El jueves 12 de diciembre Gran Bretaña dio un paso clave
hacia el Brexit: los conservadores, liderados por Boris Johnson, arrasaban en
las urnas y así obtenían los escaños suficientes para destrabar la situación de
parálisis en la que había quedado el parlamento tras el referéndum por el cual
el 52% de los británicos había votado abandonar la Unión Europea.
Más específicamente, los tories
obtenían 47 escaños más que en la última elección para llegar a 364, esto es,
38 escaños más que los que se necesita para tener mayoría; mientras que los
laboristas, con Corbyn a la cabeza, perdían 59 bancas. Para encontrar una
diferencia más holgada en favor del Partido Conservador hay que remontarse a
1987, el momento de esplendor de Margaret Thatcher, y esto se explica por el
hecho de que Johnson y su discurso crítico hacia la UE ha recibido el apoyo de
sectores que tradicionalmente han votado por los laboristas. Sí, los
conservadores han triunfado en distritos donde son mayoría los trabajadores.
¿Por qué ha sucedido eso y por qué se suele dar en distintas
partes del mundo que las perspectivas conservadoras y/o de derecha ganan cada
vez más espacio para sorpresa de la prensa dominante? La respuesta es compleja
pero intentaremos aquí avanzar en algunas líneas.
Es que si bien todos los países son distintos y habría que
analizar caso por caso para encontrar los matices, hay una serie de tendencias
que suelen repetirse y que hablan de países que en general se encuentran más o
menos polarizados y que cuando se los segmenta en determinadas variables nos
permiten comprender comportamientos y posicionamientos.
A propósito, la periodista Annabelle Timsit, publicó el 13 de
diciembre en www.qz.com, una nota titulada “The UK election result shows why Twitter
does not speak for most voters”. Allí Timsit indica que si bien, a
diferencia de anteriores elecciones, tanto en Gran Bretaña y en el mundo, las encuestas
no fallaron, hubo un espacio, literalmente una burbuja, en la que el resultado
sorprendió: Twitter. Efectivamente, el día de la elección, entre las etiquetas
más mencionadas estaba #KickBorisOut
o #VoteTheToriesOut. Si esta red
social fuese representativa de la opinión pública británica o al menos de los
ciudadanos que van a votar, sin dudas, y por amplio margen, Boris Johnson
habría recibido el cachetazo electoral más grande de los últimos tiempos. Sin
embargo, apoyándose en datos de un paper
publicado por J. Mellon y C. Prosser en la revista de la universidad de
Manchester, Research & politics,
Timsit intenta explicar por qué se ha dado esa divergencia entre el mundo real
y el mundo de la red social. Puesto que viene al caso, es necesario subrayar
que el artículo de Mellon y Prosser lleva un título lo suficientemente
descriptivo como para alejar toda duda: “Twitter
and Facebook are not Representative of The General Population: Political
Attitudes and Demographics of British Social Media Users”.
Si bien los datos
pueden diferir entre una red social u otra, los autores afirman que los
usuarios británicos de Twitter en especial, pero también de Facebook, no
representan al pueblo británico en aspectos tan sensibles como la demografía,
el género, la edad, la ideología y el nivel educativo.
En líneas generales, los usuarios de Twitter son más jóvenes,
tienen mayor preponderancia en grandes ciudades y tienen un nivel educativo más
alto que el promedio. En ellos prevalecen las posturas de izquierda liberal y
progresistas más cercanas al laborismo y hay un especial énfasis e interés en
los temas políticos de la agenda pública. Sin embargo, aunque resulte paradójico,
los usuarios de Twitter son menos propensos a votar que los ciudadanos más
despolitizados. Evidentemente, para las nuevas generaciones, es más fácil
opinar desde el celular de última generación que tomarse unas horas para
depositar el voto. Dicho con algo menos de sarcasmo, habría que indicar que lo
que se evidencia es que el mayor interés en los temas de la política no deriva
en el apoyo a un partido sino en actitudes antipolíticas como la negación del
voto. Los usuarios de Twitter no representan la realidad pero, a su vez, los
usuarios de Twitter no se sienten representados por las instituciones vigentes.
Curiosidades y perplejidades de la burbuja…
Haciendo un desagregado, los investigadores encuentran que
Twitter es utilizado en general por menores de 50 años con amplia preeminencia
de quienes tienen entre 18 y 29 años; asimismo, en Gran Bretaña, los más
jóvenes son más propensos a poseer títulos universitarios que aquellos mayores
de 50 años. Sin embargo, los mayores de 75 años son más propensos a votar que
los que tienen entre 18 y 25 años. Si estos elementos los comparamos con el
promedio de las encuestas que realizaba The
Economist podremos entender por qué lo que pasa en Twitter no es lo que le
pasa a la sociedad: entre los jóvenes de 18
a 34 años, Corbyn obtenía un 53% de intención de voto contra 25% de Johnson;
entre los que tienen entre 45 y 54 años, en cambio, el conservador vencía 44% a 33% al laborista. Y si continuamos
hacia arriba de la pirámide, entre los mayores de 65 años, Johnson
llegaba al 66% contra el 16% del laborismo.
Insisto
en que más allá de las particularidades de cada país, hay tendencias que son
similares. De hecho recuerdo que aquí mismo, algunos meses atrás, avanzaba en
una hipótesis en torno a las razones por las cuales los medios estadounidenses
no habían podido imaginar que Trump se quedaría con la victoria. Allí les
mencionaba el caso del artículo de Nate Silver “There really
was a media liberal Bubble”, donde la periodista indica que en los medios
estadounidenses no hay un equilibrio entre republicanos y demócratas, que la
supuesta independencia y neutralidad es una quimera y que la concentración geográfica
es tal que la perspectiva del Estados Unidos profundo está casi invisibilizada.
Silver lo apoya con datos del año 2013 en los que se muestra que solo el 7% de
los periodistas estadounidenses asumía su condición de “republicano”, que la
producción periodística se encuentra centralizada en New York, Washington o Los
Ángeles, esto es, distritos cosmopolitas donde son mayoría los demócratas, y
que a diferencia de lo que ocurría en los años 70, donde los periodistas con
título universitario apenas si superaban la mitad, el número de egresados
universitarios en las redacciones se ha acrecentado a más del 92%, número que
debe leerse a la luz del hecho de que en las universidades estadounidenses el
pensamiento demócrata es abrumadoramente hegemónico.
Tomando en cuenta estos datos, podría decirse que, en todo
caso, Twitter representa el micromundo de periodistas, sectas universitarias y
progresías de centro izquierda, pero, claro está, por suerte, el mundo es
todavía un lugar algo más complejo y demuestra elección tras elección que este
pensamiento hegemónico no siempre logra ser determinante en el resultado de las
elecciones.
Podemos discutir largo rato acerca de si es conveniente que
Gran Bretaña salga de la UE y esa discusión excede este espacio. Pero lo que sí
podríamos afirmar con certeza es que los ciudadanos de a pie, los políticos y
los interesados en los debates de la agenda pública, deben salir con urgencia
de Twitter, al menos, si lo que desean es comprender lo que está pasando allí
afuera, en el mundo real.
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