jueves, 28 de julio de 2016

Niños con hambre y fútbol para mozos (publicado el 28/7/16 en Veintitrés)

La discusión que se viene dando en los últimos días en torno a la gratuidad de las transmisiones de fútbol exuda todos los vicios que una discusión pública puede tener: lugares comunes, mentiras, manipulaciones, ausencia de lógica comparativa y, sobre todo, enorme demagogia. ¿Debería sorprender? No. Pero igual me sorprende.
Para ordenar la exposición comencemos con la discusión de fondo: ¿ver el fútbol por TV es un derecho? Recuerdo que, en su momento, cuando el gobierno de CFK decidió intervenir y acabar con el insólito monopolio que nos obligaba a ver tribunas, a esperar a las 22hs del domingo para que los que no somos de River o Boca veamos un miserable compacto de goles, y a tener que consumir en un bar si queríamos ver en vivo a nuestro equipo, dudé acerca de si la televisación gratuita debía interpretarse como un derecho. Eran tiempos de un “Fútbol para Mozos” y no “para Todos”. Con el tiempo, la duda se me disipó y entendí que si estamos comprometidos con una agenda de ampliación de los derechos culturales, las transmisiones de Fútbol no podían estar ausentes. Porque, no hay que olvidar, frente al ideario liberal que restringe la lista de derechos a los civiles y políticos, la tradición del constitucionalismo social, ya en la década del 40, mostró que los derechos sociales, económicos y culturales son también esenciales.
Asimismo, las divergencias y la aparición de nuevas necesidades, nuevas exigencias y nuevos derechos, muestra que la lista de éstos no es estática sino que es un producto histórico fruto de disputas y contingencias varias. Con todo, más allá de ese carácter histórico los derechos suelen naturalizarse pronto a tal punto que, durante la campaña, Cambiemos tuvo que prometer que las transmisiones de Fútbol continuarían siendo gratuitas pues la mayoría de la población ya lo entendía como un derecho adquirido.  
Tal promesa, claro está, aparentemente, no durará ni ocho meses de gestión más allá de que el gobierno le quiera cargar a la AFA la responsabilidad de la decisión de volver al viejo esquema de Fútbol pago. La estrategia es bastante obvia: el gobierno, de manera oculta, le pide a la AFA que públicamente pida un aumento millonario, funcionarios del gobierno comienzan a instalar que tal aumento es desmedido, la AFA dice que no le alcanza y que necesita que se rompa el contrato, y el gobierno dice que ha hecho todo lo posible por sostener la gratuidad pero ha sido una decisión de la AFA. Luego agrega que los 2500 millones que se iban a gastar en el Fútbol se van a destinar a otras prioridades y fin del asunto: negocio redondo para todos.
Si bien es verdad que hay innumerables derechos que el Estado debe brindar y no brinda, incluso derechos constitucionales, la aceptación de que las transmisiones de Fútbol gratuita son un derecho, sería un paso importantísimo como base para el debate, pues aceptado ese piso no se puede, tan suelto de cuerpo, afirmar que el dinero se usará para otra cosa. Sin embargo, esto suele pasarse por alto y los que pretenden el regreso de las transmisiones pagas, ofrecen distintas argumentaciones. En primer lugar, el año pasado, cuando el candidato Macri no podía aceptar públicamente su intención de acabar con la gratuidad para que el negocio lo hagan los privados, decían que el Fútbol gratuito estaba bien pero que no había que politizarlo. ¿Por qué decían que el Fútbol estaba politizado? Porque en los entretiempos aparecía pauta oficial. Fenómeno extraño: si esa misma pauta iba a los medios privados que apretaban al gobierno para que anunciara, no se producía la politización del medio en cuestión. Pero si esa pauta iba al Fútbol, el Fútbol se politizaba. Dejando la ironía de lado, digámoslo con claridad: el gran conflicto con el Fútbol para Todos era que el gobierno lo pagaba con partidas destinadas a la pauta oficial, lo cual era doblemente virtuoso porque, por el mismo dinero, el gobierno cumplía con un derecho cultural y a su vez lograba que sus actos fueran visualizados por audiencias enormes. ¿Dónde estaba el conflicto entonces? En que la pauta oficial con que se pagaba el Fútbol no iba a los medios privados.
Pasados los meses, apareció un segundo argumento que se basa en la idea de que era falso que las transmisiones de Fútbol fueran gratis porque mucha gente debía tener Cable para ver la TV y porque, finalmente, el dinero que se le daba a la AFA provenía de nuestros impuestos. No dicen que un porcentaje importante de ciudadanos veía los partidos por TDA, aquel sistema que el gobierno está vaciando para que, justamente, no quede otra salida que abonarse a alguna empresa si es que deseamos ver, incluso, canales de aire. Pero, por sobre todo, cometen una falacia enormemente peligrosa porque ese mismo argumento es el que se utilizó siempre, por ejemplo, para intentar arancelar la Universidad. En este caso dicen: “los que van a la Universidad la podrían pagar o ya lo están haciendo con sus impuestos de lo cual se sigue que deberían pagar un arancel”. Como argumento es bastante particular porque en el fondo indica algo así como “ya lo está pagando así que puede pagar más”. ¿Se imagina yendo a comprar unas zapatillas y que el vendedor le diga “este calzado cuesta $1000 pero, ya que lo va a pagar, pague $1500”?        
Una última curiosidad la aporta el más demagogo de los argumentos. Es curioso porque los republicanos e institucionalistas acuden a los sofismas que pertenecerían presuntamente al populismo para convencer a la ciudadanía de que el dinero debe invertirse en otras cosas. Así, nos interpelan diciendo: ¿sabe cuántos hospitales se podrían construir con la plata que se le da al Fútbol? ¿O cuántas AUH se podrían otorgar? Para ser justos, habría que decir que este argumento es un clásico de una tradición liberal que tampoco se ha privado de apelar a la demagogia. Se trata de un argumento igualmente peligroso porque en nombre de la necesidad podría reducir el Estado a una función básica de seguridad y alimentación. En otras palabras, si el argumento es que no se puede gastar en Fútbol mientras haya un niño con hambre, habría que cerrar el Ministerio de Cultura, el de Ciencia y Tecnología e incluso el de Educación porque al fin de cuentas siempre es más urgente un pedazo de pan que un libro, al menos hasta que los libros se puedan comer. Pero vayamos a los números finos: ¿sabe qué porcentaje del presupuesto nacional se destinó a Fútbol para todos en el año 2015? Apenas algo más del 0,1. Sí, leyó bien. Por supuesto que ese dinero puede ayudar a muchos niños con hambre pero ¿sabe qué? La decisión de quitar las retenciones al campo significó una transferencia de ingreso para los sectores agroexportadores que se calcula en 60000 millones de pesos, esto es, veinticuatro veces más que lo que el gobierno dice haber ofrecido a la AFA en 2016. ¿Sabe cuántos hospitales se podrían construir con esos 60000 millones destinados a gente con niños que no tienen hambre sino 4X4? ¿Sabe cuántas facturas de gas se podrían pagar?    

En lo personal, siempre consideré un error del gobierno anterior no abrir más el espacio de las trasmisiones a la pauta privada porque las transmisiones de Fútbol son un derecho pero también pueden ser un negocio. El punto aquí es de cuántos va a ser el negocio. Si me pregunta a mí, y que me perdonen los pocos y los mozos, mientras el Estado cumple con mi derecho, prefiero que el negocio sea para todos.   

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