domingo, 11 de abril de 2021

Pasado, presente y futuro de una pared (editorial del 10/4/21 en No estoy solo)

 

Durante muchos años se dijo que a la izquierda del kirchnerismo había una pared y probablemente haya sido el propio Néstor Kirchner quien entendió que a esa pared había que empujarla lo más que se pudiera. Ahora bien, la preguntaría sería qué sucedería con la pared si el gobierno de Alberto se corriera hacia el centro. ¿Se mantendría en su lugar? La respuesta podría ser afirmativa si los adversarios no jugaran. Pero juegan y son los que están del otro lado empujando. Por lo tanto, llegamos a la circunstancia en que a la izquierda del kircherismo sigue estando la pared, pero esta nueva versión en el marco del Frente de Todos muestra que la pared se ha corrido hacia el centro acompañando la moderación del oficialismo.

Las pruebas están a la vista y podemos citar algunas: enfrentamos una segunda ola sin ni siquiera margen para un IFE que ya el año pasado había sido pobre; se ha perdido la disputa ideológica frente a una idea libertaria de la libertad que entiende que prohibir una fiesta clandestina cuando el sistema de salud está a punto de colapsar es casi un crimen de lesa humanidad; se ha impuesto la puesta en escena del gobierno de la ciudad en torno a las clases presenciales y el mismo gobierno nacional que mandaba a los chicos a la casa con 100 casos se empecina en mantener abiertos los colegios con 24000 contándonos que, por alguna extraña alquimia, parece que el virus no contagia en los espacios cerrados de las escuelas como sí lo hace en las casas particulares o en los transportes públicos.

 

Asimismo, si nos corremos de lo estrictamente vinculado a la pandemia, 10 años antes se discutía la ley de medios y hoy apenas logramos sentarnos en la mesa de los dueños de los medios para pedirles que no aumenten mucho el servicio de cable; lo mismo respecto al conflicto con el campo: allá por el 2008 se discutían retenciones y comercio exterior. Hoy se tiene que retroceder incluso ante el fraude vergonzoso con dinero de nuestros impuestos que se ha llevado la empresa Vicentín. Por último, cuando en el gobierno de CFK se recuperaban las AFJP, en la actualidad, a duras penas y en medio de la caída económica más grande de la historia, logramos imponer un “aporte” por única vez a 12000 megamillonarios. La lista podría continuar pero sin dudas la moderación necesaria para ganar la elección en 2019 se trasladó al ejercicio del gobierno si bien es muy probable que la gran mayoría de los votantes del Frente de Todos exigieran muy poca moderación frente a la necesidad de transformar el país que había dejado el macrismo. 

De hecho, como les indicaba algunas semanas atrás, del “volvimos mejores” hemos pasado al “pero ustedes son peores” y con eso es probable que se gane la elección de 2021 del mismo modo que le alcanzó con una lógica similar al macrismo para ganar la elección de 2017. Y si la historia se repite y el electorado de centro es la clave de la elección 2023, es probable que Juntos por el Cambio quiera presentar una opción presuntamente moderada en Rodríguez Larreta y Vidal, postergando a los Macri, los Bullrich, etc. Sin embargo, la derecha entiende bien que la estrategia de la moderación se usa solo para ganar la elección y no para gobernar. De hecho, recuerden que hasta quisieron presentar a Macri como un desarrollista que no venía a quitarte nada de lo que tenías sino simplemente a modificar lo que estaba mal. Sonaba hermoso. Hasta que ganó, empezó a gobernar y te vino la boleta de luz.

Gobernar ya no es poblar. Gobernar es tomar decisiones y ser puteado. Máxime en un escenario de pandemia que le ha costado la cabeza a muchos gobiernos, tal como experimentó Trump. El gobierno tuvo aciertos ante este desastre pero también desaciertos. Sin embargo, aun cuando todos hubieran sido aciertos recibiría las puteadas igual porque la gente está enojada por un virus que le trastorna la vida y el único puteable es el gobierno de turno, un gobierno, por cierto, muy sensible a las puteadas de algunos.  

Igualmente, y por suerte para Alberto Fernández, las elecciones presidenciales están lejos y dado que se ha decidido no aprovechar para llevar adelante una política de shock que permita una mayor redistribución dentro de un plan de generación de riqueza antes que una mera administración de lo poco que hay, todo lo que espera el gobierno es que al rebote natural de la economía no se le cruce nada y que lleguen más vacunas para hacer masiva la vacunación. Con esas dos cosas le alcanza y le sobra para ganar. Más que mostrar los números de contagios y muertos, subirse a una inexplicable campaña de “cuidadanía” en la escuela o adoptar la agenda chiquitita que no le importa a casi nadie de Pepín, la judicialización de la política y periodistas indignados que hacen lo mismo que hacían los periodistas indignados que están del otro lado, la única campaña de comunicación efectiva hoy es la de los números de vacunados. Mientras los medios ladran y hacen terrorismo epidemiológico o llaman a la desobediencia civil, la campaña de vacunación es la que generará un consenso “por abajo” y le dará la esperanza a la gente mientras la oposición se envenena mordiéndose la lengua y se vuelve más temeraria, contradictoria y disparatada cuanto más alejada se ve del poder.  

Retomando nuestro eje y para ponerlo en perspectiva histórica, si Kirchner fue el presidente que antes de escuchar a la gente adoptó una agenda propia que luego generó mayorías y el de CFK fue un gobierno que con una mayoría constituida se encerró demasiado en escuchar a los propios, el de Alberto es un gobierno que escucha, pero escucha demasiado a la oposición y a aquellas partes del Frente con una agenda de buenas intenciones muy meritorias pero que no ponen nunca en juego la disputa entre capital y trabajo.

Como lo indica aquella famosa anécdota de Margaret Thatcher cuando le preguntaron acerca de su mayor legado y ella respondió “Tony Blair”, dando a entender que su gran logro era que el candidato opositor estuviera obligado a renunciar a sus principios y parecerse a ella, la derecha argentina podría enorgullecerse de haber corrido tanto la pared hacia el centro hasta obligar al kirchnerismo a moderarse para poder ganar la elección y sostenerse en el ejercicio del poder.

El gobierno del Frente de Todos no es de derecha ni Alberto es lo mismo que Macri pero la pared se ha corrido tan al centro que, si no hay decisión política, el margen de transformación será muy acotado. Si ese margen garantizara que en 2023 el oficialismo va a volver a ganar podrían analizarse los pro y los contra de una estrategia en ese sentido. Pero esa garantía no existe y nadie está en condiciones de confirmar que la respuesta a la moderación kirchnerista será una derecha moderada en el poder. Porque ya sabemos dónde está la pared cuando queremos ir hacia la izquierda. Lo que no sabemos es dónde estará la pared si el próximo gobierno decide ir a la derecha.

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