A casi nueve meses de haber abandonado el cargo de
presidente, Mauricio Macri es noticia más por sus viajes al exterior y el
avance de causas judiciales que por su rol como presunto líder de la oposición.
Más allá de la pregunta acerca de si podía esperarse algo distinto de Macri, el
antecedente más cercano de un presidente saliente que se transforma en líder de
la oposición es el de CFK pos 2015. ¿Es posible trazar paralelismos entre uno y
otro o, al menos, entre la situación que cada uno atravesaba a 9 meses de dejar
la Casa Rosada? Sí y no, y justamente de ello van a tratar las líneas que
siguen.
El avance del macrismo y sus usinas mediáticas contra CFK en
particular y contra el kirchnerismo/peronismo en general, tanto en el ámbito
judicial como político y cultural, fue de una violencia sin antecedentes en la
última etapa democrática. Verdaderamente, si hubo un gobierno que efectivamente
“fue por todo” fue el de Macri, especialmente porque rompió los consensos
democráticos básicos. Sin caer en la zoncera de afirmar que todo en el gobierno
que lo había precedido había sido maravilloso y cristalino, comienza a salir a
la luz que durante el macrismo existió un entramado vergonzante que incluía
sectores del poder judicial, la prensa y el gobierno. Al perseguir a los referentes
emblemáticos del gobierno anterior, el macrismo no rompe un pacto corporativo
de la clase política. Más bien inaugura lo que puede llegar a ser una cadena
infinita de sucesivas revanchas y, sobre todo, la sensación de que ya no hay
condenas ni absoluciones justas. Porque haber sido referente del gobierno
anterior se había transformado en una imputación e implicaba la automática
inversión de la carga de la prueba. Insisto, eso no quiere decir que todos los
señalados sean inocentes pero está claro que se cometieron enormes injusticias.
De aquí que modificar el poder judicial se hace imperioso más allá de las
discusiones técnicas acerca del mejor modo de hacerlo. Pero si esa lógica
inaugurada por el macrismo continúa no hay proyecto de país posible.
El macrismo, como heredero de toda una tradición
antiperonista, estuvo muy cerca de destruir a quien consideró su enemigo
histórico y si falló fue solo por impericia.
Quienes lo apoyaron saben que perdieron una oportunidad histórica en una
Argentina que fue gobernada por sus dueños, como nunca antes había sucedido, y
sin recurrir a testaferros. ¿Pero fue un arranque especial el de Macri en 2016?
¿Acaso las primeras semanas de los gobiernos no resultan siempre frenéticas?
No. De hecho compárense las acciones de aquel gobierno con el actual y saltarán
a la vista las diferencias en lo que respecta a decisiones tendientes a
realizar cambios estructurales.
Asimismo, en aquellos tiempos, el peronismo estaba partido,
CFK apuntaba a fortalecer la nada despreciable suma de un 30% de votantes y a
preparar la tropa para volver… pero no en 2019 sino en 2023. Todavía recuerdo
qué extraño sonó cuando Alberto Rodríguez Sáa en su momento dijo “hay 2019”.
Era imposible plantearlo porque el futuro era de Macri. Entonces decir “hay
2019” era decir “hay posibilidad de disputar el futuro”. El tiempo le dio la
razón.
El gobierno de Alberto no se ha adueñado del futuro. La
pandemia tampoco lo ha ayudado. Todo su esfuerzo está en tratar de brindar la
agenda del día después pero no lo logra, al menos, todavía. Tampoco la
oposición aparece como el futuro y allí hay una analogía posible en cuanto a
que la oposición, la de agosto de 2016 y la de agosto de 2020 están, como mínimo,
desorganizadas. Es bastante natural que así sea porque siempre que se pierde
una elección hay planteamientos en cuanto a los liderazgos. En el peronismo se
intentó desplazar el liderazgo de CFK durante los años de macrismo pero el
núcleo duro que ella garantizaba era más potente que cualquier otra
acumulación. Así, durante 2018, comenzó a circular el “con ella sola no alcanza
pero sin ella no se puede”. El peronismo comenzaba el camino de la unión que lo
llevaría a ganar la elección. ¿Podemos decir que con Macri no alcanza pero sin
él no se puede? Sinceramente creo que no. Ahí no hay analogía posible. En la
Argentina nadie es un cadáver político así que no podría decirse eso del expresidente
pero CFK tenía votos propios y Macri no. Si CFK se corría de la escena política
sus votos no iban automáticamente a un pretendiente de sucesor. Ella misma se
dio cuenta de ello después del experimento “Zanini candidato a Vice” en 2015,
aquel dirigido al paladar negro K que se había entusiasmado con Randazzo. Tras
ese fracaso, CFK supo que tenía que ser parte de la fórmula para garantizar los
votos. No hubiera alcanzado con ungir a Alberto. Tenía que estar ella. Con
Macri no sucede lo mismo porque si él se corriese, o si la realidad y la
política lo corrieran, cualquiera que ocupe el lugar del antiperonismo recibiría
el apoyo. Los votos obtenidos por Macri no eran de él. Vidal, Rodríguez Larreta
o un ladrillo que diga “antiperonista” obtendrán los mismos votos que Macri y
probablemente alguno mas también.
El tiempo acomodará las cosas aunque el 2021 anunciará alguna
de las cartas. Allí sabemos que no participará Rodríguez Larreta porque es el
candidato natural para 2023 en tanto gobierna el distrito que ha dado los
últimos presidentes no peronistas y tiene buena imagen; en cuanto a Vidal,
podría encabezar la lista de diputados de la provincia como para reposicionarse
de cara a 2023 y volver a la gobernación. ¿Macri? Una incógnita. Podría jugar
también para reposicionarse pero más hacia dentro de su espacio que de cara a
la sociedad. En parte allí sí hay algún paralelismo con CFK cuando ella decide
presentarse como candidata en 2017. ¿Lo hizo por ambición personal? ¿Por
fueros? Nada de eso. Lo hizo seguramente presionada por el entorno y para
garantizar un caudal de votos que le permitiera al espacio resistir hasta que
escampe. Si ella no participaba en la elección, el kirchnerismo quizás no se
hubiera desmembrado pero hubiera sacado menos votos. Si Macri se presentara en
2021 tendremos a C5N diciendo que es por los fueros porque en general la prensa
con línea editorial oficialista replica lo que TN hacía con CFK. Pero, si se
presenta, Macri lo haría para marcar la cancha dentro de su espacio y evitar
que sus competidores internos ganen terreno.
Con todo, la candidatura de Macri en 2023, independientemente
de lo que haga en 2021, no se resolvería por poseer votos sino por acuerdos
superestructurales, por revancha personal y, sobre todo, por contar con el aval
económico para bancar una campaña. Porque
¿acaso podría pensarse en un Macri capaz de hacer la misma jugada de CFK y
acompañar en la fórmula a un ungido? Estoy tentado a descartar de plano esa
posibilidad por las mismas razones que esgrimí antes: Macri no tiene votos
propios y sería preferible dar lugar a una figura de renovación. Porque el
kirchnerismo representaba un sector que pretendía “volver”, que añoraba un
pasado reciente más o menos objetivo de prosperidad. Utilizando la frase que se
le atribuye a Borges sobre el peronismo, aunque aquí sin ironía, había un sector
del electorado que añoraba tener “todo el pasado por delante”. Macri no puede
ofrecer eso, no puede ofrecer ningún pasado. Se le niega hasta el voto
nostalgia. Su única esperanza es el olvido, el paso del tiempo. Ni siquiera una
crisis económica como la que se prevé lo ubicaría si bien, por supuesto, si al
actual gobierno le va mal, las chances de todos los opositores mejorarán. Pero
además, Macri no parece ser capaz de un gesto de magnanimidad o de un cálculo
político por el cual sacrifique su lugar en pos de un proyecto que vaya más
allá de su nariz.
Para concluir, hay una tentación en suponer que el destino de
Macri será similar al que tuvo que atravesar CFK entre 2015 y 2019. Sería así en
la medida en que se entiende que, de una manera u otra, entre 2003 y 2023, al
menos, la política argentina habrá girado en torno a las figuras de los
Kirchner principalmente y, en menor medida, de Macri. Menciono a este último no
solo en tanto único presidente no peronista del período sino en tanto referente
deseado, elegido y creado, por necesario, para el sector que representaba, y
por cómodo para el sector que lo repudiaba. Si se solía decir “contra Menem
estábamos bien”, podemos decir también que los sectores progresistas contra
Macri están muy bien y hoy es un buen negocio atacarlo, especialmente porque
hay buenas razones para hacerlo. Del mismo modo, en 2016 y hasta 2019 se creyó
que era un buen negocio atacar a CFK hasta que se dieron cuenta que habían
“levantado al monstruo” y ya era tarde. Por el propio perfil del gobierno de
Alberto, incluso también por su propia debilidad y por el hecho de que en el
poder judicial permanece anquilosada una estructura refractaria a políticas
populares, veo difícil que Macri y los referentes de su gobierno padezcan el
ensañamiento que padecieron los referentes del kirchnerismo. Tampoco parece
viable, al menos hoy, pensar en una suerte de resurrección de Macri que le
permita regresar triunfal en 2023, ni siquiera como parte de una fórmula. Se
pueden trazar paralelismos entre los destinos políticos de Macri y CFK en tanto
opositores. Pero, volviendo a Borges, en los elementos de peso, quizás esos
destinos se bifurquen como los senderos de un jardín.
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