Distintas encuestas confirman una percepción: la presunta
corrupción revelada en el caso de los cuadernos afecta electoralmente al
kirchnerismo de una manera muy particular: no le horada su piso sino que le sella
su techo. Número más, número menos, un tercio de los votos. Nada despreciable a
juzgar por la centralidad y el desgaste al que es sometido el kirchnerismo por
un gobierno que sigue presentándose como oposición y que hace que la actual
parezca la administración de un tercer gobierno de CFK. Pero la encuesta
también dice que la crisis económica agiganta la imagen negativa de Macri y
revierte las expectativas de mejoría que buena parte de los ciudadanos mantenía
hasta hace unos meses. Un tercio de los votos. Tomando en cuenta el descalabro
social y económico, y la impericia, se trata de otro milagro y de un fenómeno
parecido al del kirchnerismo: piso y techo de los votos cada vez se parecen
más.
En lo que respecta al tercer tercio podría decirse que está
difuminado. Tiene más presencia matemática que política porque no tiene
referente y sin referente se transforma en una entidad al servicio de la
proyección de los otros dos tercios. Es una porción importantísima del
electorado, determinante, pero tiene indecisión antes que conducción. Se supone
que no tiene la intensidad de las minorías que conforman la base de los otros
dos tercios pero su falta de intensidad es intensa y eso no los hace ni mejores
ni peores. Es lo que hay y quienes pretenden cooptar esos votos padecen esa
misma indecisión. En los últimos años este tercio se inclinó más hacia
Cambiemos que hacia el kirchnerismo. Pero en 2019 esa tendencia podría no ser
la misma en un mano a mano entre los dos grandes referentes de cada uno de los
espacios aun cuando el rechazo que ambos recibieran sea grande.
Este escenario hace comprensible que a meses de las PASO
nadie pueda asegurar nada. Por lo pronto, ni siquiera se sabe cuándo se harán
las elecciones y si habrá PASO efectivamente; resuelto eso restará ver cuántas
elecciones provinciales se desdoblan de las nacionales en función de los
intereses del gobierno nacional y cada gobernador; y como si esto fuera poco no
hay garantía de quiénes serán los candidatos más allá de lo que indicábamos
algunas líneas atrás. ¿Macri se va a presentar a la reelección? La proyección
de la economía muestra que ni siquiera la lectura más benévola, que ve un
rebote al final del túnel, augura un triunfo en primera vuelta. En el mejor de
los casos buscaría fidelizar ese tercio de los votos más alguna ayudita para
llegar al balotaje como el candidato más votado y probablemente perder contra
cualquier candidato salvo con CFK, con quien las encuestas dan un final
abierto. Y aquí vale aclarar que Macri perdería contra cualquier candidato
salvo con CFK porque si la oposición lograra instalar en balotaje un candidato
no K contra Macri, sea quien fuere, el voto K se inclinaría masivamente hacia
ese candidato con tal de vencer a Macri. Si el candidato del oficialismo no es
el actual presidente, será Vidal o será Rodríguez Larreta, como demuestran las
operaciones de los periodistas afines buscando una insólita distinción entre “referentes
insensibles” y “referentes sensibles” del gobierno. Pero todos sabemos que el
derrumbe de todo gobierno nacional arrastra al resto de las líneas. Eso ha
pasado siempre por más que eventualmente una candidata como Vidal pueda tener
un poquito más de imagen positiva que el presidente.
Dentro del tercio kirchnerista, CFK tendría los votos para
llegar al balotaje pero salvo frente a Macri, es posible que pierda contra los
otros candidatos por la imagen negativa que tiene. Esta, al menos, es la foto
del día de hoy. Y allí aparece el gran problema porque el kirchnerismo no tiene
plan b y hay gobernadores, intendentes y eventuales candidatos a ocupar bancas
legislativas que van a presionar porque les alcanzaría con una buena
performance en la primera vuelta más allá del desenlace del balotaje. Esta
sería la única explicación por la que CFK, a mi juicio equivocadamente, acabó
presentándose en 2017. Asimismo, el kirchnerismo no tiene otro candidato. Entre
el no pudo, el no supo y el no quiso, el paso del tiempo parece inclinar la
balanza por una opción en lugar de las otras pero más allá de eso, lo cierto es
que política y electoralmente es un problema porque si la afirmación
kirchnerista “mi heredero es la juventud” ha sido el reemplazo de la afirmación
peronista “mi heredero es el pueblo”, la experiencia demuestra que a las
herencias hay que organizarlas y que se organizan con un liderazgo y una
conducción. Se dirá, claro está, que lo que hace al líder y al conductor es
justamente, el hecho de la no delegación, y que esa potencia no es
transmisible. Eso es, en parte, real, pero en todo caso es una descripción de lo
que ha ocurrido con el peronismo y no una definición.
Con todo, a favor de CFK, por supuesto, habría que
preguntarse qué candidato opositor tiene una cantidad de votos digna como para,
al menos, pretender correrla del centro. Todos los que lo intentaron desde
adentro acabaron con pocos votos y afuera porque la centralidad de CFK funciona
centrífugamente y porque también es verdad que en el 2017 e incluso, por qué no
decirlo, quizás en 2015 también, el kirchnerismo pareció haber jugado a
sostener su pedestal de minoría pura e intensa aun cuando eso supusiera perder
las elecciones. En todo caso, si hoy, con CFK a la cabeza, el kirchnerismo es
opción de mayoría para el 2019, obedece más a la aceleración con la que el
gobierno hizo naufragar al país que con la proyección que hacía el propio
kirchnerismo que, después de las elecciones de medio término en 2017, se
encontraba en la encerrona de saber que en el 2019 solo podía llegar al poder como
parte de una gran coalición opositora teniendo que correr a CFK del centro, o
reagruparse sobre sus bases y esperar que las consecuencias del ajuste exijan
un cambio recién en 2023.
Si bien el efecto sorpresa ha sido parte de la identidad
kirchnerista durante los doce años de gobierno, visto el contexto general y el
avance judicial con ejemplos a la vista en países vecinos, CFK prácticamente
estaría obligada a ser candidata. Incluso podría pensarse el hostigamiento de
un sector de la justicia como una forma de obligar a CFK a presentarse como
candidata de modo tal que no pueda salir nunca del centro de la escena, hecho
que hasta hoy favoreció al gobierno. El punto es que, justamente, eso sucedió
hasta hoy y al macrismo le puede ocurrir lo que otrora le sucedió al
kirchnerismo, esto es, polarizar con el candidato que era imposible que gane
hasta que un día lo imposible se hizo posible. Y ese candidato ganó.
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