más que una de las tantas transgresiones que deben haber realizado millones de argentinos y no merece la renuncia de ningún presidente, ni siquiera por haberlo ocultado. Sin embargo, había razones para exigir al menos las disculpas públicas porque la noción de ejemplaridad está asociada al buen gobierno y genera una obligatoriedad más potente que la legal: la moral. Contrariamente a ello, lo que se observa es impunidad y también una enorme irresponsabilidad ya que el presidente debe cuidar su salud por él y por la función que cumple. A esto podemos sumarle la torpeza de sacarse fotos sin conocer la máxima de estos tiempos: “si hay foto se va a filtrar”. Nadie sabe cómo, ni cuándo ni a través de quién…pero se va a filtrar. Entonces si vas a asumir el riesgo de un escándalo nacional por la estupidez de festejar un cumpleaños, al menos que nadie se entere. ¿No? Pero vivimos tiempos en que la discreción es un bien escaso.

Desde el punto de vista legal y político la oposición avanzará con el pedido de juicio político que no prosperará porque para que se efectivice necesita mayorías especiales en las cámaras que la oposición no tiene. Sin embargo, será un caballito de batalla para mostrarse tan indignados como activos y será también una devolución inmediata de gentilezas y una demostración más de que la judicialización de la política siempre vuelve como un búmeran. Con esto me refiero a que aquellos que impulsaron la destitución de Fernando Iglesias y Waldo Wolff por twitts misóginos ahora tienen que dar la cara y encontrar algún argumento para fundamentar que el juicio político no debiera prosperar. Lo van a hacer porque lo tienen que hacer pero no lo van a poder hacer con coherencia. Esto nos lleva a otra cuestión que es una cierta sobreactuación de la indignación moral. La diferencia es fina y se confunde todo el tiempo pero lo óptimo sería comportarse moralmente sin moralizar la política porque allí corremos el eje y trasladamos el debate a un terreno cuasi religioso de una disputa entre el bien y el mal. Podría decirse “A Carrió le gusta esto” y, por eso mismo, si creemos que la política es otra cosa que delirios mesiánicos y batallas épicas entre buenos y malos, es que el gobierno debería correrse de ahí. La actual administración ya había sobreactuado al momento de decir que era “El gobierno de la vida” frente a los que priorizan la economía. Nadie le pedía tanto y en unos meses tuvo que abrir todo y establecer por decreto el fin de la pandemia cuando hay más de 10000 casos por día y apenas el 20% de la población con dos dosis. Más cercano en el tiempo, el no correrse de la sobreactuación moral enfrentó al gobierno con una realidad que en cuestión de días le hizo morder el polvo, pues ¿desde qué lugar se le puede pedir la renuncia a Agustín Rossi sobreactuando razones éticas cuando se trató de un castigo político? Esto es independiente de si Rossi tomó o no la decisión correcta. Pero digamos la verdad: Rossi fue corrido de su cargo porque contrarió la decisión del poder ejecutivo y en un sentido está bien que así sea. Pero no nos digan que tuvo que renunciar por el requerimiento ético porque ahora no sé qué van a decir ya que van a tener que hacer diez mil piruetas para justificar, dentro de dos años, que el presidente y la mayoría de sus funcionarios no deben renunciar a sus cargos cuando eventualmente quieran presentarse a la reelección y a diferentes cargos electivos respectivamente.     

La cuestión de la ejemplaridad interpela a toda la sociedad pero parece importante particularmente en ese sector que le preocupa tanto al gobierno: los jóvenes. Se trata de aquellos que han crecido en un mundo líquido y que ya son parte de una generación que nació en los 2000 y pico y que por razones de edad no vivió con conciencia política la Argentina de los primeros ocho años de kirchnerismo; una generación que, como dijimos aquí mismo, se identifica más con el Joker que con el Eternauta, y para la que hay que hacer un esfuerzo extra en mostrar que no todo es lo mismo porque, justamente, vivieron tiempos donde todo parece lo mismo. En este sentido, cuando se disputa contra un discurso de derecha radicalizada que te dice que los políticos son una casta que vive de los impuestos que te sacan de tu trabajo, es un error pensar que se puede vencer permitiendo una x en el documento, cantando las canciones de L-Gante o prometiendo la legalización del consumo de marihuana con fines recreativos. Claro que para muchos jóvenes esas cosas son importantes pero parece menospreciar a una generación entera pensar que las únicas razones por las que ellos votan están vinculadas al reconocimiento de identidades minoritarias, la última canción de trap o fumar porro por la calle sin que los joda la cana. Mejor si a todo eso le sumamos educación digna en todos los niveles, salida laboral para ellos y para sus viejos y un proyecto de país en el que se pueda asegurar que los hijos de los jóvenes de hoy van a estar mejor que lo que se está ahora. Queda lindo creer que los jóvenes son todos espíritus libres y artistas en potencia con el pelo de colores. Pero son más que eso y con una x en el documento, cantando a L-gante y fumando un faso puede que muchos de ellos vayan a votar al Bolsonaro que invente la Argentina, aquel que les habla de los otros asuntos de los cuales también se ocupan los chicos. Es que son simplemente jóvenes pero no son pelotudos.    

Para finalizar, la especulación electoral es lo que importa menos hoy. ¿Le hará perder algún voto al gobierno esta foto? No lo sé. Entiendo que no aunque en algún votante pueda influir. ¿Es asimilable con alguna otra situación en cuanto al impacto? Tampoco lo sé. Recuerdo el caso de los bolsos de López que fue quizás la causa de corrupción que más golpeó al votante K por la sencilla razón de que fue imposible de negar. Pero al día de hoy no se sabe qué ocurrirá y si tuviera que arriesgar imagino que no marcará un punto de inflexión. Sin embargo, será un error más en un gobierno que al no poder mostrar mucho está haciendo hincapié en la campaña de vacunación y en la promesa de una salida de la pandemia. Nada más. Eso es todo. Mientras el gobierno no genere las condiciones para avanzar en políticas de transformación estructural estará atravesado por la política chiquita que se juega en los twitts y en las fotos de transgresiones que saben a impunidad y/o a estudiantina. Mientras eso sucede podemos pedir dos cosas: que la dirigencia argentina sea menos mediocre y que, por las dudas,  el perro del presidente no aprenda a hablar.

   

 

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