Los llaman “cucarachas”. Todos
les dicen “cucarachas” porque se ven como tales. Las fuerzas de seguridad enfrentan
estos verdaderos insectos, casi como un cáncer social, pero también lo hacen
los pobres, aquellos que imploran al ejército que intervenga y detenga estas
alimañas que saquean y roban todo lo que encuentran a su paso. El ejército
habla un idioma distinto que el de los pobres pero las cucarachas como enemigo
común, y algunos decodificadores, les permite unirse en el objetivo.
Todavía recuerdo las palabras de
una oficial del ejército: “La mierda en su sangre las hace así. La enfermedad
que portan, que ignora el valor de la vida o el dolor de quien más va a sufrir.
No detuvimos a las cucarachas durante 5, 10 o 20 años. Siguen naciendo niños
así y luego se reproducen. Por cada cucaracha que usted salva hoy condena, Dios
sabe, a cuánta gente a la futura desesperación y pena. No puede usted seguir
viéndolas como humanos. Hay que eliminarlas (…)”.
Minutos después de escuchar ese
relato, un oficial del ejército acribillaba a una cucaracha al igual que lo
hacía en los entrenamientos y luego acuchillaba a otra con la pasión del odio tras
una larga pelea en la que el insecto enfermo atacó a quien vela por nuestra
seguridad. Consultado por un superior al respecto, el oficial dijo sentir algo
de euforia y, luego, un enorme alivio además de ningún remordimiento.
Estoy seguro que si me hubieran
mostrado el diario del día posterior el título hubiera sido: “en un nuevo
enfrentamiento cae una cucaracha subversiva”.
Más allá de eso, un buen resumen
del fenómeno se da en el diálogo entre ese mismo oficial y una cucaracha que,
sinceramente, parecía “normal” como vos y yo. Ella le pregunta: “¿Ve una
cucaracha en mí?” Y él responde: “No, las cucarachas están enfermas. Además las
cucarachas no hablan”. Ella lo interrumpe y le dice: “No es que no hablamos. Es
que no nos oyen”.
A partir de allí empecé a
entender todo. Es que los oficiales del ejército parecen tener una suerte de
microchip instalado que les hace ver como enemigos a quienes no lo son, como
cucarachas a quienes son personas como cualquiera. Ese microchip es como una
máscara que les distorsiona la realidad y que el oficial ha aceptado
voluntariamente, como acepta voluntariamente cualquiera de nosotros escuchar
las bajadas de línea de un formador de opinión.
Ahora bien, esto que a falta de
un término correcto, llamo “microchip”, está implantado en las fuerzas del
orden desde hace mucho tiempo y solo busca hacer más eficiente el exterminio.
Porque han logrado, a través de la radio, la TV y las computadoras, después de
lo que ellos llaman “guerra”, que el hombre común también odie a las cucarachas.
Pero no han logrado todavía que ese hombre común se anime a matar. En todo
caso, repudia a las cucarachas, las persigue, les cierra la puerta, las insulta
y las echa de cualquier lugar en el que puedan tener cobijo, pero no da el paso
siguiente hacia el aniquilamiento. Porque son cucarachas pero parecería que
algo de humano tienen. Recuerdo cómo hacia el final, el oficial que había
asesinado a las cucarachas se da cuenta que éstas son, en realidad, tan humanas
como él, y su superior le dice: “[Claro que] son como nosotros. (…) Por eso son
tan peligrosas. (…) Los humanos somos una especie empática por naturaleza. En
realidad no queremos matarnos entre nosotros…hasta que nuestro futuro depende
de matar al enemigo”.
Tras esta afirmación, al capítulo
5 de la tercera temporada de la serie inglesa Black Mirror que acabo de
transcribirles, le quedan unos minutos más que no adelantaré para que lo puedas
ver en tu casa sacando tus propias conclusiones y haciendo tus propias
analogías. En todo caso, sí te puedo decir que en esta serie se hace mucho
hincapié en las consecuencias sociales que se siguen del uso de las nuevas
tecnologías, ya no en futuros lejanos, sino en el aquí y en el ahora más
próximo, y que siempre que hay opresión hay resistencias. En este caso puntual,
las cucarachas crearon un dispositivo capaz de anular momentáneamente esos microchips
o máscaras que distorsionan la realidad y deshumanizan al adversario político.
Esa anulación le permite a los ciudadanos de a pie ver las cosas tal cual son y
eso supone un enorme dilema pues el precio de aceptar que existe una realidad
distinta a la que uno creía, genera rechazo y la enorme responsabilidad de no
haber sabido ver lo que en realidad ocurría y hasta, quién te dice, haber sido
cómplice directa o indirectamente de algún hecho aberrante. ¿Qué harías si te dieran
a elegir? ¿Preferirías ver la realidad tal cual es, asumiendo tus errores y el
peso de la injusticia, o preferirías vivir felizmente una irrealidad?
Mientras tanto, leo y escucho en
diarios y televisión que unas cucarachas que gobernaron el país, y cuya
denominación es intercambiable con otras tales como “Kakas”, “corruptos”, “mapuches”,
“mercenarios”, “ladrones”, “peronistas”, “zurdos”, “terroristas”, iraníes”;
“kurdos” o “chavistas”, han declarado una guerra contra la República y la
Democracia. Y entonces vuelvo a ver el capítulo de Black Mirror, comienzo a
pensar estas líneas y recuerdo a un filósofo alemán, más citado que leído,
cuando advertía que si uno de los bandos de la disputa afirmaba luchar en
nombre de la humanidad, cualquiera que se enfrentara a éste quedaría reducido a
una entidad cuyo único destino es el exterminio físico.
La divisoria entre normales y
cucarachas tiene varios capítulos en nuestra historia y tiene hoy su
reescritura novedosa. Pero el círculo perfecto se cierra cuando suceden dos
cosas: en primer lugar, cuando aparecen las cucarachas de las cucarachas, esto
es, un subgrupo de cucarachas identificadas como tales por otro subgrupo de
cucarachas que dice ser mejor cucaracha; y en segundo lugar, cuando de tanto
que te dicen cucaracha, un día mirándote en el espejo te ves con antenas, un
montón de patas y revolviendo en la basura.
Hola Dante, cómo estás?
ResponderEliminarUn final kafkiano, una Metamorfosis apreciable para el buen funcionar de ese Espejo Negro. Esa es la desiderata del exterminador. Vos apretando tu propio gatillo, vos convencido de tu status kukaracha. Como lo dijiste, es la re-escritura de tanta limpieza étnico/ideológica anterior.
La pregunta es: "Y ante ésto ¿qué?" La respuesta es: basta ya de esperar la fumigación. O el insecticida disparado con los propios aerosoles.
La cucaracha ha sobrevivido a los diluvios, los terremotos, las bombas nucleares y sus radiaciones. Sin saber por qué (o acaso sí) los racionales impolutos les temen. Son pequeñas, pero imprevisibles. Son siniestras, pero astutas. Como fuere, toda vez que emergen de su mugre, los dueños de la Tierra se inquietan. Y si lo hacen de a varias, todas juntas, les respetan con pánico explícito.
No nos han vencido, ni aún vencidos. Que miles de cabezas de kukarachas rueden por el polvo mordiendo y vociferando. Será el terror de los abbadones y los boludos que siempre vivieron la película con la ñata contra el vidrio...
Fabio Bustos Fierro
Fabio querido!!! Con comentarios así, no puedo agregar mucho. Un lujo. Abrazo, amigo
ResponderEliminar